29 de diciembre de 2012

El último viernes del año. Parte II


En el banco:

Estoy en la cola del banco. No recuerdo cuándo fue la última vez que pisé una entidad de este tipo.
Estoy a casi una cuadra de distancia de mi objetivo. Hay gente, a lot of gente, pero por lo menos corre un tierno vientito.
Miro a la gente que pasa.
Chusmeo la vidriera de enfrente y me imagino re linda (?) en uno de esos vestidos. Pero inmediatamente elimino de mi cuerpo la celulitis, y de mi vida las deudas, para poder invertir en mi guardarropas.

Huelo a la gente. Algunos andan recién bañados, otros sólo se perfumaron, algunos ni siquiera eso. Insufribles. Te queman los pelitos de la nariz.

Y pienso. Mucho pienso. Siempre pienso.

Pienso en la amiga que tuve hace unos años,y que volví a ver recién, dejándole un CV en sus manos, en la escuela donde trabaja.
Pienso que por el paso del tiempo y la distancia que generó la vida, ya no somos amigas ni merezco ese nombre. Pero para mí sigue siendo "Maru, mi amiga".
Pienso también que soy muy colgada, al límite de lo imperdonable, y que me hubiera gustado estar con ella en algunos momentos de su vida. 
Pienso que siempre le prometí visitarla y nunca lo hice. Pienso que podría hacerlo este verano, y por lo menos no arrepentirme de no haberlo hecho nunca.
Porque a veces nos arrepentimos de cosas que no hicimos o dijimos, y es mucho peor que arrepentirnos por las que sí tuvimos el coraje de hacer o decir.

Me aburro.

Me tiro pedos.
Sin importarme el señor de atrás, que me disculpe, pero estoy aburrida y me tiro pedos.
Lo hago porque estoy al aire libre, y la verdad me importa un pedo -valga la redundancia-lo que se pueda llegar a fumar ese señor.

Me siento, me apoyo en la pared.
Me aburro de nuevo.

Para paliar este aburrimiento, empiezo a sentir burbujas en la panza.
No, no es amor. Es otro pedo.
Con él se desvanece mi último rastro de femineidad, convertido en un cúmulo de aire podrido que nace desde mis entrañas. "¿Así se siente tener un hijo?""¿Qué comí anoche, basura?"
Y así me planteo dudas existenciales, como si tendré que hacer esa parada obligada en casa de madre antes de ir a Capital, o decidir cagarme en el bondi.

Veo una mujer, viene de frente. "Qué fea mujer", pienso.
Tiene como mi edad, pero sin señales de que alguien se la está cogiendo.
Solterona, vive con los padres, trabaja de algo que hace más monótona y triste su vida día a día. Quiere renunciar pero no tiene el coraje.
Algo me dice que podría ser linda en el fondo. Muy en el fondo. Al estilo Betty la Fea.
"Necesita un Extreme Makeover", me digo. Y me pongo a imaginar todos los cambios que le haría, arrancando por eliminar ese "no estilo" de vestimenta chota que tiene. Y esos anteojos, esos anteojos madre mía! Tienen las patillas de animal print, más precisamente de cebra. Es una pauta de que también es una histérica.

Entro finalmente al banco, me olvido de la fea.
Empiezo a ver gente conocida: mi primo con su pareja, una de mis profesoras de Portugués-a quien prometo volver a ver el año que entra-, una tía. 
A todos les llamo la atención tocándole el brazo sutilmente con mi dedo índice. "¿Quién soy, ET?" Me rescato y dejo de saludar gente como una pelotuda.
En eso pasa la fea. Me nacen ganas de escupirla por no tener nada de onda, pero la dejo pasar.
"Pobre, capaz que ni su culpa es...".

Casi dos horas después, salgo de ese infierno.
"Me voy, hijos de puta! Ojalá no los vea nunca más!!" saludo mentalmente a todos los empleados del banco. 

Qué asco el Banco Provincia.

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