24 de abril de 2015

Empezar.

Decidir cuándo comenzar una nueva vida, debería venir acompañado con la advertencia de que todo, todo lo que te imaginaste antes de empezar, no va a ser así.

Un aviso que diga que la estabilidad que saliste a buscar, primero la tenés que tener adentro.

Que las cosas que te ayuden a llegar, no van a ser las mismas que te ayuden a anclarte.

Que anclarte, al fin y al cabo, es perder la esperanza y sentarte en la comodidad que no te deja crecer.

Que los sueños de seguir volando necesitan tener solidez.

Que te fuiste de algún lado para llegar a otro, que nunca estás sola si sos buena compañía para vos misma, que sabés que no extrañás pero que habrá momentos en los que sientas el quiebre.

Que llorar siempre es sano.

Que no necesitás a nadie, pero cuando encontrás gente de otro mundo, no vas a querer que se vaya nunca.

Que creíste tener superados los apegos. Creíste.

Que todo lo nuevo, va a ser viejo y luego será rutina. Que deberías saber cómo evitarla si tanto te aterra.

Que no vas a poder establecerte, hasta que no aprendas a confiar en tus propios procesos, y por ende, en los demás. Que es bueno dejar que te conozcan. Que a veces te vas a cansar de tanto silencio y vas a querer compañía para mirar el cielo.

Que vas a tener que discernir cuándo es conveniente tanto misterio en tu vida, tener secretos o resguardar demasiado tu privacidad.

Que tenés que aprender a compartirte porque si decidiste empezar de cero, entonces no podés seguir siendo la misma.
Y no lo sos.

Que un nuevo país, ciudad, casa, sistema político, económico y social, parecen cosas fáciles de asimilar porque estás a horas de tu ex hogar. Pero es sólo aparente.

Que también vas a renovar contactos, amistades, entorno, rincones, silencios, trabajo/s, decisiones, elecciones, certezas, dudas, rumbos, procesos, cursos, conocimientos, mascotas, historias, horarios, colectivos, palabras, costumbres.

Un cartel que diga que todo aquello que se puede tirar abajo y reconstruir, lo vas a tirar y volver a levantar, porque es lo que mejor te sale: volver a empezar.

Que a veces te vas a asustar mucho, y es normal.

Que los cambios siempre son buenos. Que te llevan adonde tenés que estar. Que la vida es cíclica.

Que la incomodidad habla por sí sola. Como el Alma.

Que cuando sentís que es momento de volver a moverte, es por un motivo que tu ego no puede entender.

Que tu cabeza puede organizar todo milimétricamente, pero la vida siempre te va a dar las cosas como se le dé la gana, o sea, de una mejor manera de la que imaginaste.

Que no siempre Fito te tiene que cantar "Confiá, nena, confiá" para que te relajes.

Que tenés que mudarte de nuevo, por tercera vez en menos de seis meses.

Que estás en un nuevo proceso, o ciclo, buscando otro aire.

Que ahora tenés que volver a elegir, pero no vale elegirte a vos misma otra vez, porque eso es algo que hacés cada día.

Que es momento de dar un paso más allá y mandar preconceptos sociales al carajo.

Que ya es hora, piba, porque se abrió la puerta.

Y que siempre vas a estar empezando.

Porque hace rato decidiste nunca cansarte de crecer.