29 de diciembre de 2014

Todo lo que quise ser.

"Imagina nomás, que puedes crear una nueva vida."

Quería ser Bioquímica. Maestra. Astrónoma o Astronauta.
Quería tener una agencia de viajes. Quería una casa en la playa. Un restaurante.
Quería ser escritora. Dueña de un emprendimiento de bijouterie.
Quería crear, viajar, ser felíz. Quería ser Capitana de un Barco.
Encontrar mi lugar, porque desde niña que vivo buscando.
A veces no sé bien qué, pero lo sigo haciendo.

Todo lo que soñaba ser de chica, lo olvidé en la adolescencia, pero no se pudo quedar callado.
Hace un tiempo, empezó a renacer desde el fondo, desde el inconsciente, ahí, donde estaba oculto, como olvidado.

Así que la Bioquímica se dió cuenta que le gusta la alquimia, y la magia, y todo aquello relacionado a las mezclas que se conviertan en oro dentro nuestro: Por eso estudio Terapia Floral y hago Elixires de Gemas, y algunas Pastas Alquímicas que me enseñaron en un curso. También por eso creo en todo tipo de magia, sobretodo en la que tenemos dentro.

La maestra nunca se ocultó del todo, porque en el 2012 pudo darles Arte y Gastronomía a chicos con capacidades diferentes, y se dió cuenta de lo gratificante que es enseñar. Así que se quedó ahí, esperando a que terminara unos cursos y pudiera empezar a enseñarlos. Está orgullosa de poder dar todo eso.

La astrónoma o astronauta, sabe que nunca se va a poder ocultar del todo. Que los cursos que quiere hacer, le van a saciar un poco el hambre de Universo. Que viajar al espacio exterior, es tan maravilloso como viajar al interior. De modo que se fundió un poco con la Maestra y empezó a estudiar Astrología. Y ahí va, felíz de hacer lo que ama, con el Alma llena.

La de la agencia de viajes, esa que la Luna en Sagitario empujaba, prefirió no venderle los viajes físicos a los demás, sino realizarlos. Pero sabe que puede ofrecer otro tipo de viajes, que en lugar de ir afuera, van hacia adentro. Ella también está felíz.

La de la casa en la playa, espera. Sabe que no falta mucho. Mientras tanto, el río va suplantando al mar, y eso un poco la alivia y maravilla un poco.

La del restaurante, no quiere cobrar por su comida. Le gustaría más poder regalarla. Elige cocinar para los que ama, y seleccionar lo que la nutre, porque hay una Nutricionista fallida ahí en el fondo también. Ama cocinar y sabe que pone un poco de la Alquimista en cada receta que inventa.

La escritora, uff, tiene cada historia. Está tratando de ordenarlas, pero vive convencida de que alguna vez algo se va a publicar. Y va a armar tremendo alboroto en el barrio. Porque el pueblo es chico, y le gusta hablar, sólo por eso.

La dueña del emprendimiento de bijouterie, tuvo uno. Se aburrió cuando empezó a ver que la gente hacía lo mismo. Y a ella le gusta ser diferente. Así que está dándole forma a nuevas ideas, aunque en realidad ya sabe cómo quiere renacer. Quizás tampoco le falte tanto, porque cuenta con la astucia de la Maga y de la Astróloga que la acompañan.

La que quería crear, se recibió de Diseñadora Gráfica, y hace poco se dió cuenta que se cansó de crear siempre lo que quisieran los demás. Ahora decidió crear lo que ella quisiera...empezando por crearse a sí misma.

La que quería viajar y ser felíz, ésa siempre estuvo. No se va a ocultar jamás.

La Capitana del Barco, hace unos años viene agarrándole la mano al timón. Y es en éste momento donde lo tiene agarrado con firmeza, porque sabe que la ruta no está marcada, pero sabiendo cómo timonear el barco, la va a llevar adonde tenga que estar.

A encontrar ese lugar que hace años viene buscando, viajando para adentro y por afuera.
Intuye que el lugar, ése hogar, siempre está adentro. Ya lo sabe. Necesita descubrir dónde anclar físicamente para poder desarrollarlo.

Ahora huele a tierra mojada.
Parece que estamos cerca.

21 de diciembre de 2014

Terraza.

En esa terraza festejé un cumpleaños, dejé a un novio, ví estrellas fugaces, me quedé "encerrada", recibí señales, lloré, reí, almorcé, cené.

