30 de enero de 2012

Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca. 

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella. 

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace. 

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo. 

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos. 

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la sagaCrepúsculo

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.

Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela. 

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta. 

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe. 

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato. 

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida. 

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza. 

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.

28 de enero de 2012

Sacar fotos.

Cuando saco fotos me acuerdo de una parte de un mail re re largo que me respondieron una vez.
Esa persona es un fotógrafo y me enseñó todo lo que sé.

Y me dijo que, hace un tiempo atrás, decía que no era fotógrafo, sino que solamente sacaba fotos. 
Y que después se tuvo que cargar la mochila de Fotógrafo y hacerse cargo.

A mí me cuesta, me súper cuesta hacerme cargo. Me da vergüenza. Pero los gajes del oficio son así, y aunque sé muy bien que me falta aprender muchíiiiisimo, ya poder laburar de lo que me gusta me enciende bastante.

Hace un rato volví de sacar fotos. 
De que te digan "Fotógrafa" y te mueras de vergüenza, pero sin demostrarlo, siempre teniéndola clara frente al cliente, obvio.

Y me pasa en esos momentos que me doy cuenta lo mucho que me gusta.
Lo importante que es mi trabajo en ese momento: soy parte de la historia, del antes y del después de esa fiesta.
A todas esas personas quizás ni las vuelva a ver, pero todos fuimos parte de esos momentos efímeros que yo pude retratar, que yo congelo para que a nadie se le olviden. Para que los recuerden siempre. 
Soy la responsable de un montón de recuerdos. De momentos. 

Me siento parte de ellos, de la familia, de los amigos. 
Me emociono, me río, siento que en cada momento soy imprescindible. 
No me puedo relajar del todo porque siempre estoy alerta a cualquier momento que, si la fiesta fuera mía, yo quisiera guardar para siempre.

Hoy no encuentro muy bien las palabras. Es una mezcla rara de emoción y seguridad.

La seguridad de que esto lo quiero hacer toda mi vida.
De que hacer sociales siempre lo terminamos detestando, pero creo que también hay que buscarle una vuelta. De que el que busca, encuentra.

La emoción de saber que la gente confía en mí. 
Cómo me late el corazón al escuchar el ruido que hace la cámara cada vez que disparo. 
Esas pequeñas emociones.

Todo eso que, repito, no tengo palabras para describir.
Todo eso hoy empezó a formar una gran gran parte de mí. 
Que aunque ya lo era, hoy tomó forma y se materializó.

Y estoy más que feliz. Me siento plena.

Voy a ver si me le animo a la palabra Fotógrafa la próxima.

PD: Gracias Cucu por enseñarnos tanto, siempre te lo dije. Gracias Javo por el flash! Ya tenés asistente! :)  Gracias Gato y Sole, por todo, siempre. Grosos!!

23 de enero de 2012

Me fumé un corazoncito y me cayó como el orto.

"Estábamos enamorados y nos casábamos en algún país lejano, una isla en lo posible, donde los papeles de ese mismo casamiento no valían acá en Argentina, y teníamos uno o dos hijos, y vivíamos en una casa re re linda llena de arte.
Y trabajábamos de lo que nos gustaba, y no nos quejábamos, y nos acostábamos tarde y nos levantábamos con ojeras gigantes por haber pasado toda la noche "haciendo la porquería".
Nos aprendíamos el kamasutra y nos revolcábamos como animales.
Mirábamos muchas películas y series e invitábamos a amigos que se sentían a gusto en nuestra casa.
Cocinábamos juntos e inventábamos platos extraños. 
Yo escribía, y  pintaba, y patinaba, y nadaba y vos hacías todas esas cosas que te llena el alma hacer.
Y nos sentíamos a gusto, cómodos, en pertenencia, pero sin ponernos asfixiantes. 
Teníamos nuestra individualidad y nuestras libertades.
Cada mañana me despertaba y te acariciaba y me sonreías. Te besaba los lunares.
Nos charlábamos, filosofábamos, nos escuchábamos, nos entendíamos y nos preparábamos fernet.


