24 de junio de 2016

Volver a casa.

Mamá me había estado esperando en la puerta de los arribos de Buquebús, cámara en mano, y le esquivé la foto. El marido me saludó tan efusivamente que casi le agradezco la muestra de afecto.
Valentín bajó la escalera sin ladrar y se hizo pis encima cuando lo saludé.
Mis amigas hicieron cola en la puerta de casa cuando llegaron, para abrazarme. Lau vino bajo la lluvia con tal de que hablemos horas de las vidas paralelas que tenemos. Con Manu necesitábamos ese pequeño rato de charlas eternas dándonos consejos. Mi familia me preguntó mil veces cuándo llegué, cuándo me voy y cuánto estuve viajando por ahí.

En poco más de veinticuatro horas experimenté tremendo terremoto emocional en el que pude verme con -casi todos- mis seres queridos. Mi mundo, mi anterior entorno, mi gente. Mis raíces.

Volver a casa es rejuvenecedor.
Es recordar cómo era dejarse mimar.
Es amor.

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