11 de marzo de 2012

Química a marzo.

Cuando era chica tenía juegos de química, no de esos que se compran, sino que fuimos armando con mi vieja.
Ella, Ingeniera Química de carrera trunca, me enseñó bocha de elementos y combinaciones.
Tuve (y tengo guardados) dos microscopios. Los amo.
Tengo un telescopio también. Es pequeño, pero potente. Sueño con el día que me pueda comprar uno gigaaaante y pueda conectarle la cámara de fotos. Hoy tuve 10 años.

Entre las carreras que fantaseaba de pequeña, estaban la de bióloga y bioquímica.
Obviamente ni sabía de qué se trataban a ciencia cierta.
(nota: creo que en mis 29 años evalué todas las carreras existentes en el mundo, exceptuando con firmeza matemática, física, abogacía y contabilidad).

Armé herbarios y junté bichos y microbios por doquier.

Mi rincón de química era una mugre. Azul de metileno, azufre, bicarbonato, fenolftaleína, tubos de ensayo, plaquetas, caja de Petri, etc... Sangre, mocos, piel, insectos, etc. Todo servía para investigar.

En la secundaria creo que me llevé química una vez, y lo escribo dudándolo.
Física seguro, en segundo año.

En fin, descubrí tantas reacciones que me maravillaba mezclar porquerías.
Nunca hice estallar nada, aunque no hubiera estado tan mal.
Era demasiado nerd.

Hoy me levanté temprano porque tenía un bautismo.
No necesito explicar que ayer fue sábado.
Así que me fui derechito a la heladera, saqué limón y soda.
Puse el limón.
Le eché la soda.
Se me dió por hacerla completa y le eché jengibre.
Y el toque final, con una cucharada de azúcar.

Tanta química al pedo.
Nunca me hubiera imaginado que la cucharada de azúcar al final, iba a hacer que subiera todo el líquido y se volcara y manchara toda la mesa. "Ffffffffffffffffffffff!!!!!!!!!!!" fue el sonido exacto de esa reacción.

Ahí resté como 7 años.
Me sentí de 3.

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