2 de agosto de 2014

La soledad, ésa linda, otra vez.

Hoy me preguntaron cuántas horas del día paso sola.
Con suerte, todas. :)

Desde hace dos años, el valor que tomaron en mi vida la soledad y el silencio, no hace más que crecer.

Necesito diariamente ése espacio en el que estoy, con plena conciencia, conmigo misma. Es el único método viable para escucharme, conocerme, responderme y volverme a preguntar. Es cuando estoy en mi estado más puro.
Cuando me silencio y puedo parar la maquinita de la cabeza. Esos segundos milagrosos.

Tengo días y días.
Los días que estoy centrada, me entrego al fluir de cada momento, y me siento en paz, relajada. Sé con certeza lo que quiero, cómo conseguirlo y trabajo por ello.
Los días, como hoy, que me despierto en pleno overthinking, me quemo, me incendio y tengo que escribir o hablar con alguien. Siento que yo sola no puedo, hasta que en cuestión de segundos recuerdo que SÍ.
Que siempre puedo.

Que puedo callarme, porque la que manda soy yo.
Que puedo calmarme y que tengo las herramientas.
Que puedo llevar a cabo lo que desee, por más loco o difícil que parezca.
Que puedo hacerme cargo de mi vida, sola.

Que esté donde esté, puedo reencontrar ése silencio, porque no es exterior: está adentro mío.


No hay comentarios: