6 de diciembre de 2015

La casa.

Estábamos buscando casa para mudarnos con mi familia, cuando llegamos a ésa.

Por fuera, hecha pedazos, pero enorme. Rodeada prácticamente de nada, se dedica a hacerle sombra a la casita humilde que tiene a su derecha, y a la izquierda, como si hubiera un barranco, el vacío.

Entramos e inmediatamente me siento cómoda, me quiero quedar ahí. Hay un cuarto para mis padres y dos entre los que puedo elegir. Uno en planta baja, luminoso, amplio, tranquilo. El otro, en planta alta, me gusta más, es más grande y me gusta la decoración, tiene muebles y hay algo con estampa floreada por ahí. Sin embargo no me siento tan segura, porque está embrujado y tengo miedo.

Algo mal había con esa casa, por eso no nos quedamos ahí y terminamos alquilando otra, hasta donde recuerdo.

Pero siempre vuelvo, porque me aterra pero me atrapa. Una vez por mes, mínimo.
Vuelvo como se vuelve a las cosas difíciles, para superarlas. Como se vuelve a aquello que quedó pendiente, para cerrarlo. Como se vuelve mentalmente sobre la historia personal, para repasar todo aquello que te trajo hasta acá.

Vuelvo a esa casa porque le tengo miedo. Entro a ese cuarto y tiemblo, quiero huir, pero a veces me acomodo en esa oscuridad y me adapto, me enrosco mientras los latidos de mi corazón hacen eco bajando la escalera. Hay voces, hay fantasmas, hay pasado.
Hay cosas que necesitan salir a la luz y revelarse, liberarse, despedirse.

Hay cosas de ese cuarto que ya no necesito y sólo ocupan lugar. El pánico que siento al entrar, las inseguridades, las dudas, el tiempo.

Hay cosas que voy a tener que liberar de mi cabeza para que, cuando vuelva a soñar con mi inconsciente, ya no tenga tanto miedo de adentrarme en él.

No hay comentarios: