16 de febrero de 2015

Esconderse.

"We´re constantly being told "Stay strong"...but you know what?
It´s ok to not always be strong.
It´s ok to break down.
Just do the best that you can, and remember that is ok to fall. 
Just get back up."

Desde chica me gusta esconderme.
Tengo afición por desaparecer cuando la loba interna me pide regeneración.

Siempre me gustó tener un espacio propio. Desde los baúles a los que vaciaba para meterme dentro y volver al útero creativo, pasando por las carpas que mamá me armaba en el patio o las casas que delimitaba con ladrillos en el jardín trasero. La necesidad de un lugar propio, adonde huir, es parte de mi naturaleza.

Soy consciente que ésto parte de Escorpio amaneciendo en mi ascendente y de la esencia de transformación que Plutón como planeta dominante en mi carta natal, prácticamente me impone. Con mi permiso, claro, porque es algo que me fascina.

Plutón siempre pide transformación, regeneración, que algo muera porque a otra cosa le urge nacer.
Y yo soy así cuando estoy conmigo a solas.

Plutón transforma desde la destrucción. Te obliga a renacer como un ave fénix de tus propias cenizas. Te empuja a ser dueña de tus propios procesos, de tu intimidad, de tu oscuridad, de todo lo que te envuelve y te ahoga. Te sacude hasta las vísceras, te impone su fortaleza, su caos para que elijas tu propio orden.
Y yo soy así.

El escorpión, aquél arácnido astrológico regido por Plutón, es solitario. Establece relaciones primarias, de caza y apareamiento, porque allí es donde sabe que es poderoso. Es cruel, es venenoso. Su pose de defensa puede matarlo. Pero su veneno está siendo investigado como posible cura para el cáncer. Entonces, el mismo veneno que mata, puede curar. Y él lo sabe, por eso es tan fuerte, tan resistente.
Y yo soy así: Soy solitaria, porque soy la única persona con la que viviré hasta el día de mi muerte.
Conozco el poder de conseguir lo que me propongo, conozco el poder que obtengo usando el sexo sabiamente.
Ya no soy cruel ni venenosa, porque integré esa oscuridad y sé que no es sano para mí, ni para nadie. Pero guardo mi propio veneno, porque es parte de lo que soy como persona, de modo que sé que puede aniquilarme o puede salvarme: Sigo aprendiendo a utilizarlo. Lo importante es la dosis y la emoción con la que lo hago. Y así me hago fuerte, conociéndome, usando el veneno a mi favor, canalizándolo creativamente, o como se me presente.

Si congelan un escorpión una noche, y lo ponen al sol al día siguiente, echará a andar, seguirá su vida como si nada. Para él sólo ha sido un mero proceso en el que el tiempo se detuvo, pero su vida comenzó de nuevo.
Y yo soy así: necesito ése lugar donde permitirme el enfriamiento, la soledad, el confinamiento, para poder renovarme y seguir adelante. Con todo, o con nada. Pero seguir al fin.

El escorpión puede sobrevivir en los ambientes más duros del planeta, pero no puede vivir sin tierra. Allí donde pueda enterrarse, prosperará. Sino consigue hacerlo, llegará su fin.
De modo que relacionando su elemento en astrología, es agua, es el tsunami de las emociones. Hace hervir las aguas internas para que cuando nos quememos por dentro, aprendamos a canalizarlas.
Y en la vida precisa tierra, estabilidad. Necesita de ella para adaptarse, y es lo único que requiere: un rincón para estar solo, para escapar, para esconderse.
Já. Claro que también soy así.

Hace tiempo escribí "Universo en Ebullición", y ahora que lo releo, es lo mismo que sigo sintiendo siempre. Evolucioné, crecí muchísimo. Pero mi esencia está plasmada ahí, en esa entrada. Ésa soy.
Y no puedo creer cómo pude haberme descrito tan bien, cuando en realidad nunca supe hacerlo.

Retomando el tema principal, todos necesitamos una cueva, un espacio sagrado, un rincón personal al que huir para lamernos las heridas, protegernos, enroscarnos y desenroscarnos, cambiar la piel, mutar, transformarnos, regenerarnos, silenciarnos. Conocernos.

Tuve la suerte de que mi mamá siempre validara y apoyara mis procesos, sin siquiera ponerles nombres.
Cada vez que necesitaba la carpa para salir del mundo, ella la armaba en cuestión de segundos y allí me lanzaba yo, con algunos objetos personales que sirvieran de anclaje, porque me la pasaba volando. Siendo yo sin reglas, ni estatutos, ni concepciones sociales.

Alimentaba a mi brujita interna, a esa nena que amaba hacer experimentos de laboratorio, cocinar como alquimista, hacer magia conmigo misma.

Esa cueva, descubrir, necesitar y usar esa cueva, me ha salvado siempre de la vida misma. Porque me permite dejar morir lo que ya no sirve, y volver a salir renovada.
Puedo indagar en mis propias profundidades, sin juicios, sin distracciones, para resurgir de las mismas con otra sabiduría.

Cuando estoy ahí, soy yo sin tapujos. Soy la humana primitiva, vuelvo a mis raíces tridimensionales. Soy la estelar, la que vino de las estrellas alguna vez. Soy la loba que defiende a los suyos con toda su fiereza.
Soy la astronauta que vuela en el espacio exterior, así sea representado solamente por mi cabeza.
Vuelvo a mis orígenes. Sano. Me curo. Incubo.

Entonces necesito escribir. Siempre escribo cuando preciso soltar algo: un patrón de conducta, expectativas, objetivos que no funcionaron, personas.
Si no suelto, no tengo lugar para crear.
Si no suelto, no tengo lugar para dejar entrar aquello que está golpeando mi puerta.
Porque como buena loba, lo huelo.

Y siempre es mucho más maravilloso.







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