Y aprendía a tocar la guitarra y te cantaba todas esas canciones que canto cuando pienso en vos."

Así era ese mundo idealista e imposible que seguro viví alguna vez en otra vida, y que se me cruzó por la cabeza en cuestión de segundos.


13 de enero de 2012

Las conchudas que no se hacen cargo del hijo me sacan.


Los niños me gustan un poco, no voy a mentir. Sólo un poco.

No me gusta el niño malcriado, gritón, llorón y sobretodo el que no entiende la palabra "NO".
Me gusta verlos, de lejos. Me gusta observar cómo se manejan, cómo hablan, etc...pero siempre de lejos. Ajenos.

Me dan el re amor los bebés, y los niños muy pequeñitos y dulces.
Pero los monitos cachivaches insufribles, no.

No sé tratar a un niño con dulzura, a menos que sea de mi entorno. Que, en tal caso, hago con el pobre niño lo que se me ocurre, y lo termino salvajeando e impregnando de violencia al mejor estilo Jackie Chan.
Si, me le pongo al mismo nivel. Cero madurez. Sobretodo si jugamos algún juego competitivo. No lo puedo dejar ganar, me cuesta horrores.
De todos modos, los niños de mi entorno me hacen hacer pis encima y los amo con el alma. Pero sólo a ellos.

Así que este mensaje es para usted, señora aplastada en el pasto del parque urbano sin nada que hacer más que matarse los mosquitos del brazo, podría por favor ponerle límites a esa criaturita que dios le dió y que no entiende que en cualquier momento puede terminar con la marca de cuatro ruedas en línea en la frente?

Podría, si no le molesta, vigilar un poquito al nene que quiso hacer slalom con la bici y casi nos hace mierda los conitos? Podría fijarse si se lastimó cuando chocó con otro y se fue al carajo? Podría consolarlo por lo menos? El poco amor que le pude dar no sirvió para contener que el muy loquito vaya y le pegue a esa otra criatura. Así que antes de que yo le agarre la bici a patinazos (?) por favor, hágase cargo de ese niño.

Repito: dónde carajo está la madre de este niño?? Le jode levantar el orto y sacar al pendejo de acá? Me lo voy a llevar puesto all inclusive y voy a llorar más que él, porque seguro me la doy con la bici.
O mejor, piense un poco antes de tener un pibe si lo va a abandonar así o cómprese un televisor.

Besos!

11 de enero de 2012

Verborrágica.

Estoy en esos momentos en los que escribo setenta y ocho post por día.
Simplemente no puedo parar, es más fuerte que yo.
Es una gran gran época de cambios y necesito volcarlos acá para procesarlos, entenderme, conocerme. Animarme.

Pero, para qué escribo?? Para quién? Por qué?

Antes que nada, escribo (y ya lo dije varias veces) para desahogarme.
Siempre tuve esa necesidad, desde chica, de hacer llegar a quien sea todo lo que me pasa por medio de la palabra escrita.
Quizás gracias a mi vieja que me regalaba libros, o me dejaba inspeccionarle la biblioteca cuando empecé a leer, alrededor de mis cuatro años.
Quizás gracias a que soy de acuario, y uno de nuestros lemas es la comunicación.
Quizás...que se yo a qué mierda se debe.

Escribo y siento que me libero, que los dedos piensan más rápido que mi mente, que me sale escribir cosas que no había pensado.

Escribo para mí. De chica escribía diarios íntimos, agendas, y los llenaba de pelotudeces y stickers.
Escribía cuentos, novelas y cartas.  Canciones, tengo escritas a looot of canciones. Sin música, claro.
Escribía paredes y mesas.

