21 de diciembre de 2014

Terraza.

En esa terraza festejé un cumpleaños, dejé a un novio, ví estrellas fugaces, me quedé "encerrada", recibí señales, lloré, reí, almorcé, cené.

Pero nunca voy a olvidar aquél día de verano en el que llovía torrencialmente, y decidí salir a aprovechar ese momento.

Pisé la terraza, abrí los ojos mirando al cielo, sonreí y lloré de alegría, porque estaba viviendo uno de los momentos más liberadores de mi vida. Y ya sabemos que la libertad nos hace sentir muy plenos.

Hace poco cené ahí con mis primas, y la llenamos de risas y de mis monólogos de pseudo psicóloga que ellas tanto incitan que haga.

Hoy es Luna Nueva. Y salí a saludarla. Saludo a su energía, porque en realidad no la veo, pero calculo más o menos por dónde anda.

Sé todas las resoluciones e intenciones que debo poner, porque esta Luna Nueva es capricorniana, así que me inspiro, pero sobretodo, agradezco.

Agradezco porque todo lo que fui logrando en mi vida, lo hice sola, pero guiándome por los astros, por el cielo, por mi oído interno, por todo lo que no existe físicamente pero sé que está.

Porque si no creyera, estaría buscándole la lógica a este cambio radical de vida, que de lógico no tiene nada.
Si no creyera, no tendría esta fe y confianza en mí misma.

Creo más en lo que no veo, que en lo que tengo frente a los ojos.
Porque lo que veo, en algún momento no estaba allí, y lo supe manifestar.
Porque la Luna Nueva no se ve, pero es fuerte, se siente intensa, es un inicio. Un re-inicio.
Que es justo lo que estoy manifestando.

Y por eso, la respeto, la amo, la sigo, dejo que me mueva.
No tengo miedos.
La luna siempre está ahí para guiarme, aunque no se deje ver.

1 comentario:

SigosinCara dijo...

Nada logra tanta paz como moverse en busca del cambio que te lleva adonde querés estar.