1 de octubre de 2014

Nadie nos prometió un jardín de rosas, hablamos del peligro de estar vivo.

A veces tengo que sentarme y parar, aunque sea por dos segundos. Detenerme.
Vivo llevándome puesta la vida, entonces se me hace necesario sentarme en la playa de Pocitos a charlar un poco con el río, y conmigo misma.

Claro está, que tengo que parar porque hay muchas cosas que aún no entiendo de mi vida, ni de las decisiones que voy tomando sobre el viaje, en el camino.

Es de público conocimiento, mi amor inmenso y repentino por Montevideo, que viene de la mano de mis deseos de cambiar de vida, radicalmente. Y esta ciudad se presta para ser mi anclaje, mi puerto.

Desde que nací, creo yo, que estoy buscando mi lugar en el mundo. Hoy descubrí que no es uno sólo.

Cuando me preguntan de dónde soy, en mis entrañas resuenan un tango de Piazzolla, el fútbol, los asados, Mafalda, Soda, Charly, Fito, el Flaco; pero en mi Alma, resuena el mundo.

Porque en el mundo no me siento limitada. En el mundo puedo desenvolverme como soy, como quiero, como puedo. En el mundo soy libre, y estoy como en casa.

Sigo sentada en la playa, y por encima, me pasa una gaviota. Parece que lo hiciera a propósito, incitándome a envidiarle tamaña libertad.

Entonces me doy cuenta de que, en realidad, somos tan libres como queremos. Somos todo lo libres que nos animamos a ser.

Que nos quita la libertad tener ídolos, seguir ideologías ajenas, o convenciones sociales, aferrarnos a las personas equivocadas, y, sobretodo, escuchar los deseos y opiniones de los demás, en lugar de los propios.

Me parte un poco el alma, Montevideo. Porque quiero quedarme ya, pero tengo que volver a mi antigua casa, a mi zona cómoda.

Me parte el alma, todo lo que voy a dejar atrás, en caso de instalarme acá. Pero también me la sana y me la libera.

Me hace ruido. El silencio de la ciudad, me hace mucho ruido.

Éste viaje, me la hizo fácil, y me la complicó. Me presentó gente nueva, me alejó de otras. Asumo que es parte del destino, y quienes deban estar, simplemente lo harán.

Acortó las distancias físicas, amplió otras. Son cosas que pasan.

A veces creo que no me animo a ver la verdad de las cosas, y de las personas, como si me costara dejar de idealizar. Entonces me pegan un sopapo, y entiendo todo de golpe.

Quizás el tiempo me haya dado los ovarios necesarios para jugarme por la gente que quiero, y en primer lugar, entre toda la gente, están mis amigos. Mi familia, claro, paralelamente. Porque mis amigos son parte de mi familia, y me juego por todos por igual.

No me resulta extraño, soy así. Si te quiero, te quiero bien, cerca, y seguramente para toda la vida.
No me pasa eso con las parejas, es algo totalmente diferente. Hay tantos tipos de amor, y la gente se limita a tan pocos, que debería armar un catálogo. Como si el amor pudiera definirse o catalogarse, realmente.

Pero soy muy fraternal, muy apegada una vez que te saqué la ficha y te empecé a querer. Y podés decepcionarme, que, a menos que me lastimes demasiado, siempre te voy a perdonar. Porque los amigos se equivocan. Aunque yo me equivoco en creer que alguien es mi amigo, muy pronto.

Debo estar creyendo demasiado en la magia y en los planetas.

La gaviota volvió, se detuvo en la playa, y se acercó caminando al río. Se sentó en el agua, y se dejó llevar.
No piensa adónde la llevará, porque confía en que el río sabe lo que hace.
Está dándome otra lección, pájaro hijo de puta.

Fito suena fuerte en los auriculares, y ya no puedo pensar con tanta claridad. Sólo entiendo que hay que darle "Tiempo al tiempo". Y a las personas.
Así entonces, decido alejarme, estando tan cerca.
Y hoy hay luna nueva, y yo ya sé todo lo que eso significa.

Debería haber sido todo más simple.
La capacidad de razonar del ser humano, es tanto una bendición, como una maldición.

En fin, Montevideo ésta vez me agotó la cabeza un poco.
Y llego a Campana, y la extraño, es sabido.

24/09

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