19 de diciembre de 2014

Me voy.

Me despierta Germán, el del correo. Le pide a mi mamá el papel que me dieron cuando hice mi nuevo DNI.
"Ya está, llegó", pienso. Y me retuercen el estómago los nervios. Me doy cuenta de que es inevitable, que ya estoy, que no puedo -ni quiero- echarme atrás.
No tengo más excusas, lo que me estaba faltando, ya no me falta: me puedo ir.

Puedo ir a Cancillería el lunes, con todos los papeles listos.
Puedo ir al último chequeo médico el martes, y que los resultados me lleguen por correo.
Puedo pasar Navidad con todo listo, esperando a ser metido en el bolso.

No puedo tirarme atrás, por más pánico o susto que me genere. No quiero retroceder.
Me costó tanto, en tan poco tiempo, llegar hasta acá, que creo haber crecido como tres años en cuestión de meses.
Cinco meses para ser exacta, donde sentí todo el peso del aprendizaje y la profundidad que tuve que investigar en mí, desde el 2012.

Tuve que permitirle a mi oscuridad que salga, para poder revelar mi propia luz.
Tuve que aprender a dejar los miedos y el "qué dirán", de lado, para hacerme cargo de mis propios deseos, de aquello para lo que vine -y que sigo descubriendo día a día-, para responsabilizarme por mis decisiones y avanzar en pos de aquello que me hace vibrar el alma.

Montevideo me da calma. A veces quizás demasiada. Pero sé que la necesito.
Necesito el cambio. Lo huelo, lo ansío, lo busco, lo provoco.

Lo tengo acá, latiendo en el medio del pecho.
Ya viene, no me queda otra que hacerme cargo.
Estoy lista.

2 comentarios:

SigosinCara dijo...

Y acá estamos algunos para hacerte el aguante ante semejante movida. Lo lindo es que me dejes hacerlo :)

Ale Modarelli dijo...

Cómo no dejarte, si sos una persona maravillosa!! :)