11 de marzo de 2016

No se puede vivir del amor.

¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

Es estúpido, inocente y hasta naif creer que el amor es lo único que se necesita para llevar adelante algún tipo de relación.

Crecí mirando películas de Disney, jugando a las Barbies y más tarde evolucioné (o no) creyendo cada ilusión y decepción que me mostró Woody Allen desde alguna pantalla.
Reconozco haber crecido y aún así seguir teniendo una mentalidad rosada.

Me hago cargo de haber leído demasiados libros y notas hablando del amor, de las relaciones, de almas gemelas, y de todas esas cosas sobre las cuales las nenas deberíamos fundamentar nuestras bases ideológicas, para poder llegar a la edad socialmente aceptada para tener una familia, y hacerlo exitosamente.

Pero así como la información se iba pegoteando en mis neuronas, la vida me fue diciendo que no podía vivir idealizando, que en algún momento todo se rompe, se cae a pedazos, sobreviene la rutina, los miedos superan al amor, las personas prefieren a otras personas, ése ser con el que imaginaste un futuro termina odiándote (o viceversa) y todo se termina, todo concluye al fin.

Por un lado, lamento informarle a la sociedad que, si bien no soy una descreída del amor, no soy la niña rosa chicle que debería ser. Porque ser demasiado dulce y boba es estar un poco muerta por dentro y yo quiero vibrar bien fuerte.

Pero por el otro,  no puedo conmigo. No puedo con la esperanza que tengo de que todo deje de ser una mierda social en algún momento. No puedo creer en que un final siempre tiene que ser un mal final.
Y por eso, supongo, vivo como estoy viviendo, soy como soy.

Yo prefiero arriesgarme ante la posibilidad del error, abrir el pecho y mostrar que me puedo romper, que si sangro, me desangro, porque sé que siempre puedo volver a nacer.

Porque siento y lo hago con el Alma, desde el Alma; porque no tengo miedo de decir lo que me pasa ni de enfrentarlo, o de gritar que creo en el amor porque tengo la suerte de sentirlo, en muchas formas. Que soy cursi, romántica y no tengo problemas en compartirme cuando tengo confianza. Que soy transparente, que me basta con creer en alguien.

Que no voy para el lado que va la sociedad, que no tengo etiquetas porque siento cosas que nadie entendería, que no están catalogadas. Porque acepto experiencias que no son comunes, porque las atraigo, quizás porque yo en el fondo soy así, o deba aprender a serlo.

También podría decirle a todos los que suponen que debería tener una familia, que todavía no me siento cómoda con ese papel, que quiero hacer mil cosas antes y que ser madre no me hace más ni menos mujer. Que la edad es un número y que cada ser humano es diferente.
Que soy libre y no me gusta que me rompan las pelotas con idiosincrasias.

Prefiero tirarme de cabeza ante la oportunidad de respirar el aire que quiero respirar, y no el que dicen los demás que debo ingresar a mis pulmones.
Prefiero elegir a las personas que se animen a quererme como soy en el momento de mi vida en el que me encuentro, porque el futuro podrá imaginarse, pero nadie sabe qué pasará. No podemos dejar de actuar o de vivir por el miedo de lo que podría suceder.
Si nos rompemos, mala suerte. Habrá que levantarse y seguir, sabiendo que no nos quedamos con la duda de lo que hubiera sido.

Es estúpido, inocente y hasta naif creer que el amor es lo único que se necesita para llevar adelante algún tipo de relación.
Porque también necesitamos huevos para enfrentar lo que sea que haya que enfrentar en pos de estar con la persona con la que queremos estar.

Prefiero arriesgarme, porque no me quiero morir pensando en que me hubiera gustado abrazarte y besarte más seguido.

No hay comentarios: