26 de febrero de 2012

Esa cosa.

Me despierto con el short del pijama al revés.
Hago reconocimiento de escena.
Buenísimo, es mi habitación.
Por lo menos no estoy en casa ajena o escenario desconocido.

Se me revuelve el estómago.
Me siento en la cama y la cabeza da miles de vueltas.
Contractura en la nuca. Mal.
Probablemente así como llegué, apoyé la cabeza en la almohada y me dormí como morsa en alguna posición de mierda.

Busco mi ropa en el lugar donde la dejo casi siempre. No está ahí.
Está en otro rincón, en un sillón, donde la apoyé con ese olor a humo de lugar cerrado y seguramente se lo contagió a los almohadones. Odio el olor a cigarrillo. Quiero fallecer de sólo olfatear esa ropa.

Miro hacia otro rincón. Me saqué el anillo y las pulseras y las dejé en cualquier lado. Tengo cajitas para esas cosas. Al pedo por lo visto.
Hago cara de "Qué??! Mi no entender".

Al lado de mi cama, en el piso, la cartera. En el piso!
Eso es desarmarte y tirarte a la cama así embalada como venís.

Trato de bajar las escaleras lo más correctamente posible.
No me saqué el maquillaje anoche. Soy The Walking Dead.

Madre y marido de madre están abajo a punto de almorzar.
Los asusto con mi presencia.
El olor de la comida me da náuseas.
Me preparo soda con limón. La tomo. Me da asco.

Vuelvo a la cama.
Se me parte todo el cuerpo.
Me duele la resaca.
No puedo seguir tomando y cía. así, por lo menos no a este ritmo.

Bendito feriado inventado el de mañana.
Amén.

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