6 de julio de 2016

Presente.

Llueve.
Hace como mil semanas que llueve o en Montevideo una semana de lluvia es una eternidad.
Son las doce y media de la noche y claro que me despabilé.

En Spotify Florence Welch me canta un universo.
En el blog hay un par de entradas incompletas, en la cabeza muchas ideas y proyectos dando vueltas: tengo tantos hobbies que a veces me desespero por organizarlos.
En el piso hay blocks de pintura, libros de mapas y cuadernos llenos de vida.
En Whatsapp unas amigas planean una ida al cine el sábado y yo nunca fui al cine en Montevideo aún. Un amigo me manda la foto de un conejo de ojos rojos, como la canción de Buitres, y otro me pregunta cuándo es que me voy de viaje.
Mi roomate duerme. El gato -increíblemente- parece que también.

Estoy acostada en la cama que compré hace menos de un año y que ya entretuvo a varios pasajeros.
Miro la guía de viaje acostada a mi izquierda y un libro de cosas mágicas que la acompaña. Nada es casualidad: viajar es mágico.

Tengo el pelo suelto, aún no me puse el pijama y hay mil ventanas abiertas en mi buscador. Twitter que perdió relevancia, un blog de escritura, mucha astrología, Pinterest y algunas páginas de viajes.

Llueve afuera solamente. Hace días que ya no llueve adentro.

En mi cuarto hay calidez, tengo calor y me quiero desvestir.
No me importa el desorden, las cosas en el piso ni la hora que es.
Este día, en este momento, lo único que realmente me importa es la magnitud que cobró mi vida dentro de mi vida.
Hice lo que quise. Puedo hacer lo que se me ocurra.
Es hoy.

Me cambié la vida. Me la expandí. Y en el ínfimo polvo de estrellas éste que soy, no puedo evitar sonreír y sentirme gigante ante todo lo que estoy haciendo conmigo.
Porque todo de mi vida me gusta.
Lo bueno y lo que parece ser "malo".
Lo que me duele y lo que ya sanó.
Lo que me hace reír y lo que me dobla en llanto.
Lo que fue, lo que es y lo que no tengo idea qué será.
Estoy llena de miedos, de errores, de cosas que tengo que sanar. Estoy rodeada de preguntas sin respuesta. Sigo tratando de eliminar patrones nocivos de conducta.
Pero al menos cuento con ese nosequé que me hace comprender que aprendo de todas las experiencias. Que todo me enseña, todo está en su lugar, incluso cuando parece estar en desorden. Y que también cuento conmigo.

Quiero crecer. Nací con ansias de crecer y a veces se tornan insoportables, descabelladas.
Me quiero comer el mundo.
Quiero tener el tamaño del Universo.
Quiero aceptar que ser tan ambiciosa y hambrienta de vida está bien.
Quiero aceptar que la intensidad de Luna llena que me sale de las vísceras es la que me permite absorber todo con la profundidad de Neptuno. Y que eso también está bien.

Mi vida me gusta porque es mía. Porque la pinto y moldeo como quiero.
Mi vida me gusta porque decidí ser una persona feliz, y no solamente estarlo de vez en cuando.

La lluvia se escucha tan poética que por un rato me digno a disfrutarla.
En Spotify Florence Welch canta "It's always darkest before the dawn".
Y adentro está amaneciendo entre fantasmas que dejé que me habiten porque son parte de mí, con la condición de que no ocupen el lugar que precisan las cosas que vienen allá, adelante.

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