No tengo buena memoria. De hecho, no tengo memoria.
Me acuerdo que terminé la secundaria en el 2000, por ejemplo, pero si quiero hacer una lista de mis compañeros, no me voy a acordar de todos. No me acuerdo qué cené anoche. No me acuerdo fechas.
Olvido momentos importantes que me pasaron.
Así que esto es una buena manera de mantener fresca la memoria.

Escribo para otros. Para ustedes. Para el/la que se siente identificado, para el que cree que no estoy bien de la cabeza, para mis amigos, para el que me lee y no tiene idea quién soy, y sin embargo ya me conoce bastante. Para el que se cree que le escribo exclusivamente.

Escribo y muchas veces me limito.
Porque a mi siempre me gustó el misterio, y me gusta dejar cosas para la gente que me conoce "in real life". Para que cuando cuento algo no me digan:" Siii, lo leí" y me caguen el momento. Para que no se crean que me conocen del todo. (algo casi imposible, ya que ni yo me conozco plenamente). Para sorprender un poco.

Escribo porque siempre fue mi mejor manera de comunicarme, lejos.
Porque de frente se me complica. Todo se me complica.

Soy muy tímida, aunque no parezca.
Esto podría ser una fiesta en la que todos me ven y saben de mí y yo no puedo contarle nada a nadie, y me muero de vergüenza por el simple hecho de que me conozcan.
Y no puedo mantener una charla de este tipo, mucho menos iniciarla.

Si, soy tímida y me pongo esta armadura de la escritura para poder decir cosas que de frente jamás diría.
Entonces escribir es mi medio de comunicación predilecto.

Eso, escribo. Nada más.

Soledad Feliz.

Comer esa última porción de pizza y no tener que compartirla con nadie.
Decidir sin tener que llamar a elecciones, qué película ver hoy.
Acostarte a las cuatro, cinco, seis o siete de la mañana, sin que nadie se queje de que le molesta la luz, o de que no hagas ruido.
Darte cuenta de que no te equivocaste.
Llorar todo lo que se te canta.
No dar explicaciones.
Hablar, estar, encontrarte, con toda persona que te resulta interesante, sin culpa.
Salir con amigos, sin tener que chequear el celular.
Hacer lo que se te ocurra, viajar cuando, donde y con quien quieras.
Estar tan tranquilo los domingos, que no te sacás el pijama hasta las nueve de la noche, si es que hay planes. Sino, sigue puesto de corrido hasta el lunes.

Poder ser patética y armar películas imaginarias con un hombre sin rostro.
No tener límites.
No sufrir por amor.
Emborracharte hasta tener más alcohol que sangre en las venas.
Fumar y que te pegue tan feo que tenés que quedarte a dormir de una amiga, porque ni para decirle la dirección al remisero servís.
Tocarte sin pensar en nadie en especial. O en todos. (ay, qué horror, no?)
No andar insegura por la vida.
No rogar que no entre al blog.
Eliminar cualquier señal de amor o atracción antes de concretar cualquier cosa "por si las moscas".
Hablar sola.
No preocuparme por mis piernas maradonianas.
Volver a ver los seis episodios de Star Wars. Y la trilogía de Volver al Futuro y del Señor de los Anillos.
Leer y darte cuenta de que tenés tiempo para hacerlo.
No hacer proyectos ni promesas incumplibles.
Mirar con ganas y decir con más ganas: " a este le entro, o viceversa. Bueno, eso".
Tener toda la cama para vos.
Nadie te quiere cambiar.
Nadie hace planes por vos.
Nadie te pregunta si tenés onda con fulano, dos veces. Y después si te gusta mengano.
Nadie se queja de lo fuerte que respirás cuando te estás durmiendo.
Nadie ronca. Dormís en paz.
Nadie te rompe las pelotas.

Poder tener todos los horarios liberados.
Poder decir siempre que sí.
Poder ser lesbiana, aunque sea por un rato.
Poder escribir sin filtro en el blog.

Al fin y al cabo, no sentirte sola nunca.

Bancarte la recaída en la rehabilitación.
Estar tranquila.
Ser feliz.
Eso.

