17 de febrero de 2016

Random.

Tengo muchos problemas con la sociedad.
Bueno, no, no los tengo, simplemente estoy en desacuerdo con muchas cosas que la sociedad pretende dejar establecidas y que pasemos por alto.

Marge, no voy a mentirte: me gusta estar sola porque no tengo que soportar el choque cultural/social de personas que piensan diferente y pretenden demostrarte tener la última palabra en lo que a la verdad respecta, como si no fuera subjetiva. Aunque haya días en los que me encuentro especialmente reactiva, la verdad es que no me interesa discutir. No me gusta, me saca de mi centro.
Sin embargo, siendo mi propia antítesis, cuando algo me molesta o me hiere, no puedo quedarme callada. Ni siquiera es una opción.

Me exaspera no poder abrir cabezas a los botellazos.

Tener que explicar porqué me gusta ir al cine sola, caminar conmigo por la playa, sentarme en la plaza a mirar la nada.
Tener que aclarar que sí, que estoy bien, que sólo necesito estar en mi compañía.

A la sociedad le resulta extraño que te guste estar sola. Que seas mujer y hables de sexo sin tabúes. Que pises el freno cuando alguien cree que eso le da derecho a invitarte a coger.
Y es la misma sociedad la que sentencia que tomar cerveza en un recital significa que sos una trola, que por ser tan independiente vas a terminar siempre sola, que si sos exitosa o autosuficiente "ahuyentás" a los hombres, que si tenés mundo interno o afrontás la vida con intensidad quiere decir que sos insoportable.

Estamos, como género y como humanos, tan hartos de tener que desetiquetarnos, de intentar que dejen de señalarnos (o de ejercer algún tipo de violencia, contra ambos sexos) y tan cansados de tener que presentar la carta de: "No solamente me gustan mis momentos de soledad, es que también los necesito", que nos tornamos desconfiados de cualquier ser que pretenda acercarse incluso con la mejor de las intenciones.

Todos somos solos, libres, sueltos.
Todos queremos encontrar o armar nuestra propia manada y sentirnos a gusto en compañía también, pero para eso tenemos que saber, primero, quiénes somos. Y eso incluye saber cómo poner límites a todo aquél que no sepa cómo respetar la libertad ajena, del tipo que sea.

Quizás uno de los aprendizajes más grandes de la vida consista en aceptar lo que uno es, para poder hacer lo mismo con los otros. Clara señal de que no te respetás, es si no me podés respetar a mí.

Quizás también nos cuesta entender otros mapas mentales, porque estamos demasiado asustados de descubrir que puede existir otra realidad, que puede hasta ser mejor que la nuestra.
El problema es que cambiar de perspectiva implica dejar patrones viejos atrás, romperse un poco y hacer espacio, sino la nueva vida no tendrá lugar para entrar.

Al final, los que estamos cómodos en nuestra soledad y vivimos como autosuficientes, sabemos que vamos a tener que rompernos muchas veces hasta convertirnos en quienes deseamos ser, y eso no significa tener que hacerlo siempre solos.

Tal vez lo que en el fondo queremos es relacionarnos con aquellos que sepan que nos gusta mucho más cuando tenemos otros brazos con los que contar, y que nos bancamos todo solos porque no nos queda otra, no porque siempre lo queramos.
Elegimos el camino más difícil a conciencia, y nos lo tenemos que bancar.

En resumidas cuentas, creo que somos de esos que buscan magia en los demás para que se lleve bien con la que llevamos dentro.

Qué se yo.


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