23 de agosto de 2014

Claridad.

La claridad mental no es algo que se herede, ni mucho menos que caiga del cielo.
Como muchas otras cosas, es algo que se trabaja.

Parar un poco con el overthinking y con los pensamientos a futuro, nos permite centrarnos en el presente para comenzar a HACER, y poder envisionar lo grandes que podemos llegar a ser, lo enormes que son nuestros sueños y lo bien que nos hará tomar las riendas de los cambios que provocamos una y otra vez en nuestras vidas, sobretodo una vez que las metas se aclaran en el camino.

Tener las cosas claras, nos facilita tomar decisiones, elegir entre varias opciones, e, incluso, nos ayuda a relajarnos.

A veces nos pasamos el día pensando en nuestra economía, en saldar deudas, en ahorrar para tal objetivo, en qué pasará con tal situación, en cómo se desenvolverá tal persona, etc... y pensar constantemente, sólo nos estanca, porque dejamos de actuar, ya que solamente estamos enredando más y más ese ovillo de lana mental, que nos termina mareando.

Aprender a discernir entre lo que nos sirve para proyectar, y lo que debemos desechar porque nos estanca, es el primer paso para organizarnos las ideas.

Cuando sabés lo que querés, todo se va aclarando: los pensamientos, las metas, los sueños, el futuro. El presente.

Comenzás a saber por dónde empezar, cómo organizarte, trazás un plan, armás listas. Ordenás los puntos por prioridad, hasta que te das cuenta que la organización ya está lista, los objetivos ya están diseñados: es momento de empezar a actuar.

Los círculos se van cerrando, una vez que estás seguro de que estás trabajando en pro de tus sueños, y no en base a lo que los demás piensan que deberías hacer. Qué gran error es validar las opiniones ajenas, olvidando que las propias son las que realmente valen.

La claridad mental te genera alivio. Te descansa la mente, la vista, hasta el cuerpo. Dormís mejor, te levantás con más energía. Ya la cabeza no se te incendia, porque entendió que el que manda sos vos.

Los pensamientos y dudas a futuro ya no te acechan, porque decidiste aceptar y fluir con lo que sea que venga en el camino. Te diste cuenta que lo mejor siempre tarda, tiene un proceso previo, y vale la pena a largo plazo.

Decidiste, entonces, respetar tus procesos, tu interior, tus deseos. A corto plazo también. Decidiste no frenarte ni dejar de hacer las cosas que realmente tenés ganas de hacer. Decidiste dejar de perder el tiempo pensando, y disfrutar de lo que sea que tenga que venir.
Decidiste hacer, y no pensar. Vivir, y no esperar. Aprovechar las oportunidades, saborear los momentos placenteros que aparezcan, y no desperdiciarlos en procesos mentales que no llevan a nada.

Te relajaste y sabés que es así como te gusta estar: claro, preciso. Entero.

Si te hace bien, si no daña a otros, ¿entonces por qué no?

Tengo el escritorio lleno de papeles. Mi cuadernito de Uruguay lleno de cosas a realizar, de ítems que no debo olvidarme, de direcciones, teléfonos, mails y listas de papeles a sellar.

Tengo claridad mental, sí.
Me sorprendo a mí misma siendo tan responsable, decidida, objetiva. Organizada, disciplinada.
No tengo miedos, no tengo dudas. Sé lo que quiero, cómo conseguirlo y estoy trabajando para ello.

Estoy en el principio de un camino enorme, del cambio más radical de mi vida, del que ya dí el primer paso.
Camino sin prisa, pero sin pausa.
Porque estoy muy segura que me gusta ser así.

19 de agosto de 2014

Montevideo.

Montevideo tiene ese "no sé qué", de las ciudades que te hacen sentir como en casa.

Caminás por Ciudad Vieja, y estás yendo al almacén una mañana de sol, antes de ir a la escuela, con tu abuela de la mano. Es juntar los envases vacíos de latas de tomate, gaseosas, cajas de arroz o leches, para jugar a venderlos cuando volvés. Es esos recuerdos, vívidos, latentes. Es un viaje en el tiempo.

Sentarte a respirar el aire que se mueve sobre el agua, en la rambla, es esos viajes a pescar con tu abuelo. Es encontrar que, en otro lugar, te sentís mejor que en tu propia ciudad. Es libertad. Es pasado y es presente. Tal vez, entonces, sea parte de tu futuro.

La bruma del río a la noche, te puede congelar los huesos en invierno, pero adentro hay algo que está siendo incendiado, abrazado. Quizás te toque un poco el alma, pero no le busques la lógica. No la vas a encontrar.

La arquitectura es histórica. Los rincones se hacen históricos, aunque tengan una pared sin revocar o yuyos saliendo de las baldosas. Todo tiene algún secreto que contarte. Todo te suspira algo al oído.

