18 de julio de 2015

Capítulo VIII.


Reconocí el bosque a la distancia y esta vez no sentí miedo. Caminé pisando fuerte.
La luz del día me confundía, porque mayormente conocía el camino a oscuras, pero mientras lo transitaba supe que mi instinto se encontraba intacto, perfecto.
Así transcurrió alrededor de un mes. Lo busqué cada día y cada noche en la cabaña, entre los árboles, en cada cueva, bajo cada raíz. Vagué olfateando huellas y rastreando olores.
Me alimenté como pude, y tan mal no me había ido, hasta que llegó el día en que todo, de repente, se sintió nuevamente familiar.
Y ahí lo ví.
Sentado sobre una gran piedra, afilando sus flechas, miraba al horizonte. Un horizonte tan oscuro como su futuro.
El sol estaba cayendo y mi corazón comenzó a amanecer, vibrando como un tambor con cada latido.
Cobré una enorme vitalidad al verlo, cruda, excitante.
Lo deseaba. Lo deseaba tanto que estuve a punto de lanzarme directamente a su yugular,  quería destrozarlo, devorarlo, rajarle la carne con mis colmillos e ingerirlo hasta que me habitara íntegra. Quería entender porqué tenía por él el apetito más voraz que jamás había sentido.
Observé que su barba era más larga, y que tenía el aspecto corrupto, abandonado.
No pude moverme con sutileza, y me escuchó. Su expresión de temor se fundió con algo parecido a la satisfacción, cuando ví que esbozó media sonrisa, desafiante.
Tomó sus cosas y huyó de mí.
Entendió que había llegado el momento, que el final era inminente, que podía matarlo buscando respuestas, buscando su corazón rebosante de vitalidad. Que haberme dejado escapar fue un error.
Sin esperarlo fui consciente, como en algún tipo de epifanía, que de permitirle la huída, al día siguiente comenzaría su cacería conmigo nuevamente, porque me habré olvidado de todo, como el mismo día de cada mes, así que decidí que era mejor terminar con tanta incertidumbre, cerrar el ciclo, poner punto final.

-Lo voy a devorar- pensé.

Entonces se me quiebran los huesos, caigo en cuatro patas, agudizo mi olfato y antes de salir a buscarlo, miro al cielo y le aúllo a la luna llena.

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