16 de julio de 2013

Yo no me pinto los labios de rojo.

No me considero una mina sexy.

Y no, yo no me pinté nunca los labios de rojo, más que a los 5 años cuando me pintarrajeaba la cara como si me hubieran disparado con la escopeta de Homero.
Tengo los dientes chuecos y el labial rojo sólo llamaría la atención al pedo.

Nunca usé base de maquillaje y menos cubreojeras.
"A mí si alguien me va a querer, que me quiera como soy".
Soy así, pálida y con ojeras que denotan que no siempre duermo bien.

No me gusta usar minifaldas, me resulta incómodo. Más allá de la celulitis que a todas nos trauma, a mí dame polleras más o menos a la rodilla o más abajo.
No, no soy Testigo de Jehová.
Simplemente me gusta ser natural y no puedo serlo con una pollera que me limite los movimientos. Si me quiero sentar en el piso, no quiero hacerlo practicando una pose de yoga para que no se me vea la chabomba.

Nunca me vestí de gato. Ni minifalda, ni botas blancas, ni transparencias. Hay cosas que prefiero dejar que me conozcan en la intimidad, y que además no me interesa vestir.
Mucho menos usar las tres cosas juntas.

Nunca fumé para hacerme la sexy.
Porque además cuando lo hice fue en muy pocas etapas de mi vida y por suerte nunca agarré el vicio.
Además a las únicas mujeres que fuman y que soporto son a mi vieja y a mis amigas, a las pocas que fuman.
Pero al resto, verlas fumar como si fuera sexy mientras te estás matando de a poquito, mmm, no, no me resulta para nada agradable. Me parecen muy gilas.

No soy 90-60-90, ni mido 1.70mt.
Pero aprendí a llevarme bien con mi cuerpo y, la verdad, con gustarle así al hombre que amo, me basta y me recontra sobra.

No tengo linda nariz.
Me hago cargo: mi nariz de perfil es una griega cagada a palos, y de frente se ensancha cuando río.
Pero es mía, y no la pienso modificar con nada.

No uso escotes abundantes.
Para mí no es necesario mostrarte lo que tengo. Ni a los hombres para atraerlos, ni a las mujeres para competir.
De hecho el tema físico no es tan primario para mí.

No soy rubia.
Y claramente nunca lo sería.

Y finalmente, no necesito ni vestirme como putita, ni maquillarme como una Barbie, ni tener maneras de ser sexies.

Porque las cosas que me interesaron conseguir en la vida, siempre las logré usando otros métodos.

La cabeza, por ejemplo.

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