10 de abril de 2016

Domingos.

Me despierta el olor a salsa que inunda mi cuarto.
Son las once de la mañana, es domingo y otoño. El sol se mete a la fuerza por las rendijas de la ventana y los ladridos del perro dicen que es hora de levantarme.

Bajo la escalera en pijama, toda dormida, agarrándome de la baranda, porque esos escalones son un poco tramposos si no abrís bien los ojos. Me detengo en el tercer escalón y observo todo: una parte del diario sobre la mesa, la tele prendida en algún CSI, el marido de mi mamá en el sillón leyendo la otra parte de Clarín. Valentín gruñendo para que no me le acerque.

Y ahí, a la derecha, mamá con anteojos empañados revolviendo la olla, en la mesada los fideos frescos recién amasados, en alguna silla el resto secándose para comer en otro momento.

El patio me llama al pasto, donde cargo energía aunque la luz solar me ciegue un poco. Las palomas revolotean para que les dé de comer. Los vecinos ponen música desagradable.
Recorro todo como si realmente estuviera allí, y veo la terraza con la ropa secándose, los gatos en las cornisas espiándome como si fueran intrusos -que lo son-, los caracoles secos que salieron de noche y no llegaron a esconderse a tiempo.
Probablemente suba a buscar la cámara, guarde en imágenes las flores más lindas de lavanda, las abejas que no la dejan tranquila, los insectos que me rodean.

Estoy en casa y sé que después de tremendo almuerzo, todo se silenciará respetando la siesta, determinando que el momento familiar del domingo se acabó.

Esa era mi vida cada séptimo día de la semana.
Esa es la vida que extraño cada vez que me doy cuenta que estoy lejos de mi familia.
Ahora, despertar cada domingo y no sentir el olor a salsa hace que me duela un poquito el pecho. Por eso decido darle play a esa música que escuchaba mamá cuando yo era chica, tratando inútilmente que toda esta melancolía sane un poco.

Tarde o temprano, todo lo hace.

2 comentarios:

SigosinCara dijo...

Mi vida... Cuando me levanto temprano los domingos me acuerdo lo que le protestaba a mis viejos, que hacían lo mismo, mientras papá pasaba la bordeadora y mamá cocinaba. Ahora daría cualquier cosa por que me despierten con esos mates calentitos...

Ale Modarelli dijo...

Salado, incluso cuando vivía sola iba re poco los domingos, pero el mes que volví a vivir con ellos antes de venirme fue un rejunte de todo eso...y ahora a veces lo extraño mucho...