17 de noviembre de 2011

Búsqueda.

No es fácil estar conmigo. No es fácil soportar a alguien que cambia constantemente. Y duele que te lo digan como algo terrible, como si fuera una enfermedad.

Yo cambié durante estos últimos cuatro años. Pues hubo gente, por lo visto, a la que no le gustó nada nada que yo fuera un año de una manera y otro de otra. Es mi manera de ser, ésa es mi esencia: yo soy yo, pero también soy otras.

Soy la dulce y la salvaje, la tímida y la caradura, la payasa y la seria. La que habla hasta por los codos, pero se cierra para hablarse solita. La persona, la animal.

Soy cambiante a más no poder, y no es que me enorgullezca o que lo diga chocha. No siquiera lo hago a propósito. Soy así. En el fondo soy la misma siempre, la que ansía aprender y crecer, la que no puede estabilizarse sin sentirse un poquito apretujada entre tanta sociedad, la que se asfixia en relaciones rutinarias, la que ama pero prefiere andar desatada por la vida, antes que sufrir en una jaula con barrotes oxidados.

Soy siempre la que salta a defender a un animal, voy a ser siempre hija única, voy a decir siempre lo que siento y pienso, siempre voy a indignarme con las injusticias, voy a escuchar otras opiniones, voy a tener la mente abierta, voy a amar sin decir una palabra a menos que el otro se juegue un poco, porque yo me juego mucho, pero a veces me canso o me acobardo. Voy a excitarme con los desafíos y seré siempre la primera que quiera jugar una carrera.

No sé cuánto habré cambiado que a otra persona le molestó tanto como para hacérmelo saber... recién ahora!

Quizás dejé de ser romántica. Cambié las rosas por cactus, traté de conseguirme sola las estrellas y no esperar a que me las regalen. Miré a la luna en soledad, hablándole al cielo más que a mi vieja.
Amé más animales que personas. Abandoné las cenas a la luz de las velas, por noches con amigas.

Y también debo haber sido más dura. Me limité los horarios laborales y me dí espacios para mí misma. No me importó no irme de vacaciones un verano. Empecé a preocuparme por mí, anteponiéndome a los deseos ajenos. Y eso debe haber sido difícil de aceptar.

Empecé a sonreírle a todo el mundo, en lugar de guardarme las sonrisas. Me callé la boca un rato. Vomité palabras al siguiente.
Lloré más que de costumbre y ahora se me da por lastimar gente. Mejor dicho, se me dá por alejarme, por buscar mi propio bien, mi libertad, mi espacio, a mí, tratando de no pensar en las consecuencias, pero viviéndolas para aprender.

Se me dió por buscarme a mí.

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