Soledad Infeliz.

Tener que rogarle a amigos para no ir sola a un recital.
Ir al cine solita, (que me encanta) pero no tener con quién carajo comentar la película.
Que el celular no te ande.
Dejar horas abierto el facebook, para ver que tenés dos notificaciones de "fulanito también comentó la foto de la putaqueteparió" y que nadie te dirige la palabra por chat.

Que los hombres lindos y que te resultan interesantes, de pedo saben tu nombre.
Y si lo saben, de pedo te hablan.
Que te encaran los que no tocás ni con una vara.

Que tu frase de cabecera es "Love is dead", que tu hermana más chica tiene más chances que vos, que todo lo que siempre viviste en pareja hoy lo detestás.
Que no podés ver parejitas felices, porque no les creés.
Que no sabés cuándo carajo te van a dar ganas de formar una familia (si te dan), o si en algún momento te vas a animar a convivir con alguien.
Y, sobretodo, si vas a conocer a alguien para convivir, ponele.

Que salir a comer es con amigas.
Salir a la noche, es volver con amigas.
Que con amigas tenés charlas mas hot y directas que con ese que te encantaría que se fuera al carajo y derrape diciéndote guarangadas acerca de todo lo que te gustaría que te haga.

Que vas a cumplir 29 años, sola. Pero viviendo con tus padres.
Que ese día alguien te va a preguntar "Yyyy...para cuándo??" Y vos vas a querer patearle la boca mientras se come un pedazo de TU torta, y de paso mandarlo/a a la recalcada concha de todas sus madres atorrantas, que bien putas deben haber sido para parir un ignorante como vos. (si, esto es un pre-aviso).

Eso, que son 29 años y vos ni ganas de tener otra vida.
Sólo de irte, lejos lejos, pero irte. Sola. SO LA.

Que llueve un poquito y vos querés hacer cucharita aunque sea con la colchoneta inflable de la pileta.
Que hasta capaz te excitaría si le das con un poco de ganas.
Que te tomás una caipirinha gigante y estás escribiendo sin parar.

Estar sola.

En mi casa los mejores momentos los paso sola.
Me encanta cuando me levanto y no hay nadie.
Cuando escucho que el auto se va.
Cuando el perro queda enredándose en su cucha, pariendo de dolor porque sus padres se ausentan. Porque yo ni le intereso, obvio.

Y me creo que esta soledad es toda mía y que nadie me va a romper las pelotas en años.
Y pongo la música a todo volumen.
Pongo a cargar una peli.
Escribo. Canto. Bailo barriendo. Hago pis con la puerta del baño abierta.
Me cocino algo rico, para mi solita.
Hago listas, continuo leyendo algo de los tres libros que estoy leyendo, me mareo, los dejo y agarro una revista o el catálogo inmobiliario. Resalto con mi amarillo esos departamentos a los que me mudaría YA MISMO aunque tenga que dormir en un ambiente solo con  la cabeza en el inodoro.
Trabajo un ratito, pero me aburro de no disfrutar la soledad y vuelvo a cantar fuerte fuerte cual karaoke.
Limpio. Hablo con mis peces. Saco fotos.
Empiezo a ver la peli que dejé cargando. Me aburro y pongo a cargar un episodio de How I Met Your Mother. Y me veo como cinco de corrido.

Salgo al patio y miro al cielo. Y le charlo, Vaya uno a saber de qué charlo con el cielo.
Le agradezco ese momento efímero de soledad, de paz.

Estar en soledad, que no es lo mismo que sentirse sola.

Es ese momento de comodidad con una misma.
Y de crotez. Porque me miro al espejo, con anteojos, pelo enmarañado, con raíces, pollera hippie viejísima y remerita inmunda que de blanca pasó a amarillenta.

Esa es mi vida en soledad.
Por ahora no me quejo.

