25 de septiembre de 2014

Decepción.

Te tenés que dar cuenta, que no todo el mundo es como vos.
Que decirle a alguien inmaduro que lo querés, puede ser malinterpretado.
Que decirle que, en otra situación de vida las cosas serían diferentes, puede ser entendido como real y no como un supuesto.
Que tenés amigos varones con los que te ves a solas, y nunca pasó nada más que la amistad, pero que no todos los hombres son así.
Que tener las cosas claras, no quiere decir que el otro tenga el mismo nivel de claridad.
Que querer a la gente tan repentinamente, no es tan simple para los demás, como para vos. Y que, en algún momento, ibas a tener que empezar a elegir mejor a quiénes brindarles tu cariño.

Porque las personas que no tienen amor propio, se aferran a cualquier demostración de afecto, para sentirse importantes.
Incluso cuando esa demostración no es literal, o ni siquiera existe.
Querer compartir un buen momento, una cerveza, una charla, va a tener que ser aclarado de antemano, de ahora en más.
Incluso con aquellos con quienes quieras compartirte realmente, sería prudente evaluar la edad, el nivel de madurez y la claridad que manejen en su vida. Imprescindible.

Hoy no me entra en la cabeza, cómo me vine a confundir tanto con personas en las que realmente sentí que podía confiar.

No comprendo cómo no supe ver, que decirle a alguien-aún con claridad- lo mucho que lo querés, y que eso no implicaba amor de pareja, iba a ser leído al revés. Osea, dije una cosa, pero igual la entendieron a la inversa.

Me sorprendo a mí misma de haber sido tan ilusa con la gente, y tan boluda como para hacer lo que hice. Nunca me arrepiento de lo que hago, pero ahora me hago cargo de las consecuencias de que, habiendo sido clara, la gente va a entender siempre lo que quiere.

De todos modos, me deja tranquila saber que el problema, al fin y al cabo, no es mío.
Y que siempre me moví con certezas y buenas intenciones.

Allá ellos.

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