12 de enero de 2016

Historias.

Es raro vivir apenas un año en un país donde todos los que conocés tienen ahí su historia de vida, y donde vos recién estás empezando un segundo capítulo de la tuya, dejando en otras latitudes las memorias de la primera parte.

Es vivir donde alguien dió su primer beso en tu playa favorita, donde en aquel parque corrían de pequeños, donde en tal calle caminaron con alguien especial una noche de tormenta. Donde se cayeron y sufrieron la lastimadura más grande o donde les rompieron el corazón.
Donde está la escuela a la que iban y viven las personas con las que crecieron. Donde tienen armada su vida, donde están sus seres queridos para ir a almorzar un domingo y donde se encuentran sus amigos de la infancia.

Es vivir donde todos tienen recuerdos.

A veces me olvido de cosas. Bueno, siempre me olvido de cosas. Y me doy cuenta que cambiar de país hace que ese espacio en la memoria, lleno de vivencias de treinta y dos años, se vaya deslizando despacito hacia un costado, mientras un año y algo de vivencias uruguayas se van instalando.
Que estén frescas no quiere decir que sean menos importantes.

Entonces despierto del letargo que me genera el lamento boliviano éste de sentirme un poco sola y miro hacia atrás.
Miro hacia donde elegí dejar a aquellos con los que armé todo lo que soy hoy. Miro Campana y extraño a mi familia, a mis amigos, a todo lo que fui y la manera en la que crecí allá. Miro Capital y extraño el bullicio. Las noches de librerías y pizza en Florida, las tardes de Santa Fe y Pueyrredón, los cines de Cabildo.
San Telmo, La Boca, Palermo. Plaza Cortázar y el barrio Chino.
Extraño todo eso que me hace inflar el pecho con sólo recordar que nací ahí, que soy argentina hasta la médula.

Miro mis decisiones, mis elecciones. Las responsabilidades que tomé y aquellas que evadí. Las personas que quise, las que amo, las que no quiero volver a ver. Lo que aprendí y lo que prefiero olvidar.

Inmediatamente, como la melancolía no es mi materia preferida, miro hacia adelante. Ahí sí me encanta estar. Mirando hacia adelante proyecté mudarme sola de país y lo hice. Mirando hacia adelante es donde me siento más cómoda, donde diseño mi vida a largo plazo, donde fantaseo con todo lo que quiero lograr... pero inevitablemente tengo que aprender a mirar acá, adonde estoy ahora.

Y mierda que me traje a este presente tomando decisiones difíciles, transformándome a los tumbos, renaciendo en mi cueva y quebrándome el alma, pero sabiendo que al fin y al cabo todo, indefectiblemente TODO, va a estar bien.

Peco de optimista y no me importa. Porque así es como me doy fuerza para levantarme cuando me caigo, para sonreír ante los días nublados y para sanar. Sobretodo para sanar.
Si no soy optimista, no tengo fuerza. Y si no tengo fuerza, no puedo dar todo lo que tengo para dar, ni ser todo aquello que puedo ser.

Miro mis recuerdos un ratito más, para acariciarlos y darles las gracias. Los miro con todo el amor del mundo, porque me convirtieron en la persona que soy y me enseñaron a lograr poco a poco todo eso que vine a buscar. Y sé lo mucho que falta, así que los dejo ir en paz.

Porque sé que seguirán conmigo siempre, viva en el país donde viva.

4 comentarios:

SigosinCara dijo...

Qué linda que sos. Tu Argentina y argentinos estarán siempre al pie del cañón. Abrazo, te quiero.

milo dijo...

Si no hubieras traído toda esa materia prima preferida, no podrías avanzar. Ni siquiera te plantearías quedarte o seguir buscando.
Se nota que un poco buscas evadir y otro poco (más) buscar enfrentar, y ese es un buen desafío al final de cuentas. No hay nada que te dé más fuerza que la materia prima de sobra adecuada para seguir el camino y ser todo lo que puedas ser.
¡Bien vos!

Ale Modarelli dijo...

Te quiero tanto, Sincara!!

Ale Modarelli dijo...

Gracias, Milo! Es la idea ser todo lo que puedo ser. ;))