Y la etiqueta que inauguro es una frase que detesto: "Ser sola". Porque una a veces está sola, se siente sola. Pero qué carajo es "Ser sola"?? Es esto. Sentir que aunque encuentres al mejor Romeo del mundo, vos siempre vas a ser sola, individual, independiente, separada del resto. Eso es ser sola. Suena lindo, aunque sea una frase de mierda.

8 de enero de 2012

Mis amigas.



"Por qué será, que todos guardan algo
cosas tan duras que nadie puede decir,
y van todos caminando como en una procesión
de gente muda que no tiene corazón.

Por qué será, que me gusta la noche, mujer
porque todo el que queda es un padre para mí,
que se anima a decir todo y que te enseña a vivir
lo que millones no se animan a decir.

Por qué será, que te mordés la lengua
es el miedo que se para frente a vos,
si te ahorca la memoria, no te dejes arrastrar,
vamos afuera, que mis amigos se van...

Por qué será, que te quedas adentro mujer
no te quedes que acá afuera es carnaval,
carnaval toda la vida, y una noche junto a vos
si no hay galope, se nos para el corazón."


De tener banda de sonido, mi vida contaría con esta canción alrededor de mis dieciocho años, y volvería ahora mismo a sonar de fondo.

Me acuerdo cómo saltábamos abrazadas con este tema, como si realmente la vida se nos hubiera estado yendo.

Hoy, once años después, me dí cuenta que sí, "que se te va pasando el tiempo mujer, y...que la vida se te va".

Y que hace más de once años, calculo alrededor de unos doce o trece, que conocí a la mayoría.

Ana, Eleo, Juli, Lau, Nat, Sole: yo no sé qué sería de mi vida sin ustedes.
Sin Gato y sin Nico.

Sé muy bien que tenemos diferencias, que la vida nos acerca y nos aleja de muchas personas.
Que quizás no decimos las cosas que tenemos ganas de decir porque somos muy vuelteras. Somos mujeres!
Y que a veces no escuchamos, a veces hablamos de más, y a veces nos irritamos. Que tenemos miedos.
Que estamos viviendo momentos muy especiales y que queremos que la otra viva y entienda en carne propia esa determinada situación.
Pero somos personas diferentes, y vivimos en estados diferentes, todo llegará a su debido tiempo.

Honestamente me parece que nos falta escucharnos un poco más, entendernos y comunicarnos como se debe. Ya llegará ese momento.
Y creo que principalmente NOS FALTA ABRAZARNOS y decirnos que ESTAMOS, y tratar de comprendernos y escucharnos, en lugar de suponer cosas o negarnos a vivir situaciones porque nunca estamos todas de acuerdo.

No podemos ser tan infantiles de creer que siempre vamos a estar "Todas para una y una para todas". Ya sabemos cómo es esto, y cómo es la confianza que nos tenemos, con quién y a qué nivel.
Pero tampoco podemos dejar morir esto que tan felices nos ha hecho y nos hace, más allá de las diferencias.
No sé, es sólo mi humilde opinión detrás de una computadora.

Mi vida siempre fue cíclica, siempre tuve diferentes grupos de amigos, voy y vengo con un montón de personas, y hasta tengo en claro que ya hay otras personas que no quiero sacar de mi vida además de todos ustedes, con las que tengo este nivel de amistad.
Pero, en fin, siempre vuelvo a mis raíces.

Y mis raíces son ustedes.


3 de enero de 2012

Crazy Little Thing Called Love.

Bueno, finalmente me cansé de aguantarme y tengo la imperiosa necesidad de hablar de amor.
Acá va lo que pienso del amor en general, y de las cosas que aprendí con el tiempo.

Personalmente, yo me he mandado mis macanas, lo tengo que reconocer.
Desde la adolescencia que vengo de relación en relación.
Hubo muchas cosas que aprendí entre tanto.

