21 de octubre de 2014

Procesos.

Quizás ni siquiera sepa bien lo que me pasa. Soy una bola de emociones y sentimientos, que trato de desentrañar, pero siempre alguien aparece para enredarme de nuevo.

No está bueno querer mudarte de país, cuando los demás creen que estás huyendo de algo, escapando.
Y la verdad, es que no.

Me agota el cerebro tratar de hacerles entender que no necesito escapar de nada, que simplemente estoy cansada, apagada, aburrida. Que en ésta ciudad estoy así. Que sé que tengo potencial, pero acá no se valora, no tengo oportunidades para explotarlo.

Que simplemente estoy buscando un mejor futuro para mí, y que tengo que hacerme cargo de mi propia vida, y no puedo hacerme cargo de la de los demás. Bastante me cuesta lidiar con la mía.

Que no veo mi futuro en ésta ciudad, ni en ninguna otra del país, que conozca.

Que hace 16 años estoy en un camino que, recién ahora, rinde sus frutos.
Que parte de mi decisión por mudarme, incluye encontrar mi propósito de vida, seguir lo que me hace latir el corazón, lo que me hace vibrar el alma.
Que estoy estancada, y no quiero más estar así. Que necesito avanzar.

Identifico claramente todo aquello que me hace sentir así, y son muchas cosas.

Desde poder ayudar a alguien a mejorar su vida, a hacerlo consciente de su propio poder, con unas palabras, con una carta natal, o con un curso; pasando por sentarme a mirar el río con los pies en la arena, pintar un mandala escuchando la música que me gusta; hasta llegar a cocinar bailando, o cantar una canción desafinando. Lo que sea.

No me importa si lo hago bien para los demás, excepto en el área de mi trabajo. Y sé de lo que quiero trabajar. Sé de lo que quiero vivir.

Hacer lo que me gusta, para mí, es la base que necesito para sentirme viva del todo, para convencerme que, escuchando a mi alma, todo puede suceder, y que las cosas decantan por su propio peso. Porque principalmente, sé que debo creer en mí.

Sé que las mochilas molestan, de todo tipo. Sé que cuanto menos cosas materiales acarree, y más claras deje las cosas acá, más libre me voy a sentir.
Sé también, que las cosas que valen la pena, no se pueden tocar.
Que las mejores inversiones, son las experiencias. Los viajes. Aprovechar las oportunidades.
Buscar el crecimiento. Moverse.

Yo no puedo saber a ciencia cierta si voy a terminar viviendo en Montevideo, siempre.
Sólo sé que, ahora mismo, en este instante, es lo que deseo y es por lo que lucho.
Es una meta más, no un sueño. Dejó de serlo, cuando empecé a tomar acción al respecto.

El tiempo dirá si termino en algún otro país, en otra ciudad, o del otro lado del mundo.
Por lo pronto, estoy abierta a todas las oportunidades, porque no tengo límites, y principalmente, porque soy libre, sobretodo de elegir mi vida.
Pero estoy muy segura de que, en ésta ciudad, ya no quiero estar más. Que no quiero volver.
Simplemente porque se terminó mi estadía. Con todo lo que eso implica.

Entiendo el dolor de los que me quieren, de aquellos para los que soy lo único. Juro que lo entiendo.
Y si pudiera evitárselos, créanme que lo haría.
Aún así, no puedo resignar mi vida, sólo por pensar en los demás.

Lo vine haciendo los últimos años, y ya es hora de pensar en mí. De elegirme, de decidir sola.
Es hora de madurar y de cortar el cordón que me ata por compromisos, porque "mamá siempre tuvo la razón", porque la sociedad dice que soy una mierda dejándola sola, con su marido.
A mí mamá la amo, y eso nada lo va a cambiar.
Lo único que pretendo que entiendan, es que no estoy siendo egoísta por buscar mi felicidad. Por escucharme, por conocerme e ir en busca de lo que me espera.
Porque pienso todas las noches antes de dormirme, en todos y cada uno de los que lastimo alejándome.

Aunque para mí sean sólo cinco horas de distancia, para ellos es tenerme en otro país. Ya lo sé, no es fácil. Repito, para mí tampoco.

Necesito organizar miles de cosas, que estas situaciones no me dejan organizar.
Necesito un plan, encarrilarme, sellar documentos, ahorrar, dejar todo pago y ordenado antes de irme.
Necesito sacarme cosas materiales de encima, y, sobretodo, necesito dejar de pensar.

Y no es tan fácil, porque me estoy mandando sola.
Incluso acá, ahora que tengo que volver de mis viejos, me siento más sola de lo que estuve en Montevideo.

Porque los que me apoyan, no son los que van a volver a vivir conmigo.
Porque allá la gente entendía mis ansias por buscar mi propio destino, aún sin conocerme.
Acá quieren atarme al de ellos.
Y yo nací con libre albedrío, que es el que me hace aventurarme en pos de un futuro mejor.

Estoy cansada de los cuestionamientos, y sé que hoy no fue el último.
Así que con la frente en alto, y con el discurso de siempre, voy a demostrarle a quien sea, que creo en mí, creo en que puedo hacerlo, y que puedo hacerlo bien.
También me preguntan qué haría si me sale mal, y claro que yo también me lo pregunto. Pero es una posibilidad que decidí no barajar, porque, primero, sé que daré todo de mí; y segundo, como mucho, volveré a empezar.
Que es algo a lo que ya estoy acostumbrada.

Además, tengo la desventaja y la ventaja, de conocer poca gente en Montevideo.
Eso quiere decir que cualquier persona puede aparecer.
Uno nunca sabe.

Peor sería preguntarme toda la vida, "¿Qué hubiera pasado si me animaba?"

No hay comentarios: