9 de marzo de 2015

No extrañar.

No, no extraño.
No sé si es temporal, o si será de por vida.
No sé si es parte de ser quien soy, o si sólo es parte del momento que vivo.
No sé nada.

Sólo entiendo que soy de las personas que dejan el pasado atrás, cuando cierra etapas, pero que esta vez el pasado es parte de lo que soy hoy, como persona, en mi presente. Que la etapa que cerré, fue mi vida allá, pero que me traje todos los recuerdos conmigo.

Entiendo que mis raíces son mi hoy. Que las personas que amás nunca son parte del pasado, porque siempre están con vos.

Entiendo que me forjé en una ciudad que ya no me gusta, que ya no me llena, pero que contiene a todos aquellos que me hacen feliz, que me dieron todo, que me criaron, que me moldearon, que me dieron la mano para que aprenda, para sostenerme, para levantarme, para caminar conmigo, y que luego me la soltaron para que viva lo que elijo.

Entonces extraño momentos, olores, sensaciones al tacto. Nada más.
Creo necesitar mis libros, mis películas, o esas otras cosas que elegí dejar, todo aquello de lo que me desapegué.
Creo necesitar todo eso, pero puedo vivir sin tenerlo. Lo estoy haciendo, de hecho.
Debe ser que me estoy acomodando, de a poco. Y que sé que igual los voy a ir a buscar, o me los van a traer. O no.

Pero a veces me pongo un poco melancólica. No, repito, no es porque extraño.
Es porque vivo procesando.
Porque sé que soy humana, porque necesito de las palabras de afecto, de los abrazos, de las cenas en casa, de mis rincones y mis momentos a solas, de la terraza.

Es porque quiero acariciar a Valentín aunque me ladre, porque quiero decirle a mi mamá que la amo pero en la cara, porque quiero hacerles una torta de algarroba a mis amigas, porque quiero cenar con mi prima y mis sobrinos, charlar con mi hermana, ver cómo crecen los hijos de mis otras amigas, hacer mermelada, acostarme en el pasto del patio, decorar mi casa con los cuadros que hace Juli riéndonos mirando Cualca, tomar cerveza hasta debilitarnos con Analía, tener sesiones psicológicas con Sole, o con Maca y Sofi.

Momentos, extraño momentos.

Pero después salgo a la calle, huelo el río, recuerdo que elegí correr con mis propios lobos, y me doy cuenta que llegué sola hasta Montevideo, que nada me hace más fuerte que lograr lo que me propongo,y que algo -o todo- me trajo hasta acá.

Y acá me quedo, por lo menos hasta nuevo aviso.

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