11 de julio de 2017

Destino.

Hace exactamente un año, me llegaba una invitación para irme a vivir y trabajar en Düsseldorf, Alemania. Inmediatamente sentí palpitar fuerte mi corazón, la sonrisa me estallaba en la cara, y los dedos tipearon en un inglés urgente la respuesta.
Me iba a vivir a Europa, quién lo hubiera imaginado.

Mi vida en Montevideo se había golpeado con una pared que no podía derribar, así que saltarla evadiéndola era una gran solución. Alejarme de todo y de todos, por fin. Hacer que mi vida imbancable tenga un poco más de sentido. Montevideo me había vuelto gris.

Sí, me había enamorado de Uruguay apenas me mudé, había encontrado buenas personas y otras no tanto -como en todos lados- pero algo se había roto. En realidad se había roto dentro mío, pero qué va, me iba a vivir a Europa y todos los malos ratos solamente iban a ser recuerdos.

Entonces le empecé a contar a mis amigos más cercanos, y a los dos días tomé coraje y le conté a la persona más importante para mí desde que conocí el "paisito".

Y casi dos meses después, tuve que mandar otro mensaje de Whatsapp, pero aclarando que no iba a poder mudarme.

¿Qué ventajas tenía escaparme y vivir la gran vida en Europa? Materialmente, todas. Pero nada más.
Sí, muchos pueden decir que rechacé tremenda oportunidad, pero para mí no hubiera sido así. Era tentador vivir viajando dentro de Europa yendo de oficina a oficina, visitando ferias de libros y viviendo cómoda en un apartamento del primer mundo. Pero no.
Estaba huyendo de mis problemas y sobretodo de mis procesos.
Estaba ideando una vida lejos de donde sentía dolor.

Entonces me quedé. Decidí enfrentar y sanar todo lo que me estaba pasando y no quería reconocer. Empecé terapia, hablé con mis amigas más cercanas, conocí a personas que serían mi familia.

Puedo decir, entonces, que un mensaje fue el impulsor que necesitaba para cambiar -otra vez- de vida. Para saber qué quería, para dejar de tener miedo y comenzar la ardua pero satisfactoria tarea de sanar y de descubrir lo que quiero de la vida.
Para que nos hagamos cargo.

Quién sabe qué sería de mí, qué vida tendría, cuáles serían mis prioridades. En Uruguay descubrí que mis prioridades son mis sueños, mi camino, la persona que amo y admiro, que me llena de felicidad.
Qué me importa mi otra versión, si acá puedo ser todo lo que vine a ser al mundo.
Entonces creo en el destino, en las señales que me trajeron acá, en las coincidencias que nos unían una y otra vez.

Lo que quiero siempre estuvo acá. Las posibilidades de cumplir todo lo que siempre soñé, el mar, los pinos, mi propósito, los que amo.
Así como la vida una vez me empujó a contarle a toda mi familia y amigos que me mudaba sola a Uruguay, un día tuve los ovarios para decidir que me quedaba.

Quién quiere a Europa cuando las personas que amás te acompañan en todo, pero más que nada, te hacen saber que podés. Acá y un río más allá.

PD: Tengo la película Serendipity (una de mis favoritas) de fondo, y cuando estoy terminando de escribir, escucho que un personaje dice: We have to cancel Düsseldorf. :)

No hay comentarios: