28 de julio de 2014

Rollercoaster.

Mi cabeza es una montaña rusa.
Me emociono, me impulso, me muevo, me incendio, dudo, me acerco, me alejo, insisto, dejo de insistir, me exalto, me asusto. Voy, vengo. Subo, bajo. Así todo el día, todos los días desde hace un tiempo.

Desde acá, miro al pasado y sé que crecí un montón. Sé que tengo muchas cosas más claras. Sé que maduré, o algo por el estilo. Pero tenía las cosas claras, respecto a mí misma. Hoy ya no sé, y es lo que debo trabajar-me.

También sé que, además de venir proceso tras proceso, acabo de dar inicio a uno nuevo.
Necesito armar una lista, un plan, ordenarme o algo por el estilo. Porque venía caminando derecho para adelante, con la misma convicción -pero más dudas- que ahora. Y, sin embargo, se me acaba de desorganizar toda la vida, un poco bastante.

Desde que recuerdo, me gusta viajar. Y es todo un tema. Porque el sentimiento de amor por lo foráneo, creo que nació conmigo, y jamás se me va a ir.
El problema es, cuando realmente te sentís como en tu casa.
A ver, vamos por partes.

Siempre encontrás personas maravillosas cuando viajás.
Siempre caminás sola por la ciudad, y te sentís de cinco años, mirando todo con ojos nuevos.
Siempre es maravilloso cuando ya aprendiste qué colectivo tomar o por dónde llegar a X lugar.
Siempre te gusta el lugar, más de lo que imaginabas.
Siempre.

¿Pero qué pasa cuando querés hacer, de esa cosa foránea, algo real, algo permanente?
El miedo es lo único que no tengo.
Estoy llena de interrogantes, curiosa, impaciente, ansiosa, y volada. No me puedo organizar si sigo con la cabeza en las nubes, sin tener un plan real. NECESITO un plan.

También necesito dejar de preguntarme si, una vez que te sentís como en casa, eso puede aburrirte.
Es decir, me iría de mi ciudad, de mi provincia, de mi país.
Al principio es obvio que va a ser tan fabuloso como difícil. Soy realista.
Pero mi única preocupación es, en realidad, si el lugar nuevo, cuando deje de ser nuevo y de maravillarme, me va a seguir haciendo sentir así de bien.

Y me respondo sola, como siempre.

Porque el lugar no es el lugar sólo. Puede tener maravillosos rincones, arquitectura alucinante, un río limpio y mucho verde. Pero al lugar lo hacen las personas. Y creo que soy muy confiada, porque cuando cuatro personas me dan ganas de mudarme de país, imaginate lo que puedo sentir si sigo conociendo gente así de simple y linda.

No es abandonar lo que tengo acá, porque también es maravilloso. Sé que me va a resultar dificilísimo alejarme de la gente que amo. Pero no siento que eso tampoco me ate.

Sí, tengo ansias por lo nuevo y una vez que se me pase, será lo mismo que es acá.
Pero diferente.

No nací para quedarme quieta, ni para conformarme con lo que me tocó.
A mí me gusta elegir la vida que quiero. Y voy a tener que hacerme cargo de eso.
Y tomar acción, desde ahora.

No hay comentarios: