12 de febrero de 2016

Coger.

El problema de escribir libremente sobre sexo, es que hay mentes que siempre te van a tratar de puta, de fácil, de atorranta.

Es tabú básicamente porque la Iglesia así lo quiso. Nos hacen avergonzarnos, sobretodo a las mujeres, del cuerpo con el que nacimos, hacen que parezca un horror o una burla que se te vea alguna parte íntima o la ropa interior, por accidente.
Nos hacen tener culpa, mea culpa, de querer satisfacer nuestros deseos carnales, impuros, superficiales.
Como si el sexo fuera exclusivamente algo que pasa en nuestro exterior.

Haya amor o no, siempre hay algo interno que te mueve a tener sexo con alguien, a abrirle las piernas, a compartir tu intimidad.
Puede ser mera atracción física que busque descargar tensiones y fluídos, pero aún así, buscamos algo más, tenemos algo más sucediendo dentro.

Necesitamos un empujón para el autoestima, o un abrazo que dure más de unos minutos. Tenemos ganas de compartirnos y de soltarnos, sentimos impulso de dar placer y que nos lo den, de acabar y ser acabados, de hacer llegar al otro a lugares donde sólo nosotros queremos llevarlo, de sacar el aire y de que nos lo saquen.

Queremos coger con alguien porque nos parece físicamente agradable y nos excita, porque nos conectamos mentalmente o porque compartimos muchas cosas. E incluso por lo contrario: porque somos tan diferentes que queremos conciliar en algo.

Queremos cogerlo desde la cabeza hasta los pies, despellejarlo con rasguños, elevarle tanto la temperatura que no le quede más que estallar. 
Porque lo que buscamos es sentir estímulos. No todos estamos interesados en ponerla por ponerla.

Algunos buscamos esa excitación mental que puede generarse con un cruce de miradas, con un mensaje, con un recuerdo. Con sugerencias, con promesas, con una invitación.

Queremos cogerle la mente, los sueños y la sangre. Queremos todo porque el sexo no tiene gracia si escatima, si es pobre, si es gris. Queremos olvidarnos del mundo porque sabemos que cuanto más te entregás, más disfrutás.

Queremos enfermar de calentura al otro porque eso nos hace sentir bien. Porque sentimos que tenemos poder, que todo el placer está en nuestras manos, en la boca, en las cavidades.

Sentimos que ante el sexo oral no sólo estamos dando, también estamos recibiendo, porque el otro se está entregando y eso es una muestra de confianza, sea en el nivel que sea.

Queremos coger porque tenemos un cuerpo, una vida y tenemos que hacer algo con todo esto mientras tanto. 
Hay personas que pueden combinarlo con amor y eso es algo maravilloso. 

Incluso hay quienes escogemos a quien también nos pueda ofrecer diversión. Porque si no me podés hacer reír, mucho menos me vas a poder coger bien. Y al fin y al cabo, nadie quiere despertarse al día siguiente con un gusto amargo en la boca. A menos que sea por haberla tenido ocupada.

Algunos preferirán la cantidad, la variedad; otros preferiremos la calidad. Con cualquiera de las dos opciones se puede aprender.

Otros dirán que ya experimentaron suficiente y que se las saben todas. Y nada más alejado de eso, porque todos los cuerpos son distintos, todos sentimos placeres diferentes, nadie tiene el mismo exacto punto débil que otro ni siente con la misma intensidad.
Qué embole revolcarte con el que cree que no tiene nada nuevo que descubrir. 

Porque si del sexo, de las personas con las que te compartiste y de las noches de insomnio con alguien durmiendo al lado no aprendiste que nunca vas a saber todo sobre el placer, entonces qué aburrido que debés coger. 

2 comentarios:

Sof dijo...

Amé la etiqueta BUENO acá.
Lo que más amé es que sea coger con g y no con j.
En fin, me dieron ganas de comentar esa pavada.
Un besito.

Ale Modarelli dijo...

Jaja, está para eso el blog, para comentar libremente, sea bienvenida zeñoda. :D