27 de diciembre de 2015

Como en una película.

Para mí, mirar tu vida desde afuera, como si fueras espectador de una película, es el parámetro para saber dónde estás parado y si querés seguir así, o no.

A mí me gustan las películas de personas que se llevan el mundo por delante, que enfrentan sus miedos, que se arriesgan aunque estén aterrados.
Esas donde el protagonista sufre por un amor oxidado y se va de viaje, donde además de conocerse a sí mismo, descubre lo que quiere de la vida. 

Esas películas que te erizan la piel, con actores que te generan automática empatía y por quienes esperás un final feliz. Con la diferencia de que el final de nuestras películas siempre termina igual.

La que vale la pena, es esa película donde el protagonista la lucha pila, se cae mil veces y se vuelve a levantar. Tiene una vida magnífica llena de contrariedades, y le da para adelante. Duda de cada paso, pero se deja llevar por impulsos cuando se agota de pensar.
La actúa esa persona que busca su camino, que se cuestiona, que intuye que la vida no puede ser solamente madrugar, trabajar y acostarse a dormir.

El actor de mis películas favoritas sabe que hay algo más esperando en el camino, y no tiene miedo de renunciar, de terminar las cosas que lo estancan o que le hacen mal. Busca, no se cansa de buscar, no se queda quieto. Investiga en sus propios deseos y toma acción al respecto, los cumple, es responsable de su propia vida y de su propia libertad.
Sabe que un compromiso, una renuncia o un determinado contrato con alguien o con algo más, no implica dejar de ser libre, porque está eligiendo con madurez, porque vive el presente pero piensa a futuro.

Reconoce cuando es feliz y cuando está triste, se decepciona, ha tenido una infancia o una adolescencia difícil (o ambas) pero continúa de pie, porque arma su propia vida día a día, sabiendo que cual sea el resultado de sus acciones, éste traerá algún aprendizaje. Llora y se ríe a montones.
Cumple sus sueños.

Hace cosas que lo hacen vibrar por dentro, que le llenan el Alma, que le gustan. No se conforma. Le gusta salir de la zona cómoda y es aventurero. Tiene algo que le llamamos suerte, estrella. Para mí es simplemente que sabe dónde está parado y hacia dónde quiere ir, entonces actúa en consecuencia.
Tiene vida interna, es como un pequeño universo.

El protagonista de las películas que me gustan, responde que sí cada vez que le preguntan si está bien. No le gusta responder que está mal o confundido o triste o lo que sea, porque no habla si no tiene algo importante para decir, si no está seguro de que el espectador lo va a comprender.

Porque está lleno de películas aburridas con diálogos superfluos que no llegan a ninguna parte.

6 de diciembre de 2015

La casa.

Estábamos buscando casa para mudarnos con mi familia, cuando llegamos a ésa.

Por fuera, hecha pedazos, pero enorme. Rodeada prácticamente de nada, se dedica a hacerle sombra a la casita humilde que tiene a su derecha, y a la izquierda, como si hubiera un barranco, el vacío.

Entramos e inmediatamente me siento cómoda, me quiero quedar ahí. Hay un cuarto para mis padres y dos entre los que puedo elegir. Uno en planta baja, luminoso, amplio, tranquilo. El otro, en planta alta, me gusta más, es más grande y me gusta la decoración, tiene muebles y hay algo con estampa floreada por ahí. Sin embargo no me siento tan segura, porque está embrujado y tengo miedo.

Algo mal había con esa casa, por eso no nos quedamos ahí y terminamos alquilando otra, hasta donde recuerdo.

Pero siempre vuelvo, porque me aterra pero me atrapa. Una vez por mes, mínimo.
Vuelvo como se vuelve a las cosas difíciles, para superarlas. Como se vuelve a aquello que quedó pendiente, para cerrarlo. Como se vuelve mentalmente sobre la historia personal, para repasar todo aquello que te trajo hasta acá.

Vuelvo a esa casa porque le tengo miedo. Entro a ese cuarto y tiemblo, quiero huir, pero a veces me acomodo en esa oscuridad y me adapto, me enrosco mientras los latidos de mi corazón hacen eco bajando la escalera. Hay voces, hay fantasmas, hay pasado.
Hay cosas que necesitan salir a la luz y revelarse, liberarse, despedirse.

Hay cosas de ese cuarto que ya no necesito y sólo ocupan lugar. El pánico que siento al entrar, las inseguridades, las dudas, el tiempo.

Hay cosas que voy a tener que liberar de mi cabeza para que, cuando vuelva a soñar con mi inconsciente, ya no tenga tanto miedo de adentrarme en él.