22 de febrero de 2015

Que no nos dé pena.

Es difícil encontrar tu propósito en el mundo, tu misión.
Es difícil darte cuenta para qué viniste, por qué estás acá, qué es lo que amás hacer, qué es lo que te mueve, lo que te apasiona, lo que te llena, lo que te enciende.
Es difícil, arduo, pero no imposible.
Creo que la meta principal de estar vivos, es la búsqueda constante de esa satisfacción, del placer de descubrirnos, de cumplir nuestra tarea, y de encontrar nuestro lugar.

No es fácil, porque en una sociedad consumida por el materialismo, las normas, el "qué dirán" y el "deber ser", lanzarte en la búsqueda de tus sueños, de tu bienestar, de lo que te haría feliz, muchas veces está mal visto. Sos raro, estás loco.

Personalmente, estar así de loca y ser así de rara, me dió muchas más satisfacciones que ser alguien considerado "normal", que seguir las reglas que me trató de imponer la sociedad.

Esa búsqueda, ese anhelo, no es superficial. Va más allá.
Requiere, muchas veces, que te lances al vacío con las manos vacías.
Requiere coraje, requiere tiempo, autoconocimiento, trabajo.
Descubrir algo tan grande como nuestro lugar o nuestra misión en la vida, requiere tanto trabajo y valentía, que definitivamente no es algo para cobardes.

Y no me refiero a los cobardes como algo que es constante: siempre se puede dejar de tener miedo.
Uno es cobarde cuando cree que tiene algo que perder, cuando está demasiado aferrado a lo terrenal, a lo material.
Cumplir un sueño, abrir la cabeza, ir en búsqueda de algo más, inevitablemente requiere volar y tener confianza en que no es lo tangible lo que nos da seguridad, sino todo lo contrario.
Tener seguridad es darse cuenta que lo único que llevaremos siempre con nosotros, es todo lo que necesitaremos para sobrevivir: a nosotros mismos.

Los miedos nacen de la inseguridad. Todos tenemos miedos, siempre. Si supiéramos cómo evitarlos, erradicarlos o destruirlos, sería mucho más fácil.
Pero qué aburrida se pondría la vida sin los desafíos que nos plantea ser un poco miedosos.

Para crecer, tenemos que romper patrones. Para salir del cascarón, tenemos que hacernos cargo de nuestra propia vida, ser nuestros padres, alimentarnos, amarnos como nos gustaría que nos amen, como nos gustaría amar a alguien más.

Ya una vez que eliminaste algún miedo, o tomaste el impulso inicial de averiguar qué querés de tu vida, las cosas decantan por sí solas, se acomodan. Todo se acomoda, créanme.

Incluso cuando te das cuenta que aquello que viniste a hacer, está siendo señalado, visto de "mala manera", juzgado por mentalidades retrógradas que no saben aceptar que todo evoluciona, y que estamos aquí para eso mismo: evolucionar. En cada vida, a cada paso, cada vez que respiramos.

Qué chato sería todo si nos estancáramos y nos quedáramos en la comodidad de no crecer, de no avanzar.
Qué sinsabor sería poder hacer lo que amamos, sin ganar enemigos por ello, sin tener contrastes, sin que la gente se enoje o critique, sin que alguien nos mire mal.
Personalmente, necesito de eso para darme cuenta que estoy en lo correcto, para seguir adelante, para demostrarme a mí misma que sí, que ante las dificultades y las personas que me juzgan, aún así elijo ese camino, porque nací para eso.
Sin tener críticas, sin sentir los choques, yo no sería la misma, ni estaría tan convencida de lo que amo hacer.

No sé si éste es mi único lugar en el mundo -lo dudo-, pero es en el que debo estar ahora.
No sé si lo que hago es mi propósito, pero sé que es lo que ahora le puedo dar al planeta.
No sé si es mi misión lo que creo que es, pero es lo que ahora la gente necesita de mí, y es lo que yo necesito dar.
No sé, no sé nada en realidad.
Y reconocer mi ignorancia, hace que no cese nunca de estudiar, de aprender, pero principalmente de dar todo de mí, donde sea que debo darlo. Y eso de por sí, me hace feliz.

No pierden nada siguiendo sus sueños, intentando cumplirlos, queriendo materializar lo que el Alma les dicta, buscando su lugar y su tarea en este rincón del Universo al que llamamos Tierra.
En serio, no pierden nada.

Si no me creen, desafíenme (o desafíense) probando, intentando lograr algo que sueñen, algo que deseen con todo el corazón.
No me den la razón, no la necesito.
Simplemente den aquello que vinieron a dar, sin pena, sin vergüenza, sin escuchar juicios ni darle importancia a los dedos que los señalen, y van a ver que existe la magia.
Hacerse cargo de poder crear esa magia, es el verdadero camino.
Yo no lo dudo.

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