25 de mayo de 2015

El pasado no es hogar.

Parece que la idea de volver al pasado, además de estar de moda, a muchos les genera la sensación de que se puede volver a vivir lo mismo, a sentir igual, a vibrar de la misma manera.
Como si aquella zona cómoda, ya conocida y segura, fuera la que nos va a alimentar y ayudar a crecer por el resto de la vida. "Como si".

Qué aburrido debe ser creer que lo mejor de nuestra existencia quedó estancado en otros tiempos, y no está esperándonos en los que allá vienen.

Qué aburrido debe ser añorar lo que ya se fue, tener miedo a renovarse, no permitir que a uno lo sorprendan.

Hacen falta certezas.

Hace falta tirarse de cabeza a lo nuevo, a lo que no sabemos cómo va a salir, a lo que nos atrae de la misma manera en la que nos asusta. A lo que nos ofrece algo mejor, mucho mejor.

Hace falta creer que lo merecemos, confiar un poco, arriesgarse, aceptar que todo sigue su curso y que no, por más que queramos, no tenemos el control.

Hace falta rendirse ante el destino, o lo que sea que ahí esté, observándonos, esperándonos.

Hace falta abrir los ojos y ver que hay cosas que ya no nos sirven, de las cuales no podemos aprender más nada, que se apagaron, que están extintas, que perdieron el gusto.

Hace falta hacerse cargo de que el pasado por algún motivo quedó ahí atrás, de que ahora necesitamos y buscamos otra cosa, de que las casualidades no existen.

Hace falta creer un poco en la magia.

Hace falta creer.

Eu, lo que pasó, se murió por algo.
Respiren y avancen.

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