De una punta a la otra, te gusta más y más. Es como si te fuera cerrando la idea de que es tu lugar en el mundo.
Como si te estuviera confirmando que debías dejar de lado tus expectativas, porque no era lo que esperabas. Porque te sorprendió de una manera más intensa que turística.
Te tocó ahí, donde te encontrás con vos misma. Donde te silenciás y es todo tan tranquilo, como adentro tuyo. Es eso, la ciudad te calma.

Cada casa que te gusta, es un hogar en potencia.
Cada persona que te sonríe por la calle, cada perro que te sigue, cada negocio que abre sus puertas: todo te gusta. Incluso el colectivero malhumorado o los que te chocan caminando por 18 de Julio, como si se tratara de un microcentro porteño en otra dimensión.

Cómo hablan, cómo se manejan, cómo te tratan. Tenés ganas de abrazar a todo y a todos. Porque hacen una cosa a la vez, no viven apurados, ni corriendo, ni exaltados. Viven el momento, sin necesidad de volverse locos.

Tiene un  dejo melancólico, como si fuera un viaje al pasado. A todos nos gusta ése sentimiento de volver a los momentos felices, sobretodo de la infancia.
Pero va más allá.

Y tiene más de una cara, más de una personalidad.
Es seria y responsable, controlada. También late, está viva, se divierte. Tiene facetas, como si fuera un diamante en bruto que, a medida que recorrés, vas puliendo, va brillando un poco más para vos. Aunque los demás no lo vean.

La gente es grande, respetuosa, educada. Hasta los adolescentes piensan, hablan y actúan como mayores. Tienen madurez en su comportamiento, aunque a algunos se los note perdidos o en el limbo. Como si estuvieran desesperanzados, como si ellos también quisieran huir, pero del lugar adonde vos querés llegar.
Y, con esa misión de ayudar a todo el mundo, sentís que los podés sacar de esa angustia silenciosa. Reconocés lo que les pasa sólo con observarlos. Los leés. Sentís que servís para hacer lo que amás.

Montevideo es una ciudad adulta. Como si le faltara haber sido niña alguna vez.

Pero también te deja jugar a ser chica otra vez, a oler ese perfume a pasado que te dió en la primera impresión. A saltar escalones, hacer equilibrio en una escollera, caminar en la arena o aventurarte sola de una punta a la otra, desconociendo todo. Nadie te conoce a vos, tampoco.

Aunque sabés que ése pasado que te rememora fue cómodo, instalarte es para adueñarte de tu futuro. No se puede avanzar nunca para atrás. Y lo sabés. Y sí, te gusta.

Es natural, es verde. Es una plaza, una playa, un edificio "enano", una avenida, una peatonal, un río, un barco. Un pequeño parque de diversiones, una terminal donde te despedís, sabiendo que vas a volver.

Y volverás, porque esta vez no dejás que la vida haga lo que quiera: elegiste hacer vos lo que querés de ella. Elegiste sacudirte el polvo y empezar de cero. Porque los cambios radicales siempre te hacen bien, te transforman, te renuevan. Sobretodo si incluyen hacer de tu camino, una tábula rasa.

Hace rato la existencia no tiene sentido en el lugar donde naciste.
Por algo te criaste ahí, pero ya es hora de extender las alas. Porque cuando no podés crecer más, cuando llegaste a tu techo, querida, hay que moverse.
Estancarse nunca fue una opción.

No es escapar, no es huir. Es buscarte, es crecer, es aprender cosas nuevas, sentarte en nuevos lugares, elegir nuevas calles, oler nuevas personas, extrañar a las que dejaste en Buenos Aires. No, no es dejarlas atrás. Porque la gente que queremos, siempre es parte de nuestro presente. Como sea.

Es saber que igual no todo es color de rosa, y que hay gente linda como en todos lados. Y de la otra, pero ya sabés reconocerlas, entonces no te preocupa.

Porque también sabés quién sos y lo que querés de la vida.
Porque Montevideo cierra a la perfección con todos tus pronósticos.

Te llegó al medio del pecho, como si fuera una flecha que alguien disparó cuando estabas buscando tu destino.

Eso fue. Eso es. Eso querés que sea.

13 de agosto de 2014

Playlist planetaria: La Tierra.

No, no me había olvidado de nosotros, de "nuestra" Gaia.
Astrológicamente, los planetas, estrellas y asteroides giran en torno a la Tierra, por eso no es tomada en cuenta como influencia, claro está.

Pero es nuestro hogar, es nuestra base, nuestra raíz, hasta podría considerarse nuestro chakra raíz universal! Quizás compartiendo el lugar con Saturno. El chakra sacro serían Plutón y Marte; el del plexo solar el Sol, obvio; el del corazón, Venus; el de la garganta, Mercurio; el del tercer ojo, Urano; y el chakra corona, Neptuno.
Me falta un chakra principal para Júpiter, pero asumo que como se encarga de expandir, podría pasar por todo el cuerpo ayudándonos a abrirlos y equilibrarlos.

Es todo invento mío, no se crean nada de lo que digo.

