23 de agosto de 2014

Claridad.

La claridad mental no es algo que se herede, ni mucho menos que caiga del cielo.
Como muchas otras cosas, es algo que se trabaja.

Parar un poco con el overthinking y con los pensamientos a futuro, nos permite centrarnos en el presente para comenzar a HACER, y poder envisionar lo grandes que podemos llegar a ser, lo enormes que son nuestros sueños y lo bien que nos hará tomar las riendas de los cambios que provocamos una y otra vez en nuestras vidas, sobretodo una vez que las metas se aclaran en el camino.

Tener las cosas claras, nos facilita tomar decisiones, elegir entre varias opciones, e, incluso, nos ayuda a relajarnos.

A veces nos pasamos el día pensando en nuestra economía, en saldar deudas, en ahorrar para tal objetivo, en qué pasará con tal situación, en cómo se desenvolverá tal persona, etc... y pensar constantemente, sólo nos estanca, porque dejamos de actuar, ya que solamente estamos enredando más y más ese ovillo de lana mental, que nos termina mareando.

Aprender a discernir entre lo que nos sirve para proyectar, y lo que debemos desechar porque nos estanca, es el primer paso para organizarnos las ideas.

Cuando sabés lo que querés, todo se va aclarando: los pensamientos, las metas, los sueños, el futuro. El presente.

Comenzás a saber por dónde empezar, cómo organizarte, trazás un plan, armás listas. Ordenás los puntos por prioridad, hasta que te das cuenta que la organización ya está lista, los objetivos ya están diseñados: es momento de empezar a actuar.

Los círculos se van cerrando, una vez que estás seguro de que estás trabajando en pro de tus sueños, y no en base a lo que los demás piensan que deberías hacer. Qué gran error es validar las opiniones ajenas, olvidando que las propias son las que realmente valen.

La claridad mental te genera alivio. Te descansa la mente, la vista, hasta el cuerpo. Dormís mejor, te levantás con más energía. Ya la cabeza no se te incendia, porque entendió que el que manda sos vos.

Los pensamientos y dudas a futuro ya no te acechan, porque decidiste aceptar y fluir con lo que sea que venga en el camino. Te diste cuenta que lo mejor siempre tarda, tiene un proceso previo, y vale la pena a largo plazo.

Decidiste, entonces, respetar tus procesos, tu interior, tus deseos. A corto plazo también. Decidiste no frenarte ni dejar de hacer las cosas que realmente tenés ganas de hacer. Decidiste dejar de perder el tiempo pensando, y disfrutar de lo que sea que tenga que venir.
Decidiste hacer, y no pensar. Vivir, y no esperar. Aprovechar las oportunidades, saborear los momentos placenteros que aparezcan, y no desperdiciarlos en procesos mentales que no llevan a nada.

Te relajaste y sabés que es así como te gusta estar: claro, preciso. Entero.

Si te hace bien, si no daña a otros, ¿entonces por qué no?

Tengo el escritorio lleno de papeles. Mi cuadernito de Uruguay lleno de cosas a realizar, de ítems que no debo olvidarme, de direcciones, teléfonos, mails y listas de papeles a sellar.

Tengo claridad mental, sí.
Me sorprendo a mí misma siendo tan responsable, decidida, objetiva. Organizada, disciplinada.
No tengo miedos, no tengo dudas. Sé lo que quiero, cómo conseguirlo y estoy trabajando para ello.

Estoy en el principio de un camino enorme, del cambio más radical de mi vida, del que ya dí el primer paso.
Camino sin prisa, pero sin pausa.
Porque estoy muy segura que me gusta ser así.

No hay comentarios: