Siempre creí que era una persona que
vivía en el futuro, porque nunca ignoré mi ansiedad de estar
pensando siempre para adelante. Cuando el pasado apareció en mil y
una formas para que lidiara con él e integrara sus enseñanzas, me
dí cuenta que no había superado una mierda las cosas que más me
dolieron, además de la separación de mis padres.
A mi papá lo
perdoné hace mucho, cuando comprendí que él hizo lo que pudo, con
las herramientas que tenía en el momento, y además siempre, después
de un gran reencuentro, me demostró amor. Y con amor perdonamos
todo.
Otro gran dolor que de alguna manera ya
no es importante, es el que creé cuando tuve una relación super
tóxica con alguien que creía ser dueño de mi vida y de mi cuerpo. Digo "creé"
porque no le voy a echar la culpa a él, es decir, fue horrible
conmigo y mi jueza interna sin duda lo califica de mala persona, pero
yo le dí el ok para que me tratara como él quería. Que me engañara
sí, es su responsabilidad.
Pero esos dolores, por más profundo
que hayan calado, siento que ya no me manejan, no actúo en base a
ellos. Sin embargo, a partir del primer dolor -la ausencia de mi
padre- inconscientemente elaboré creencias tales como "no soy
suficientemente linda/buena/inteligente, entonces todo el mundo me va
a abandonar, en todo tipo de relaciones". Para comprobar esto,
atraje varios hombres que se fijaron en mí antes que yo en ellos
-cosa que rara vez pasaba- y terminaron desapareciendo, tarde o
temprano. Tuve amistades que se alejaron de mí sin darme
explicaciones. Esas cosas me hicieron seguir viviendo en la pauta de
que yo no era lo suficientemente válida como para que alguien se
quedara a mi lado (hasta que llegó Martín y me dió vuelta la
historia, así que no me quedó otra que crecer).
Pero tengo grandes heridas que creé y
que aún me cuesta resolver. Personas con las que me relacioné hace
casi veinte años y que aún siento que reaparecen y vagan en mi
mente como fantasmas del peor de los trenes -el del autosabotaje-
porque no integré las enseñanzas que trajeron en su momento.
Ninguno de mis ex reaparece igual, porque con todos los que tuve
relaciones largas terminé cortando por lo sano, como hice siempre:
de raíz. Ni siquiera los tengo en redes sociales, pero no por rencor: sencillamente no me interesan nada.
Pero hay alguien que siempre reaparece y me tiene cansada. Que no se malinterprete: no quiero
saber de su vida, no quiero estar con él ni verlo, no quiero
rehacer nada. Quiero entender. Y lo que tengo que entender no va de
su mano, va de la mía, de mi capacidad de olvidar, perdonar y superar la
idealización y el apego a quien fui en determinados momentos de mi
vida, cuando por primera vez sentía el amor o la felicidad. Esos
momentos me hacen aferrarme como si hoy en día no fuera feliz, no me
sintiera florecer. Creo que justamente cuando somos felices aparecen escenas de diferentes felicidades para que entendamos.
Pero hay otra persona, y tal vez es la
más dañina de mi historia: se llamaba Jessica y me hizo bullying
durante los siete años de la escuela primaria, y algunos previos, en
el jardín de infantes.
Yo era muy callada, solamente hablaba
con mamá y con mi primo César, que querían matarla. Sí, de
verdad, se ponían muy reactivos y violentos entonces yo aprendí que
alguien siempre me iba a defender y no desarrollé la autodefensa
hasta años más tarde.
Jessica era peor que la más mala de
las Mean Girls. Siempre burlándose de mi delgadez -era muy flaquita
de chica, muy- o de mis dientes torcidos. Nota: recién ahora a los
35 años puedo animarme a ponerme brackets. Al principio fue un tema
de dinero, pero luego el dinero apareció y yo seguía sin comprender que soy suficiente. Que valgo la pena, que puedo cuidarme. Recién ahora
me hago cargo de mi amor propio, aunque hace casi cuatro años me
haya ido de Argentina en pos de lo mismo, de buscar mi amor explorando hacia afuera -porque desde que recuerdo exploro hacia
adentro- y experimentando la vida estando sola, sin nadie de mi
círculo de familiares o amigos.