La canción que me hace sentir "segura", como lo hace el estar en casa, aquí, es una canción llamada "Always There", de Secret Garden.
En realidad, habla de una energía suprema, ésa que siempre está cuando la necesitamos. Y la Tierra, también.

Nos abraza siempre, estemos donde estemos, nos sintamos como nos sintamos. Ella sabe que es nuestra madre, nuestro continuo hogar, nuestro presente y nuestro futuro.
Siempre está ahí para nosotros. Y le estamos agradeciendo tan mal...

Cada vez que la escucho, es algo bastante especial lo que me pasa, y sé que a muchos puede gustarle también. Y no, no es una canción religiosa ni nada que genere algún tipo de división. Ya deberíamos irnos olvidando de esos conceptos atascados. Sobretodo ahora que Urano está haciendo movidas para que rompamos viejos patrones que nos limitan.

"You are there, when I most need you, you are there so constantly; you come shining trough, you always do...you are always there for me."



Playlist planetaria: Plutón.

Dejen de discriminar a Plutón, y devuélvanle su categoría de planeta, pobrecito.

Ahh, Plutón me fascina.
Justamente eso genera: fascinación, obsesión, misterio. Es el otro mundo, la muerte, el sexo, la transformación, la oscuridad, los secretos.

Representa los cambios profundos que nacen desde nuestro interior, la regeneración, la toma de consciencia de aquello que tenemos en lo más oculto de nuestro ser, eso que bloqueamos, que desconocemos o que no recordamos.
Es el planeta de la realización y los cambios internos, quien nos ayuda a modificar los aspectos que no nos agradan de nosotros mismos, que nos dañan.
Es el descubrimiento a nivel místico, espiritual. Nos ayuda a abandonar viejas formas, hábitos dañinos y a desintoxicarnos. Purifica, limpia.

"Eliminación es iluminación", y no puedo parar de citar a Mía Astral. :)

Rige al impenetrable Escorpio, y a los procesos de autoconocimiento personales.

Plutón es un maravilloso y oscuro transformador. Oscuro porque actúa desde las sombras, desde nuestro fuero interno. Es pequeño, alejado, pero posee una fuerza enorme.

Para este planeta, me resultó indicada "Comfortably numb", de Pink Floyd.
Musicalmente le da esa atmósfera oscura y tan misteriosa que Plutón evoca, y la letra parece describir el momento doloroso previo a una muerte, a una gran transformación.
Que, sin duda, por más miedos que tengamos, siempre va a ser para mejor.

"Well, I can ease your pain, get you on your feet again. Relax."

Playlist planetaria: Neptuno.

Neptuno es agua, es emociones. Es, como lo llama Mía Pineda, "La máquina de humo".

Es psiquismo, sueños, misticismo, idealismo, surrealismo, espiritualidad, más allá. Imaginación, intuición, inspiración.
Simboliza el inconsciente, la conciencia cósmica, la nostalgia, lo que permanece oculto o "bajo las aguas".
Es la percepción y la videncia.

Podría decirse que Neptuno nos pone en estado Theta, ése estado previo a dormirnos en el que estamos listos para dejarnos llevar a las profundidades de lo irreal. Es el culpable de cuando estamos "en las nubes".

Rige al romántico Piscis, y a las aguas internas de nuestras emociones más profundas.

Por eso, Lana del Rey me resultó lo suficientemente mística y abrumadora como para que sea la autora de la canción que le otorgo a Neptuno.

"Young and beautiful", me parece una bellísima obra, que lo representa con toda su belleza, magnetismo, y sensibilidad miedosa, sin que sea interpretado como algo malo.
Neptuno nos pone un velo en los ojos.
Lana tiene esa misma esencia,  o por lo menos es lo que me genera escucharla.

"Will you still love me, when I`m no longer young and beautiful?
Will you still love me, when I got nothing but my aching soul?"


Playlist planetaria: Urano

El transpersonal Urano nos lleva siempre en la búsqueda de algo nuevo, de algo que nos alimente la curiosidad.

Nos pone excéntricos, cambiantes, modernos, espirituales, futuristas.
Genera progreso, nuevas ideas, raros peinados nuevos, diría Charly.

Representa la ruptura con las normas, con lo tradicional. Destruye y desmitifica tabúes.
Nos ayuda a intentar nuevos comienzos o cambios, a ser espontáneos, a renovar, revolucionar, y a evolucionar.
Se asocia a nuestra capacidad de responder a los cambios y a la realidad, a la percepción de los acontecimientos, así como nuestra capacidad de transformación y mutación. También, a nuestra visión y proyección de futuro, y a las cosas que abandonamos en pos de hacerlo brillar.

Es desapego, justicia, independencia y liberación. Fraternidad e igualdad. Es todo lo contrario a lo establecido, a la rutina.
Es, sintetizando, todo aquello que nos ayuda a avanzar y crear en nuestro día a día, un futuro mejor.

Urano rige al innovador Acuario, y todos los cambios que en su Era están siendo llevados a cabo.

Por eso, más que simple me resultó encontrar la canción que mejor lo define.

"Changes", de David Bowie.

