2 de mayo de 2016

La psicosis del Río de la Plata.

Buenos Aires tiene locura, tiene frenesí, tiene ritmo de ataque cardíaco. Tiene estrés, tiene terribles niveles de exageración, de desesperación, de apuro. Todos siempre están alterados, abrumados, angustiados de tanto autoexigirse.
Tiene humo e inseguridad, tiene miedo. La ciudad está llena de miedos.
Tiene embotellamientos y accidentes. Largas esperas que te enloquecen. Tiene sangre, tiene polvo.

Montevideo tiene locura de otra clase, tiene falta de autoestima y ritmo vago, cansino. No se apura pero se angustia. Se castiga, se ahoga en un vaso con agua, se despierta cansada y se acuesta aún peor. Se da cuenta tarde que se encuentra en una jaula y cuando quiere escaparse, tiene deudas, tiene ataduras, se da cuenta que no tiene -y probablemente nunca tuvo- libertad. Libertad de elección, libertad de tener huevos para jugarse por lo que quiere, por lo que le apasiona. Es que en Montevideo hay poca pasión, hay demasiados días nublados como para que la gente tenga esperanzas de que todo puede estar mejor. 
Tal vez el agua que la rodea la hace tan melancólica, tan emocionalmente inestable. Tan desequilibrada.

Buenos Aires me acelera demasiado, me descompone la brusquedad a la que laten mis venas cuando estoy demasiado tiempo a ese ritmo.

Montevideo me pone triste, porque absorbo erróneamente la confusión que manda en las cabezas de los transeúntes, de toda la ciudad. Sobretodo de Ciudad Vieja. Me marea.

Buenos Aires al menos, sabe lo que quiere y tiene impulso, tiene fuerza para ir adelante en las adversidades. Se queja un poco pero sigue, sabe que es fuerte y tiene dirección, sabe adonde ir. Tiene la costumbre de elegir mal, pero no duda en hacer quilombo y romper con todo para volver a empezar.

A Montevideo la frustra volver a empezar. Está cansada de estar cansada, se queja de todo y le cuesta arrancar, empezar el cambio. Quizás hasta no crea en el cambio, al fin y al cabo, y por eso se rinde antes de comenzar a salir de la comodidad que la tiene harta. Está tan desesperada por vivir que no sabe por donde empezar a quitarse el estancamiento.

Nací en Buenos Aires, pero elegí Montevideo.
Todavía estoy tratando de entender porqué.

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