8 de julio de 2015

Capítulo V.


Reaccioné a la tarde sobre un sillón incómodo, con vendas en las heridas y dolor de cabeza. A mi lado, sobre una silla, un vaso con agua hacía de médico.
Quise sentarme pero no fue posible: tenía los pies encadenados al mueble.
Probé aflojar las cadenas intentando sacar una pierna, primero suavemente y luego con ímpetu. La imposibilidad de escapar me llenó los ojos de lágrimas, me entristeció tanto sentirme rendida que tuve que reconocer que mi final estaba escrito.
Estaba desesperándome cuando entró, dejó por la madera sus pisadas húmedas de barro y fue directamente hacia mí. Se sentó sobre mis piernas y me miró de frente, tomando mi cara y acercándose tanto como para quebrarme el cuello con un sólo movimiento. Pude observar en detalle aquellas pecas sobre su nariz, que dibujaban la constelación de Orión, como un presagio. Quise mordérsela. Él, mientras tanto, se limitó a lamer mi boca a lo largo, quitándose la sed.
No estaba tan segura de querer salir de las cadenas ahora, hasta que sacó unas llaves de su bolsillo, y abrió el candado.
Separó mis piernas y se recostó sobre mí, con algo parecido a la ternura, sin dejar de hacer lo mismo que hizo con mi boca, pero esta vez por todo mi cuello, sosteniéndome los brazos por sobre mi cabeza.
Posteriormente se levantó, y se alejó. Mis emociones sufrían altibajos que no eran comprensibles por la mente humana, que de a poco parecía desaparecer. Cada momento en que intentaba recuperar la cordura, me volvía a hundir inmediatamente en el tormento.
A continuación levantó una abertura del piso y bajó dentro del hueco, confirmando el sótano que mi cabeza sugirió con el golpe, y salió a los pocos minutos con pedazos de carne despellejada que no supe reconocer.
El instinto de supervivencia reapareció mientras lo miraba cocinar estos confusos trozos.
Dí unos pasos con pausa en dirección a la salida, mientras lo veía de espaldas, y mi escape casi se ve frustrado cuando percibió mi figura reflejada en la ventana frente a la mesada.
Giró la cabeza, me miró sobre su hombro derecho, levantó su brazo al tiempo que sostenía una cuchilla y señaló la puerta.
Nuestra comunicación no verbal era tan fantástica que dudé de la factible posibilidad de salir de allí. Pero lo hice.
Caminé intentando ubicar desde dónde había venido, aunque me encontré perdida.
Cerré los ojos procurando adivinar y oí un portazo.

Estaba viniendo por mí.

2 comentarios:

Doxa dijo...

Felicidades por el texto!, "desnudarse", siempre es un acto de valentía.
"Mis emociones sufrían altibajos que no eran comprensibles por la mente humana"...
"Nuestra comunicación no verbal era tan fantástica"...
Como lector me interesa precisamente el desarrollo de esas áreas, la subjetividad de los personajes.
Slds.

Ale Modarelli dijo...

Muchas gracias!! Es lindo que a alguien le llegue lo que uno tiene dentro. Abrazo!