"Strange fascination, fascinating me. Oh, changes are taking the pace I`m going through"

Playlist planetaria: Saturno.

Escuchando la canción que le corresponde a Saturno, fue cuando me dí cuenta que cada planeta tendría una canción ideal, dando vueltas por ahí.

Saturno, el temido y mal visto Saturno.
El destructor, que tanto bien nos hace derribando esas estructuras caducas y confortables que a veces armamos en nuestras vidas.

Lo rige la tierra, y el rige al comprometido Capricornio, y es co-regente del liberal Acuario, mi signo solar.

Se lo asocia al pasado, al tiempo, a la reflexión.
Nos ayuda a soportar pruebas difíciles (que muchas veces él mismo pone en nuestro camino), y a luchar con nuestro propio "lado oscuro de la Fuerza".
Saturno nos ayuda a disciplinarnos y nos obliga a tomar responsabilidad de todo lo que acontece en nuestro camino.
También nos pone frente a los compromisos que debemos asumir, para poder seguir creciendo sin estancarnos en la zona cómoda, y a madurar, sobretodo a madurar.

Está mal asociado a la negatividad, por las dificultades y destrucciones que provoca, pero lo hace sólo con la intención de que nos demos cuenta de nuestro propio poder, y podamos renacer una y otra vez, de las cenizas. Sí, como el Ave Fénix.

A Saturno le queda muy bien la canción "Under pressure", de Queen.

Porque éso es lo que a él más le gusta hacer: ponernos bajo presión para que, de una buena vez -sobretodo en sus retornos- aceptemos que lo mejor para nosotros es crecer, avanzar, y hacernos responsables de nuestra propia vida.

"And love dares you to change our way of caring about ourselves."

Playlist planetaria: Júpiter.

El asombroso, el grandioso Júpiter.
El más grande, el que nos llena de regalos cuando hacemos las cosas bien.

Su elemento es el aire, y rige al social y divertido Sagitario.

Es quien nos guía hacia conocimientos superiores, a no quedarnos estancados.
A viajar, a buscar nuestro lugar en el mundo, a buscarnos a nosotros mismos. A expandirnos.

Nos inserta esa chispa de curiosidad por lo espiritual, por lo filosófico. Colabora con nuestras probabilidades de éxito y supervivencia, con nuestra superación y realización personal.

Su influencia es buena fortuna, es cálida y protectora. Júpiter es alegre, optimista, expansivo, sabio, progesista. Todo eso, y más.

Júpiter no puede ser menos que el resto, pero no como el Sol, que brilla, sino porque de hecho, es el más grande de los planetas de nuestro Sistema Solar.

Quise merecerle una canción de mis adorados Beatles, pero ninguna lo expresa tan bien como quisiera.
Sin embargo, hay dos canciones viejitas que expresan diferentes aspectos de Júpiter y de Sagitario.

Una representa su espíritu juvenil: Alphaville, "Forever Young".

"Let us stay young, or let us live forever. We don`t have the power, (corrección: Yes, we have) but we never say never"





La otra, representa el aspecto exitoso que el gran planeta nos ofrece: "Dressed for success", de Roxette.

"I`m gonna get dressed for success, hitting a spot for the big time, baby!"

 

Playlist planetaria: Marte

Energía masculina por excelencia.

Marte nos dá impulso, fuerza, coraje, y deseo sexual.
Nos lleva a seguir nuestros instintos, a iniciar todo aquello que nos interese, a concretar. Nos impulsa a la acción. A afrontar los peligros sin miedos.
En su vibración más baja, genera iras, guerras y conflictos.
Su elemento fuego, es tan creador como destructor.

Marte rige al impulsivo Aries, y es co-regente del misterioso Escorpio, mi ascendente que tanto amo.
Es energía pura, vitalidad.

No dudé un segundo en relacionarlo a la canción de Kings of Leon "Sex on fire", y la obviedad salta a la vista.

"Hot as a fever, rattling bones, I could just taste it, taste it..." 

Playlist planetaria: Venus.

Ohh, adorada Venus. La mujer que todas las mujeres debemos llegar a ser, el ideal masculino de la femineidad.

Venus, regente del terco pero sensual Tauro, y del bello Libra.
Suave y delicado como su elemento, el aire.

Venus se ocupa, claramente, de la belleza, de las expresiones artísticas, de las relaciones sociales, de la fraternidad, de la seducción.

Sin más prolegómenos, nuestro planeta vecino, a mi parecer, se define con nada menos que ésta canción, que a las mujeres nos encanta que nos dediquen, que habla de la belleza que Venus exalta, de valorarnos y de ser tratadas como nos merecemos.

"Pretty Woman", de Roy Orbison.

"`Cause I need you, I`ll treat you right, come with me, baby, be mine tonight"


Playlist planetaria: Mercurio.

Mercurio, el mental.
El dueño de la tierra, como elemento.
El regente del verborrágico Géminis y el racional Virgo.
El de la dialéctica, la inteligencia, la comunicación.
Tan pequeño, tan efectivo, tan poco desmitificado cuando retrograda.

Mercurio, yo te quiero muchísimo. Pero todavía tengo que aprender a manejarte y a manejar el overthinking que me produce tenerte en Capricornio, y en mi tercera casa.
Te quiero, repito, porque gracias a vos soy lo que soy, mentalmente hablando, y me comunico como lo hago. Y tan mal no me va con eso.

Así que aquí, una canción que me recuerda a Mercurio, a nuestra expresión mental: "Calma pueblo", de Calle 13.

"A mí no me ofende que por hablar mucho, me llames "loco". Tú dices poco, porque sabes poco!"

12 de agosto de 2014

Playlist planetaria: La Luna.

Ahh, ella, la más linda, Selene.
Owner del elemento agua, hace lo que quiere de nosotros, a menos que aprendamos a movernos ondulantes con sus ciclos.

Nuestro satélite natural, la que nos hace subir y bajar las mareas, tanto planetarias, como corporales y emocionales. La que nos acuna, nos sensibiliza, y nos alimenta.

Rige a Cáncer, el signo más maternal de todos, el de nuestro inconsciente, de los sueños, de la magia.
Por eso me recuerda a esta canción de Coldplay, "Magic", bastante nueva por cierto, pero que describe esa sensibilidad, ese amor romántico que la luna nos evoca. De hecho, el video imita a las películas del cine antiguo, y me recuerda mucho a la estética de la película de George Méliès "Le Voyage dans la Lune".

Por todo eso, creo que es una buena canción para describir a nuestra compañera inseparable, a nuestra actitud emocional.

"Still believe in magic? Yes, I do."

 

Playlist planetaria: El Sol.

Entre mi obsesión por la astrología, reforzada desde que conocí a Mía Astral (que me llenó de conocimientos mucho más amplios de los que me ha dado cualquier libro) y la pasión que me genera la música, hoy me dí cuenta que los planetas y asteroides que más nos marcan la vida, deben tener alguna canción que los represente en su mejor expresión, en su exaltación.

El signo al que rige, Leo, orgulloso y con presencia como pocos, maneja a la perfección el elemento fuego, del que el Sol se adueña.

Sin importar cómo somos, sabemos que somos grandes y podemos brillar como el astro rey, como la gema que somos, ése diamante que se pule desde adentro.

Se me ocurre, quizás, que el Sol, el astro rey que ostenta orgulloso su coronita, y Leo, pueden estar bastante bien descriptos con dos canciones, porque al Sol no le vamos a andar limitando las cosas.
Una es "Born this Way", de Lady Gaga.
La otra, quizás hasta más acertada, es de una leonina como Madonna, "Express Yourself".

Primera entrega, entonces, el Sol: nuestro Yo creativo.

"Don´t be a drag, just be a queen."
"You deserve the best in life, so if the time isn`t right, then move on. Second best is never enough, you`ll do much better, baby, on your own".




11 de agosto de 2014

Pensar o no pensar, ésa es la cuestión.

Cuando pasás el 98% de tu día, y de tu vida, pensando, llega un momento en el que necesitás tomar aire, y alejarte hasta de vos misma.

Te cuesta aprender a acallar la mente, por eso amás tanto los silencios. Todo tipo de silencios.
El que hay cuando llegás a tu casa. El que provocás mientras cocinás, sin escuchar nada más que tu respiración o los ruidos de los utensilios. El que buscás en la naturaleza. El que compartís.

Me resulta muy cómodo compartir silencios con otras personas, y me resulta muy extraño que eso me sea cómodo, ¿Me explico? En sí, es raro que el silencio con otra persona sea cómodo. Pero por esas cosas de la vida, hay personas con las que sí lo son, y otras con las que no. Calculo que será una simple cuestión de afinidad.

Pero, cuando te das cuenta que esa cantidad de personas va en aumento, abrís los ojos a una nueva perspectiva: hay algo que estuvo cambiando, y ése algo fuiste vos.

Te sentís cómoda con vos misma, en silencio. Éso es.
Cuando uno ya no necesita estar bombardeándose con música, o con el televisor, es porque llegó a un punto de suma importancia en la relación consigo mismo: el conocerse, el saberse dueño de su propia mente, y de su propia vida.

Me silencio a diario, porque lo necesito tanto como al aire puro, me es vital. Me silencio, porque pongo a prueba mi propio poder, el de decirme que ésta vez voy a dejar que todo fluya, y voy a evitar pensar de más.

Me silencio, porque siempre necesité saber que todo estaba bajo control. Siempre traté de estar al tanto de todo en mi vida, y eso lo único que hace es quemarte las neuronas. No podés controlar todo, no.
Hasta que aprendí que las cosas que no puedo controlar, o que no permiten ser controladas bajo ningún aspecto, son las mejores del mundo. Porque son las que te liberan. Las que te dejan tranquila, las que te dicen que confíes en que todo va a estar bien.

Claro que no siempre se puede.
El overthinking siempre está ahí acechando, esperando ése espacio de tiempo en el que aceptamos volver a sabotearnos. Pero no.
Una vez que sabés de dónde viene, podés empezar a cerrarle, aunque sea un poco, la puerta.
Entrás en su área: sabés que lo hace por tus inseguridades, por los traumas de tu infancia, por las heridas que no curaste, por la armadura que te viste ante algunas personas, o por algún miedo idiota.
Tenés que saber de dónde viene. Y una vez que lo hiciste consciente, no podés ser indiferente.

Conociendo las causas de mis ataques de pánico, por ejemplo, me es mucho más fácil controlarlos, e, incluso, conocer mis actitudes al respecto, y hasta en qué circunstancias me pueden agarrar.
El tema está, en que hay veces en las que debo dejar de observarme. Porque lo hago todo el día. All the god damn day.

En fin, es así: conocés la causa, atacás donde más le duela a tu inconsciente.
Empezás a cazar y desandar tus propios patrones. Hay que desaprenderlos para hacer lugar, para permitirnos ser quienes realmente somos.

Si tan sólo supiéramos cómo ganarle las batallas a nuestro inconsciente, sería mucho más fácil. Sin embargo, no apreciaríamos los procesos mediante los cuales él se encarga de ponernos de culo frente al mundo, para que solitos hagamos de esas marcas, una ventaja, un aprendizaje. Para que las superemos.

Y así transcurre toda la vida: los bloqueos, patrones, patologías, miedos y todas esas cosas de las que el inconsciente se encarga, se van superando; pero también van apareciendo otros nuevos, ya que nunca dejan de generarse, porque somos seres complejos, nuestra naturaleza es así.

Creo que ésa es la maravilla.

Aprender a lidiar con nuestros demonios, en lugar de encerrarlos.
Abrirles la puerta cuando ya no podemos aprender más de ellos.
Desaprender los viejos patrones para liberarnos.
Y salir a vivir el mundo, porque si seguimos pensando, nos acobardamos y no aprendemos nada.

6 de agosto de 2014

Qué difícil no ser lo que el mundo espera de vos.

A la sociedad en general, le cuesta mucho aceptar o adaptarse a las personas que no deseamos lo que está establecido.

Necesito ser transparente siempre, con todo el mundo.
No puedo fingir ningún estado ni ninguna emoción.
No puedo pretender ser algo que no soy, ni dejarme llevar por cosas que no me convencen.
No es mi naturaleza.

Cada vez que alguien hace hincapié en mi edad y en el porqué no estoy casada ni tengo hijos, la mujer independiente que llevo dentro, no sabe si estallar de ira o explicar el paso a paso de mi vida, para que por favor dejen de preguntar cosas que, a la larga, me terminarían hiriendo.

Tomo mis decisiones en base a mis ambiciones. Tengo ambiciones, basadas en lo que quiero ser en mi vida. Lo que quiero ser en mi vida, nace de mis más profundos deseos.
Entonces, podría decirse, que todo lo que decido, responde fielmente a lo que desea mi alma.

Y mi alma, en su necesidad más básica, su instinto, me lleva a ser libre, y cambiante.
Pero la libertad y los cambios están tan mal vistos y acarrean tanto tabúes, que se tergiversan todos sus sentidos.

Yo necesito tener una profesión y un trabajo, donde no me sienta acorralada.
Necesito tener ideas que puedan modificarse y que no me limiten.
Necesito tener amistades que no me saturen, y que acepten que me muevo constantemente. Eso no quiere decir que no esté cuando me necesiten, se entiende.
Necesito una persona que sepa amarme con todo el equipaje que traigo encima, y que no pretenda adueñarse de mí, bajo ningún concepto. Mucho menos pretender cambiarme.

Mi interés principal en la vida, desde que salí de la secundaria, era la independencia laboral. Y llegué, sí, lo logré.
Sin embargo, hoy en día, la estoy- prácticamente- tirando por la borda. Porque si tengo que empezar desde cero en otro lugar, no voy a ir en exquisita. Aunque un poco sí, porque lo valgo y lo sé, ego mediante.
Entonces freno y me pregunto "¿Qué estoy haciendo?" Pero nunca tengo miedo de responderme.
Porque sé muy bien que he llegado a mi zona cómoda.
Y cuando arribo ahí, a ése lugar donde me siento cuidada, segura y estable...algo me pide salir.

Nunca estuve en un lugar que me hiciera sentir como en casa, con todos sus aspectos.
Sí, siempre que viajo me quiero quedar y me siento cómoda en cualquier lugar del mundo.
Pero Montevideo no es así. Es, inclusive, más de lo que esperaba encontrar.

Entonces, así, de un día para el otro, anduve oliendo la ciudad, abrazando personas que hacía horas me eran desconocidas, tratando de ver si encajaba con mi idea de "mi lugar en el mundo", y, aunque eso no lo sabré hasta más adelante, algo me dice que lo intente de todos modos.