Fui celosa, celada, abandónica y abandonada.
Hice promesas sabiendo que no estaba en mí el poder cumplirlas o no.
Cuestioné estupideces, pero siempre me molestó ser cuestionada.
Fui muy romántica, pero también me congelé como un iceberg.
Me comprometí hasta el fondo cuando creí que lo tenía todo, que no iba a querer nada más.
También me olvidé de los compromisos, y quise recuperarlos cuando ya era tarde.
Entregué más de lo que me hubiera imaginado. También quité y recelé lo que podía dar.
Y me resguardé, cuando caí en la cuenta de lo mucho que había dado.
Amé mucho, amé con cariño, amé con pasión. Con todo eso, también dejé de amar.
Me dejé caer en la rutina cuando no amaba más, abandoné todo cobarde y sutilmente, hasta que tuve que tomar decisiones.

En fin, a todos nos ha pasado alguna vez.

Y es el día de hoy que no quiero, por nada del mundo, tener una relación como las que tuve.
Porque fueron lo que quise en su momento, o lo que creí necesitar.

Hoy no.
Hoy sé que no puedo tener una relación basada en "normas sociales" o estereotipada.

Porque yo no soy así.

A mí no me gustan los clasisismos, los osos de peluche (a menos que tengan la forma de Yoda, por ejemplo) ni las tarjetas con corazones.
Soy muy sentimental, sí, pero pasa por otro lado.
Prefiero cocinar o comerme un pancho antes de que me paguen una cena en el restaurant más caro de la ciudad.
Prefiero tirarme en el pasto a mirar las estrellas, cerveza en mano (ponele) y charlar o filosofar estupideces toda la noche, antes de salir a algún boliche vestida de gato, con un boludo con remera ajustada de la mano.
Prefiero que me digan "Hoy no nos vemos porque hago tal cosa" antes de estar con alguien que tiene cara de ojete.
Prefiero que me cuiden y respeten diciéndome la verdad, antes que andar con vueltas.
Prefiero la simpleza de mirar dibujitos, de hacer pochoclos, de hacernos cosquillas.
Prefiero las ojeras, las sábanas enredadas y los desayunos a las tres de la tarde.
Prefiero la honestidad antes que cualquier obligación sentimentalista o impuesta por la sociedad.

No me gusta tener que ver a la otra persona "determinados días".
No me gusta que me organicen como a una agenda.
No me gusta discutir cuando no hay un fin determinado.
(Ojo, soy híper buscarroña y puedo llegar a generar discusiones de la nada!)
No me gusta encerrarme toooodos los días a ver películas.
No me gusta la rutina.

Y veo que hay parejas que pierden el tiempo.
Se los diría.
También cuando veo una relación estática y rutinaria, me da asco, no lo puedo evitar.
Quizás ellos la pasan bomba en esa vida mediocre, qué se yo...

Pero hoy en el parque, por ejemplo, una chica le cuestionaba al novio haber llegado media hora más tarde a buscarla.

Y ahí se me prendió la lamparita. Yo no quiero eso.

Yo no quiero alguien a quien romperle las pelotas, ni que me las rompa a mí.
No quiero que me tengan desconfianza, que me hagan quilombo por boludeces o que me cuestionen cómo organizo mis tiempos. Mucho menos que se meta en mi bolsillo.
No quiero que me regalen flores el 14 de febrero porque lo dice el consumismo.
No quiero que tener una relación con alguien signifique que nos vamos a casar y tener hijos.
Y, decididamente, no quiero tener una relación de ningún tipo con alguien que no sueña o no tiene proyectos.
O que no sabe lo que quiere. En la vida, en el trabajo, en todo.

Sé que soy bastante vueltera y rebuscada, pero cuanto más simple y directo, mejor.

Yo, el día que esté con alguien, voy a exigir, eso si: que podamos charlar o tener algún tipo de conexión mental/intelectual importante, tener buen sexo y tomar un fernet sin pensar en qué pasará mañana.
A menos que todo haya tomado un tinte importante en ambos corazones, que en tal caso se verá.

Porque lo que tenga que ser, será.
Y sino, que te garúe finito.