Pero nunca voy a olvidar aquél día de verano en el que llovía torrencialmente, y decidí salir a aprovechar ese momento.

Pisé la terraza, abrí los ojos mirando al cielo, sonreí y lloré de alegría, porque estaba viviendo uno de los momentos más liberadores de mi vida. Y ya sabemos que la libertad nos hace sentir muy plenos.

Hace poco cené ahí con mis primas, y la llenamos de risas y de mis monólogos de pseudo psicóloga que ellas tanto incitan que haga.

Hoy es Luna Nueva. Y salí a saludarla. Saludo a su energía, porque en realidad no la veo, pero calculo más o menos por dónde anda.

Sé todas las resoluciones e intenciones que debo poner, porque esta Luna Nueva es capricorniana, así que me inspiro, pero sobretodo, agradezco.

Agradezco porque todo lo que fui logrando en mi vida, lo hice sola, pero guiándome por los astros, por el cielo, por mi oído interno, por todo lo que no existe físicamente pero sé que está.

Porque si no creyera, estaría buscándole la lógica a este cambio radical de vida, que de lógico no tiene nada.
Si no creyera, no tendría esta fe y confianza en mí misma.

Creo más en lo que no veo, que en lo que tengo frente a los ojos.
Porque lo que veo, en algún momento no estaba allí, y lo supe manifestar.
Porque la Luna Nueva no se ve, pero es fuerte, se siente intensa, es un inicio. Un re-inicio.
Que es justo lo que estoy manifestando.

Y por eso, la respeto, la amo, la sigo, dejo que me mueva.
No tengo miedos.
La luna siempre está ahí para guiarme, aunque no se deje ver.

19 de diciembre de 2014

Me voy.

Me despierta Germán, el del correo. Le pide a mi mamá el papel que me dieron cuando hice mi nuevo DNI.
"Ya está, llegó", pienso. Y me retuercen el estómago los nervios. Me doy cuenta de que es inevitable, que ya estoy, que no puedo -ni quiero- echarme atrás.
No tengo más excusas, lo que me estaba faltando, ya no me falta: me puedo ir.

Puedo ir a Cancillería el lunes, con todos los papeles listos.
Puedo ir al último chequeo médico el martes, y que los resultados me lleguen por correo.
Puedo pasar Navidad con todo listo, esperando a ser metido en el bolso.

No puedo tirarme atrás, por más pánico o susto que me genere. No quiero retroceder.
Me costó tanto, en tan poco tiempo, llegar hasta acá, que creo haber crecido como tres años en cuestión de meses.
Cinco meses para ser exacta, donde sentí todo el peso del aprendizaje y la profundidad que tuve que investigar en mí, desde el 2012.

Tuve que permitirle a mi oscuridad que salga, para poder revelar mi propia luz.
Tuve que aprender a dejar los miedos y el "qué dirán", de lado, para hacerme cargo de mis propios deseos, de aquello para lo que vine -y que sigo descubriendo día a día-, para responsabilizarme por mis decisiones y avanzar en pos de aquello que me hace vibrar el alma.

Montevideo me da calma. A veces quizás demasiada. Pero sé que la necesito.
Necesito el cambio. Lo huelo, lo ansío, lo busco, lo provoco.

Lo tengo acá, latiendo en el medio del pecho.
Ya viene, no me queda otra que hacerme cargo.
Estoy lista.

14 de diciembre de 2014

Lisandro.

Es la primera vez que lo veo. Y antes de que termine la primer canción, ya sabía que quería verlo cada vez que pudiera.

Porque ya no soy una adolescente que va a ver bandas por amor a la experiencia "en vivo", o porque escucharlos así es mucho más placentero, sino porque con el tiempo aprendí a vivir la música de otra manera: desde adentro.

A permitir que un disco entero de Pink Floyd fluya desde mi alma, hacia los oídos.
A dejar que Cerati vibre desde adentro, hacia afuera.
A resonar con los Beatles como si estuvieran dentro mío.

Y Lisandro es todo eso, es interno, se mete en mis profundidades, en mi inconsciente. Me deja reconocerme, le doy el permiso de ser parte de mi vida, de lo que me gusta, de lo que me hace felíz. Porque escucharlo me sube tanto, que me pone así, en un estado de permanente felicidad.
No, no exagero.