Y así voy. Es la primera vez que tengo un sueño tan grande, que deja de ser un sueño. Porque estoy tomando acción al respecto.
Esta vez lo veo tan tangible, tan real, que me asusta lo felíz que puedo llegar a ser.

Ahí vuelven la libertad y los cambios.

Lo hago porque necesito sentirme libre de todos los preconceptos en los que dejé que ésta ciudad me fuera hundiendo. Necesito saber que puedo irme lejos y volver, y saber que mi casa está conmigo adonde vaya, y no en un lugar físico.

Necesito cambiar de aire, de ambientes, de personas.
Tengo en claro a cuántos (y cuánto) los voy a extrañar. Pero siempre estaré volviendo a por un abrazo. Porque ésto no quiere decir que los quiera menos.

Respecto a los que preguntan, no formé una familia porque no lo sentí necesario aún. Siempre me importaron más mi profesión, mi independencia y las "grandes aventuras", mucho más que formar un hogar.
Quizás por eso, mis elecciones amorosas siempre reflejaron esa libertad.
Me he quejado de que no se comprometían conmigo, cuando en realidad yo estaba comprometida sólo conmigo misma. Y aunque dí todo de mí, algo estaba fallando.

Soy consciente que tengo que cambiar el patrón de hombres que atraigo, siendo yo primero, la mujer que quiero ser. Y eso empieza saliendo de una ciudad que no me permite crecer, que me limita y que está carente de posibilidades.
Siento que puedo dar mucho más, de lo que éste lugar me permite.

Pienso, también, que de haber tenido una familia, hubiera sacrificado mi libertad e independencia económica. Sí, todo lleva sacrificios en la vida, pero ahora sacrifico esas cosas, en pro de unas más amplias y mejores. Y, si tiene que venir el futuro a pegarme un sopapo con el amor y todo eso, ya vendrá. Porque no me interesa buscarlo: siempre aparece sólo y cuando menos me lo espero.

Luego sé, que no me estoy yendo de vacaciones. Que la estabilidad y la zona cómoda van a volver a aparecer, y no me va a quedar otra que adaptarme.

Estoy, también, organizando todo de manera muy ordenada, como nunca. Hasta me sorprendo de la capacidad de responsabilidad que estoy teniendo con este tema.
Pero eso, a veces, también me juega en contra, porque pretendo tener todo bajo control.

Hace poco alguien me dijo que no puedo controlarlo todo. Y tiene razón, porque las cosas más lindas de la vida, son esas que no te permiten que las controles. Esas que no pensaste, que te sacan de todo lo que esperabas, que te resultan extrañas...esas de las que te sorprendés estar viviendo. De las que sacás los mayores aprendizajes.

En fin, me voy, sí. Está decidido.
Necesito este GRAN cambio. Necesito demostrarme que puedo sola. Con eso, y con todo lo que acarrea.

Entonces, disculpen si no soy lo que esperaban que fuera. Pasa que estoy ocupada siendo la persona que realmente me gusta ser.

4 de agosto de 2014

Aire fresco.

Yo soy viento. Me comporto como el viento.

Siempre fuí así, y ésa debe ser la razón por la cual en un acto escolar, actué del viento mismo. Muy bizarro, pero real.

A veces puede parecer que tengo rumbo fijo, y que estoy decidida a llegar a la meta. Pero cuando estoy ahí, tan cerca de todo, me tuerzo un poco y doy un par de vueltas, porque parece que el camino me gustara más que llegar al final mismo.

Me gusta el aire. Me gusta respirar la pureza de la bruma del río o el olor de la sal del mar.
Me acaricia el alma la mixtura de los 4 elementos en el olfato. El olor a ozono, a "tierra mojada", el olor del fuego recién encendido, el olor de los diferentes cauces de agua, el olor del viento.

Sí, soy como el viento. No sólo porque cambio de rumbos, sino porque me siento libre siempre. Donde vaya, con quien sea que me encuentre. Calculo que será parte de mi espíritu, ese gusto de no permanecer atada a nada, pero de ser fiel a lo que amo.

Soy como el viento, que te acaricia con una brisa o te destruye con un tornado.

Soy como el viento, porque nunca llego sola. Siempre traigo regalos, de cualquier tipo.

Soy como el viento, cambiante, fuerte, suave, cálida o helada. Soy como el ambiente lo requiera. Cuando es preciso me adapto, impongo las condiciones "climáticas", o sino directamente me voy.

Pero cuando algo me gusta, quizás elija ser sólo aire que se desliza entre las narices del pueblo al que acabo de arribar.

Soy como el viento, que no se puede guardar, ni atrapar, ni encerrar. Él y yo, elegimos sólos donde asentarnos.

Soy pesada como el viento húmedo, también.
O volátil como ése aire que te reaviva las brasas.

Soy como el viento, si, inquebrantable y natural. Fresca y molesta. Fuerte y destructora.
Sólida e inmaterial. Intocable, pero dócil cuando eligen respirarme.

Soy como los nuevos vientos, siempre cambiante, inquieta, curiosa, llena de preguntas.

Y adonde vaya, aunque no lo intente, llevo el aire fresco conmigo.

2 de agosto de 2014

La soledad, ésa linda, otra vez.

Hoy me preguntaron cuántas horas del día paso sola.
Con suerte, todas. :)

Desde hace dos años, el valor que tomaron en mi vida la soledad y el silencio, no hace más que crecer.

Necesito diariamente ése espacio en el que estoy, con plena conciencia, conmigo misma. Es el único método viable para escucharme, conocerme, responderme y volverme a preguntar. Es cuando estoy en mi estado más puro.
Cuando me silencio y puedo parar la maquinita de la cabeza. Esos segundos milagrosos.

Tengo días y días.
Los días que estoy centrada, me entrego al fluir de cada momento, y me siento en paz, relajada. Sé con certeza lo que quiero, cómo conseguirlo y trabajo por ello.
Los días, como hoy, que me despierto en pleno overthinking, me quemo, me incendio y tengo que escribir o hablar con alguien. Siento que yo sola no puedo, hasta que en cuestión de segundos recuerdo que SÍ.
Que siempre puedo.

Que puedo callarme, porque la que manda soy yo.
Que puedo calmarme y que tengo las herramientas.
Que puedo llevar a cabo lo que desee, por más loco o difícil que parezca.
Que puedo hacerme cargo de mi vida, sola.

Que esté donde esté, puedo reencontrar ése silencio, porque no es exterior: está adentro mío.


1 de agosto de 2014

Uno está, donde está su deseo.

El deseo dejó de tener la importancia y la profundidad que lo hacían tan importante tiempo atrás.
El deseo en sí, se manejaba desde el interés hacia el objeto y mutaba en posibilidades para demostrarlo, acotadas, pero dirigidas con fuerza y perseverancia hacia la meta.

Hoy, el deseo magnificado y diversificado por el crecimiento imparable de las redes sociales, abandonó su carácter cualitativo, a cambio del cuantitativo.
Cuanta mayor es la cantidad y la variedad de objetos del deseo, más fácil parece obtener la satisfacción del mismo.
Ilusos.

El deseo crece a medida que los sentidos son despertados.
Las fotos, las palabras, la seducción en un texto o en un audio parecen ser moneda corriente ante una era abocada a la tecnología y a la cercanía que nos genera. Pero nada hay más lejos que ésto.
Nos sentimos cerca, pero aún si no hay distancia física, ésta es abismal. Nos abrazamos en el aire, nos decimos cosas lindas o nos insultamos, nos defendemos de agresiones, nos emocionamos. Todo a la distancia.

La multiplicidad de deseos invertidos en pequeños objetivos que terminan siendo abandonados en la nada misma, nos debería hacer abrir los ojos ante la realidad que estamos creando.
Las redes sociales que se jactan de acercarnos, lo más fuerte que generan es aumentar nuestra armadura protectora de vulnerabilidad y convertirnos en pequeños bichos bolitas que se encierran en su mundo a opinar desde su sillón.
Miramos, deseamos, demostramos que nos gusta o simpatiza alguien con pequeños clics lanzados con la timidez del dedo índice o el pulgar en el celular.
Hay miles de posibilidades de tener sexo real o virtual en el mercado de la web. Hasta en sitios donde nadie dice o cree que es posible.

Así difuminamos el deseo: es tan amplio el mercado, y nos gustan tantas cosas o personas, que olvidamos el foco. Queremos todas esas cosas, queremos probar a todas esas personas, es todo tan tentador, ¿cierto?
Ése es el problema mismo: las personas que no conocen los límites de sus deseos, fácilmente caen en situaciones de juego que terminan lastimando a quien no tenga las reglas tan claras.
Porque, repito, no nos estamos centrando en algo que valga la pena: Queremos satisfacción inmediata, y no a largo plazo.
Sin embargo, si supiéramos focalizarnos en algo o en alguien, veríamos que es la mejor manera de dirigir el deseo y satisfacerlo hasta sentirnos llenos. Y así no tendremos la necesidad de crear un nuevo deseo que satisfacer, sino de retroalimentar ése que sabemos que nos llena por dentro.

Si no sabemos utilizar la tecnología a nuestro favor, ella nos termina utilizando a nosotros.
Nos olvidamos de prestarle atención al que está al lado, no escuchamos, estamos tratando de absorber tantas cosas al mismo tiempo, que cuesta retener lo importante o recordar lo que hicimos.

Si deseo algo, voy a estar cerca, con o sin la tecnología. Te lo voy a demostrar, con las herramientas que tenga, y no utilizar la herramienta para generar un deseo. ¿Me explico?

No quiero tener el celular prendido, si estoy pasando un buen momento con vos.
No quiero responderle a otra persona, porque si estás a mi lado, elijo darte toda mi atención.
No necesito tener miles de deseos, y aunque sí los tenga, porque es mi naturaleza, elijo disfrutar y satisfacer uno a uno, eligiendo los que me conviene alimentar, y no los que me destruyen.