31 de agosto de 2013

Alejo Ledesma.

En Alejo Ledesma hay paz.
Los nenes van caminando solos a la escuela, los locales tienen las puertas abiertas a cualquier hora, la gente te saluda por la calle, todos tienen una sonrisa para el otro, se escuchan los pájaros, hay muchas bicicletas y pocos autos.

Es un pueblo de 3000 habitantes. Hay mucho silencio, del lindo, también.

No necesito aclarar que no hay inseguridad, quizás la sorpresa me asombró como no debería haberlo hecho.

Veo una nena que está yendo a la escuela, en bici, con la mochila a cuestas.
Frena la bici al lado del bicicletero de la Parroquia, ni siquiera dentro del mismo. Pone la patita, se acomoda la mochila, se va a la escuela que está al lado.

Pasan casi tres horas y yo me tengo que volver.
La bici, inmutable.

Y seguramente la nena haya salido a las cinco de la tarde, y se haya vuelto a su casa en la bici, porque vive en un pueblo educado.

29 de agosto de 2013

El amor.

Quizás lo más loco del mundo, es cuando dos personas se atrajetean y cumplen con lo exquisito del parapernófilo de la ridiculancia masóvica del amor.

Se miran, jogorrean, atrascatan sin prudencia.

Compliquitrolan la vinivilancia de un mundo catórrico y truscado, como si no importara nada más que su disirricoidea emicostal.

De repente, una yugulosca sale de la nada. Parece que los frugalea pero no, les sirve para quintiguarse, para acercarse al opulentizamiento irigorte de la madrugada.

Pero hay amor, y eso es lo único que importa.

28 de agosto de 2013

Campana.

Mi ciudad es linda. Pero no se siente bien.

Tenemos río, tenemos plazas y espacios verdes.
Tenemos escuelas, teatros, catedrales, pulpería, restaurantes, pizzerías, bares, heladerías.
Como en todas las ciudades.

También hay gente copada y gente de mierda; hay gente que siempre te da una mano y otros que te la quitan, pero eso no es lo importante porque uno ya sabe quién es quién, y sabe a quién acercarse y a quién no.

Lo importante es que acá la mayor fuente de trabajo y lo que ha generado que la ciudad crezca tanto, son las fábricas.

Tenaris con sus tubos de acero, la Esso con sus derivados del petróleo, Cabot con sus porquerías de carbón, y Carboclor con solventes, alcoholes, destilados, ácidos y otros contaminantes...

En fin, así como "dan de comer" a muchos, me doy cuenta de cuánto entristecieron la ciudad.

No hablo del aspecto físico o geográfico solamente; más allá de los cielos grises y sus chimeneas de nubes tóxicas, lo que indigna es que todas lindan con el río y el pobre se come todos esos desechos...

La tierra y el agua pagan el pato acá.
Nos daban de comer y ahora lo que nos da de comer los destruye.

La tierra sufre, llora, le duele.
Está sucia, cansada, agotada.
Se la ve triste y desganada, como si no tuviera esperanzas. Está tan contaminada que las plantas crecen a duras penas.

El aire genera una cantidad increíble de alergias y enfermedades, y el nivel de cáncer supera ampliamente a otras ciudades vecinas.

No voy a entrar en detalles ni en estadísticas, solo diré que la ciudad sería mucho más pura y limpia, si no hubiera crecido tanto.

Una gran paradoja.

26 de agosto de 2013

Miz amigoz loz ezpezialez.

Cuando a veces salgo de mi lugar normal, empiezo a mirar todo de manera diferente.

Y me doy cuenta de que cada persona tiene una virtud y un defecto muy claros, y siempre, pero siempre, tienen alguna frase o actitud que los define, quizás no en profundidad, sino en un pequeño aspecto que nos hace identificarlos.

Así como tienen esas cosas mis amigos, que son claramente muy especiales. No me voy a poner a clasificarlos ni a decir qué defecto o virtud tienen, porque realmente eso no me importa.

Pero si pienso en ellos, los imagino enseguida con la siguiente frase o actitud:

Juli
Como a los 5 años, sacude todo el cuerpo cuando patalea haciendo ese ruidito de mierda de nena caprichosa -mezcla de llanto fingido con ruidos de otro planeta- que me tienta tanto que hasta me dan ganas de pegarle.
O, se dá vuelta de golpe, cual Susana en la publicidad de Shock, pero diciendo "QUÉ?!", así sea que escuchó algo bueno, malo o un chusmerío que no sabía.

Sole
Su frase no es más ni menos que: "Y vos pensás eso?", que en realidad es el comienzo de un análisis exhaustivo del tema inherente, y que termina haciéndote ver que no, que pensás otra cosa o que por lo menos la otra cosa es mejor de la que pensabas previamente. Te hunde el cuchillo de la verdad, siempre.
Su plan B consiste en decir que si a algo que todos decimos que no. Y termina teniendo razón.

Gato
Tiene el superpoder de que la gran mayoría de las cosas que a un ser humano normal exacerban, le chupe un huevo.
Pero siempre que algo le resulta injusto te manda un "Le vas a hacer causa por eso, pobre loco/a?"
Su frase debería ser "Vive y deja vivir". Y se la tendría que tatuar en alguna mitocondria. (?)

Nico
Nico además de sensible, es hipocondríaco, o se hace. Cuando estás hablando de una enfermedad, un accidente, una mina muy linda o cualquier otra cosa, se apoya la mano en el pecho y dice "Ay, pará boluda..." y siente los síntomas previamente hablados; o quizás la charla se ve que le tocó alguna fibra interna que el resto de mortales no tenemos.

Ana
Ana no dice, Ana mira. Y tiene un catálogo tan definido de miradas, que no podemos no darnos cuenta de cómo le cayó eso que dijimos.

Lauri
Lauri probablemente haya tergiversado todo lo que hablamos, o haya escuchado la mitad. Así que aunque hayamos estado planeando el próximo cumpleaños o la tercer guerra mundial, ella va a tener una sonrisa en la cara y una actitud conciliadora, a la vez que dice: "Yo hago brownie!" (y lo dice cantando capaz)

Eleo
No tengo más nada que decir que "Ay, qué hija de puta, sos una manga de yegua!"

Nati
"Agustín, QUÉ ESTÁS HACIENDO??!!!" es la frase que la estaría caracterizando últimamente. Si hay actualizaciones, las instalo y aviso.

25 de agosto de 2013

La práctica de la soledad deliberada.

"La soledad no es ausencia de energía o acción tal como algunos creen, sino una abundancia de provisiones salvajes que el alma nos transmite. En tiempos antiguos, tal como sabemos a través de los escritos de los médicos—sanadores religiosos y místicos, la soledad deliberada era no sólo paliativa sino también preventiva.

Se utilizaba para curar la fatiga y prevenir el cansancio. También se usaba como oráculo como medio para escuchar el yo interior y pedirle unos consejos y una guía imposibles de escuchar en medio del estruendo de la vida cotidiana.

Las mujeres de la antigüedad y las modernas aborígenes solían crear un lugar sagrado para esta clase de comunión y búsqueda. Dicen que tradicionalmente se establecía durante el período menstrual de las mujeres, pues en estos días una mujer vive mucho más cerca de su propio conocimiento que de costumbre; el espesor de la membrana que separa la mente inconciente de la conciente se reduce considerablemente. Los sentimientos, los recuerdos, las sensaciones que normalmente están bloqueados penetran en la conciencia sin ninguna dificultad.

Si una mujer se adentra en la soledad en este período, tiene más material para examinar.

[...]

Si practicamos habitualmente la soledad deliberada, favorecemos nuestra conversación con el alma salvaje que se acerca a nuestra orilla.
Y lo hacemos no sólo para "estar cerca" de la naturaleza salvaje del alma sino también, como en la mística tradición de tiempos inmemoriales, para hacer preguntas y para que el alma nos aconseje.

¿Cómo se evoca el alma? Hay muchas maneras: por medio de la meditación o con los ritmos de la carrera, el tambor, el canto, la escritura, la composición musical, las visiones hermosas, la plegaria, la contemplación, el rito y los rituales, el silencio e incluso los estados de ánimo y las ideas que nos fascinan. Todas estas cosas son llamadas psíquicas que hacen salir el alma de su morada.

[...]

En realidad, lo único que hace falta para alcanzar una soledad deliberada es la capacidad para desconectarse de las distracciones. Una mujer puede aprender a aislarse de otras personas, ruidos y conversaciones, aunque se encuentre en medio de las discusiones de un consejo de administración, aunque la persiga la idea de que tiene que limpiar una casa que está patas arriba, aunque esté rodeada de ochenta locuaces parientes que se pasan tres días peleándose, cantando y bailando en un velatorio.

Cualquier persona que conozca lo que es la adolescencia sabe muy bien cómo desconectar. Si ha sido usted madre de un niño insomne de dos años sabe muy bien cómo alcanzar la soledad deliberada. No es difícil de hacer. Lo que cuesta es acordarse de hacerlo.

Aunque probablemente todas preferiríamos visitar nuestro hogar de una manera más prolongada, marcharnos sin que nadie supiera dónde estamos y regresar mucho después, también es útil practicar la soledad en una sala ocupada por mil personas. Puede resultar raro al principio, pero lo cierto es que las personas conversan constantemente con el alma. Sin embargo, en lugar de entrar en este estado de una forma conciente, muchas caen en él de golpe a través de un ensueño o "estallan" de repente y se "encuentran" en él sin más.

Pero, puesto que normalmente se considera una circunstancia desafortunada, hemos aprendido a camuflar este intervalo de comunicación espiritual designándolo con términos mundanos tales como "hablar con una misma", estar "perdida en los propios pensamientos", tener "la mirada perdida en la distancia" o "pensar en las musarañas". Muchos segmentos de nuestra cultura nos inculcan este lenguaje eufemístico, pues por desgracia ya en la infancia se nos enseña a avergonzarnos si nos sorprenden conversando con el alma, sobre todo, en ambientes tan pedestres como el lugar de trabajo o la escuela.

[...]

La unión con el alma nos hace brillar de resplandor espiritual y nos induce a afirmar nuestras cualidades cualesquiera que éstas sean. Esta breve e incluso momentánea unión deliberada nos ayuda a vivir nuestras vidas interiores de tal forma que, en lugar de enterrarlas en el autotrastocamiento de la vergüenza, el temor a la represalia o al ataque, el letargo, la complacencia u otras reflexiones y excusas limitadoras, dejemos que nuestras vidas interiores se agiten, se enciendan y ardan en el exterior para que todo el mundo las vea.

Por consiguiente, aparte del hecho de adquirir información acerca de cualquier cosa que deseemos examinar, la soledad nos puede servir para evaluar qué tal lo estamos haciendo en cualquier esfera que elijamos.  [...]
El siete se considera a menudo un número femenino, un número místico que representa la división del ciclo lunar en cuatro fases equivalentes al ciclo menstrual. El cuarto creciente, la luna llena, el cuarto menguante y la luna nueva. En las antiguas tradiciones étnicas femeninas, en la fase de la luna llena se tenía que analizar la propia situación: el estado de las amistades, de la vida hogareña, del compañero y de los hijos.

Nosotras también podemos hacerlo durante nuestra fase de soledad, pues es entonces cuando reunimos todos los aspectos del yo en un momento determinado, los sondeamos y les preguntamos, para descubrir qué desean ellos/nosotros/el alma en aquel momento y, a ser posible, buscarlo. De esta manera tanteamos nuestra situación presente. Hay muchos aspectos de nuestra vida que tenemos que evaluar con carácter continuado: el hábitat, el trabajo, la vida creativa, la familia, la pareja, los hijos, el padre/la madre, la sexualidad, la vida espiritual, etc.

La medida utilizada en la valoración es muy sencilla: ¿qué es lo que necesita más? Y: ¿qué es lo que necesita menos? Preguntarnos desde el yo instintivo, no con una lógica formal, no a la manera del ego sino a la manera de la Mujer Salvaje, qué trabajo, ajustes, flexibilizaciones o acentuaciones se tienen que hacer.

¿Seguimos todavía el rumbo que debemos seguir en espíritu y en alma? ¿Se nos nota por fuera vida interior? ¿Qué tenemos que entablillar, proteger, lastrar o aligerar? ¿Qué tenemos que desechar, mover o cambiar?

Tras un período de práctica, el efecto acumulativo de la soledad deliberada empieza a actuar como un sistema respiratorio de vital importancia, un ritmo natural de adición de conocimientos, introducción de pequeños ajustes y repetida eliminación de lo que ya no sirve.

Se trata de algo no sólo poderoso sino también pragmático, pues la soledad ocupa un lugar muy bajo en la cadena alimenticia; aunque la intención y el seguimiento cuestan un poco, es algo que se puede hacer en cualquier lugar y momento.

Con el tiempo y con la práctica, empezarás a formular espontáneamente preguntas al alma.

Algunas veces sólo tendrás una pregunta. Otras veces no tendrás ninguna y sólo querrás descansar en la roca cerca del alma y respirar con ella."

Clarissa Pínkola, Mujeres que Corren con los Lobos, cap.9.

18 de agosto de 2013

"-Oootro gatoo!"

Vino un gato.

Recién había colado los fideos y los había tirado al plato con manteca. Les estaba por echar queso untable -porque amo las mezclas pegajosas y los fideos pasados- y afuera de mi puerta maullaba un gato.

No nos es permitido tener mascotas.
Quizás por el barullo, quizás porque vivimos en una época futurista, automática y mediatizada donde los animales no son bienvenidos por la ausencia de la capacidad de comunicarse con el habla.
Pero igual nos hablamos, y nos entendemos.

Le abro la puerta, entra tímidamente, se deja acariciar con recelo.
Como unos fideos y lo vigilo con la mirada; no sea cosa que no sepa decirme que quiere hacer pis y termine llenándome de ése olor ácido que tiene el orín de gato, algún mueble.

Soy hija única. A veces, cuido las cosas como si fueran a morirse sin mi cuidado. Lo mismo para una pareja, para una planta, para mi mamá, para mi colección de piedras o para un mueble que puede ser meado por un gato. No así al mismo gato, porque no me pertenece.

Hago "click".
-El gato no me pertenece- pienso.

-Andá a tu casa- le digo después de verlo retozar en el piso como si fuera un humano en un sillón masajeador.

No quiere salir. Le chisto, y me mira como diciendo "-Ya?"
-Si, tan pronto- le respondo telepáticamente.

No me hace caso. Lo alzo y lo pongo del lado de afuera de la puerta, con la excusa del pis, la de la pertenencia y la de "tenés que ir a tu casa, ésta no es".

Me mira con los ojos grandes e intenta volver a entrar. Le entrecierro la puerta, lo sigue intentando.
Tengo hambre y se me enfrían los fideos.
Quiero comer y el gato quiere volver a entrar.

Me siento una descorazonada, pero finalmente le cierro la puerta. Desaparece sin más, no lo escucho maullar ni insistir.

Me meto de a rollos los fideos tibios en la boca.

"Pertenencia.
Otra ridiculez del ego.
¿Quién te dijo que ese gato tiene casa?
Pensaste en que no le podías dar nada de comer porque tu comida no era "apta" para un gato, pero ni intentaste convidarle de tu fideos, acaso pensando que el pobre animal vino por un poco de comida. Vino a darte un poco de amor porque sabe que no te estás sintiendo bien, quizás para demostrarte que no sos tan egoísta.
Pero no, lo echaste y lo dejaste afuera con el frío, sin comida, pensando que tiene una casa adonde ir sólo porque no parece un gato callejero, porque puede "pertenecer" a algún vecino y tener "su" casa.
Pertenencia.
Qué ridiculez.
Nadie le pertenece a nadie, nada te pertenece. Ni un gato, ni tu novio, ni siquiera tu mamá. Ni tus libros ni tus discos.
No sos dueña, nadie es dueño. De lo único que podés jactarte que es tuyo es de tu Conocimiento, y aún así, estar jactándote sería una muestra del ego.
El gato es de la tierra, de la vida, y por un rato pudo ser tu compañía.
Pero en lo más profundo lo alejaste por tu miedo a encariñarte, porque las cosas van y vienen como en un ciclo, y cuando se van es cuando más te duele. Así que lo echaste por tu miedo, porque el gato podía quedarse a darte amor y no lo aprovechaste, preferías evitar el hecho de que luego se iría y lo extrañarías.
Tenés que aprender que, como dije, ni las cosas ni las personas ni los animales pertenecen a nadie.
Tenés que aprender a moderar las ansias, a superar las pérdidas, a solventar el amor con tu luz.
Tenés que aprender, sin duda, que el amor no tiene tiempo, y que siempre está.
Esté el gato físicamente con vos, o no."

Y me llené y me sobraron fideos, la ración justa para un gatito de ese tamaño.

16 de agosto de 2013

Números, fechas y causalidades.

No casualmente encontré un libro "guía" en mi librería preferida, sin siquiera saber que existía ni conocer la pareja de autores.
Lo comencé a leer un 25 de julio, y el libro narraba un suceso que les cambió las vidas a los autores (que son marido y mujer) un 27 de julio.
Lo compré porque la noche anterior había soñado con el número 332 y el libro me hablaba de lo mágico del número 333. Sí, me dejé llevar.
Y sin embargo es un libro guía, como dije, porque me sacó un montón de dudas y me hizo más fuerte.
Se llama "El mundo de los Guías II" y lo escribieron Patricia Arca Mena y Gustavo Masutti Llach. Actualmente conseguí el primer libro y lo estoy terminando. (si, suelo hacer cosas al revés, vivo de contrera)

Por otro lado, hace tiempo estaba convencida de que debía ver determinada película. Hoy finalmente la cargué online.
Qué me pasó?
La empecé a ver antes de las 00hs, de modo que era 15 de agosto. Al principio de la película, dicen que "ayer fue 13 de agosto". Nuevamente la diferencia de dos días.

Nada me sorprendió más cuando siguiéndole el hilo, hablaba de una chica que tenía un blog, quería ser escritora, le gustaba cocinar y...un suceso crítico pasa un 7 de febrero. El día de mi cumpleaños.
Acaso me dejo llevar por tantas boludeces? Sí, claramente.

Julie & Julia es una historia real, lo cual me llenó aún más de emotividad y terminé lloriqueando de emoción como si todo eso me pasara a mí.

Y lo más loco, es que los números me están rodeando últimamente (me siento como Jim carrey en "El número 23", pero un poco menos psico) y tanto el libro como la película me dejaron bastante marcada.

Casualidad?