Creo que escucho su "música", porque para mí cada canción es más, es una obra de arte, y el arte no se admira sólo con los ojos, qué pobre sería esa concepción. Me atrae el arte en todas sus facetas, y él puede congeniar varias en una sola pieza.
No, no exagero.

Aristimuño hace vibrar todo lo visceral en mí, cala en lo más hondo, hasta los huesos. Ni siquiera puedo definir qué es lo que me pasa, porque cierro los ojos, teniéndolo ahí, a unos metros, y me está haciendo volar.
De verdad, estoy fuera de mí, fuera del teatro, estoy en el Universo. Estoy acá y estoy allá, estoy adentro y afuera, estoy en todo.
No, no exagero.

Cada composición, cada letra, cada nota, cada violín y cada silencio, complotan para hacer que cada fibra de mi ser tenga una experiencia casi mística.
No, no exagero.

Aristimuño tiene una capacidad estelar para hacer tan bien lo que hace, que dudo que sea de éste planeta.
No, no exagero.

Hay momentos en los que inevitablemente tuve que llorar un poco, porque no podía creer la maravilla de la que estaba siendo parte, no podía comprender con mi mente finita, aquello que estaba alimentando a mi alma infinita.
No, no exagero.

Ni siquiera soy una fan empedernida o me desvivo por conocerlo, porque lo que me importa de él, no es él.
Me puede lo que él logra, lo que hace, más que lo que simplemente es.
Me puede aquello para lo que vino al mundo, e insisto con la idea de que vino de las estrellas, para hacernos recordarlas.
No, no exagero.

Lisandro tiene algo, tiene esencia, tiene poder, tiene fuerza, y éso se nota en el escenario, y en los Azules Turquesas. Es mágico, y contagia esa magia con los dedos, con la mirada, con la voz.
No, no exagero.

Se mete casi sin permiso en mi vida, en mi intimidad, en mi universo interno, en mi pequeñez, y me hace inmensa.
Me calma, me da paz, me seda, hasta podría decir que me droga con lo que hace. Me marea, me centra, me desarma y me vuelve a armar.

No, no exageré nunca desde que empecé a escribir.
Porque el arte no se puede exagerar, una vez que se hizo universal, aunque sea sólo para uno, y para compartirlo con los que ama.

Es todo lo que tiene. Y es más que suficiente.

12 de diciembre de 2014

Me muevo.

Me muevo con la energía.

Me muevo con los planetas, con la Luna, con cada astro que me enseñe a bailar a su ritmo.
Me muevo con el agua, con las nubes, con el cielo.
Me muevo adaptándome y manifestando lo que necesite materializar.
Me muevo hacia donde la vida me diga que debo ir.

Aprovecho cada nuevo aspecto entre las estrellas, a mi  favor. Tomo esa energía, la atraigo, la moldeo, la ajusto a mis necesidades, la integro.

No dejo pasar un día sin trabajar en mí, sin darme un espacio de recreo, sin saber que cada cosa maravillosa que me va pasando, la atraje con intención, sabiendo que me la merezco.

Tampoco pasa un día, sin que me pase algo "milagroso", o de "otro mundo".
Es simplemente, porque estoy fluyendo con el Universo.

Aprendí a fluir cuando las cosas así lo requieren.
Estoy aprendiendo a soltar mis ansias de control con todo lo que sucede en mi vida.
Sé que soy artífice de mi destino, pero también sé que no puedo controlar todo, pretendiendo que las cosas se ajusten a mi ego, porque aprendí también, a escuchar a mi Alma.

Aprendí a correr con el viento, y a hacerle frente cuando su oposición me quiere hacer reconocer el deseo verdadero, del capricho.

Aprendí a nadar de pequeña, porque en el agua es donde más cómoda me siento, y como soy agua, aprendí a fluir con ella también.

Aprendí que todo lo que tuve que aprender, y que todo lo que aún me falta, es parte de mi propósito, de mi misión.

Aprendí que escuchando a los planetas, me escucho a mí misma también.
Aprendí que éste fin de semana es especial para agradecer a todo y todos los que me estén ayudando en este viaje, físicamente o no, porque creo más en lo que está "allá", que en lo de "acá".

Aprendí que soy alquimista, que soy maga, que soy bruja.
No me interesa lo que piensen al respecto.
Porque las personas que vibren como yo, son las que van a estar conmigo en el camino siempre, y las únicas que valen la pena.