19 de noviembre de 2014

Pocas cosas.

Toda la vida fui de guardar "cosas que algún día me servirían".
Mi profesión me llevó a guardar publicidades, packaging, imanes, volantes, tarjetas, etc...
Mi mala memoria, me obligó a escribir más de treinta cuadernos, agendas y diarios íntimos, y a guardar cada carta que me han escrito.
Mi apegaba a las pequeñas cosas, a un pequeño objeto que me traía recuerdos, a algo que me regalaron y que guardé sólo por ser regalo -aún si nunca lo usé-, etc...
Mis hobbies artesanos me han hecho guardar chapitas, tapas, maderas, mugre, mugre y más mugre que en algún momento planeaba reciclar o utilizar en algún proyecto.
Siempre fuí una cartonera, sí.

Pero en los últimos meses, cambió todo.
Cambié yo.
Cambié tanto, que lo único que me faltaba, realmente, era terminar de eliminar y limpiar el exterior.

Me dí cuenta que todo me molestaba. Que había cosas que estaban ocupando lugar físico, y en mi cabeza.
Que me sentía un poco atada, agobiada, abrumada.
Que necesitaba limpiar, limpiar y limpiar.
Que, además, tenía que mudarme y empezar a elegir qué cosas me sirven realmente, y qué no.

Perdí la cuenta de las bolsas de basura que saqué de la casa de mi mamá, de mi ex (y en breve nuevamente actual) habitación.
De las que saqué con cosas para regalar.
De las que tiré en mi casa.
Es increíble que un ser humano tan pequeño de tamaño como yo, haya guardado tantas porquerías en treinta y un años.

Y hoy empecé a mudarme, y me dí cuenta que tengo pocas cosas.
Que me guardé las que uso siempre.
Que me quedé con eso que preciso para trabajar, por ejemplo.
Que no sirve de nada guardar cosas "porque sí".
Que nunca vas a usar todo eso que creés que vas a usar, y guardás en vano.
Que no hay liberación más grande, que la de eliminar cosas materiales que no te sirven, porque inevitablemente viene conectado con una limpieza del inconsciente, y, si queda lugar libre, físico, mental, espiritual, o el que prefieran, inevitablemente se va a volver a llenar, pero con cosas que sirvan, que realmente necesiten.
Y las cosas que necesitamos, seamos conscientes, nunca son materiales.

"Eliminar, para iluminar", es uno de mis mantras preferidos.

Es el que me ayudó a darme cuenta de que, en realidad, cualquier tipo de apego te ata, y con el que descubrí que no soy apegada a nada, a fondo.
Que las mejores cosas de la vida, no son cosas.
Que los mejores aprendizajes, vienen de experiencias.

Aprendí que me da mucha paz tener pocas cosas - comparando con lo que tenía antes- que mudar.
Me hace más liviana, simple, veloz.

Aprendí que todo lo que te tironea al pasado, te ata.
Y yo no quiero estar atada a nada.

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