En fin, Jessica caló hondo: yo le dí
el permiso de tratarme mal (inconscientemente, claro) porque de por
sí yo ya no me creía valiosa como para halagos, entonces ella me
daba la razón. Como me la dió aquél que me hizo sentir amor por
primera vez y luego desapareció. Ambos me daban la razón. Y yo
comencé a aprender de verdad cuando aparecieron personas que desafiaron mis
creencias y me hicieron abrir los ojos a todo un mundo de amor y valor y no de crítica constante.
Pero con el último eclipse que se dió
sobre mi Sol en Acuario, en la zona de mi carta natal que representa
al pasado, algo cambió: todas las personas de mi pasado
reaparecieron como en el trailer de una película de terror. Yo los
guardé tan bajo la alfombra que se hartaron de que ignorara sus
gritos y salieron como muertos vivos a arrancarme pedazos del cuerpo.
Porque se siente así, como si te despellejaran viva. Sin embargo, no son ellos los que me arrancan
pedazos, soy yo. Les estoy devolviendo a todos y a cada uno todas las
cosas que me hicieron creer que era, que, mejor dicho, yo creí que
me estaban haciendo creer que era.
Cuando me hicieron creer que era una
puta por besar a quien se me cantara -oh, wow, si hubiera sido
hombre, habría aplausos y no juicios-, cuando me preguntaban si me
drogaba porque me vestía de negro y con pantalones anchos -no era lo
suficientemente "nena" para los demás-, cuando creían que
por ese motivo era lesbiana, y así tengo una gran lista. Cuando
Jessica me hizo creer que yo de verdad era fea, desagradable, y que
merecía pasar vergüenza. Cuando mis amores desaparecían sin dar
explicaciones, demostrando lo poco que valía para ellos.
Cuando mis amistades se alejaban y hasta me dejaban de saludar.
Todas estas cosas que dolieron en su momento, reaparecieron para hacerme comprender que sí, que uno crea su vida pero también que
la sociedad no se banca la libertad de elección de las mujeres, que
para muchos es difícil tener huevos para decir la verdad, que muchas
personas tratan mal a los demás porque necesitan sentir alguna
emoción, necesitan sentirse bien con algo y que las amistades que se
van, te hacen un favor porque ya no comparten tu mismo nivel de
vibración (no es casual que las amistades que desaparecieron de mi
vida tengan un punto en común: no hacen autocrítica pero viven
criticando a los demás).
Yo nunca fui la responsable de las
acciones de los demás sobre mí, pero sí de como interpreté y permití esas acciones, de lo que hice con ellas. Y ahí están los pedazos de
piel que me arranco y les devuelvo: son creencias que ya no me
pertenecen, porque son de ustedes. Se las devuelvo.
Esta es mi manera de reencontrarme con mi esencia y de salir de mi cueva de hibernación al mismo tiempo que el Sol se va acercando al planeta.
Vivimos en relaciones. Vivimos
aprendiendo de los demás como espejos, así que vivimos aprendiendo
de nosotros mismos. Si somos capaces de comprender que sólo reconocemos y vemos en los demás lo que tenemos guardado dentro, si podemos ser conscientes de aquello
que los demás se acercan a enseñarnos, si somos capaces de abrir
los ojos a que atraemos lo que somos y lo que permitimos, si somos
capaces de mirar hacia adentro en lugar de hacia afuera y de entender que somos 100% responsables de todo lo que sucede en nuestras vidas, si somos lo suficientemente abiertos para dejar de culpar y criticar a los demás, entonces
algún día podremos dejarles a las generaciones que siguen un mundo
un poquito menos difícil para transitar.