27 de julio de 2016

Urano.

Urano es el planeta errático. Es lo inestable, las sorpresas, los “Eureka!”, el cambio, la revolución.
Cuando Urano está muy fuerte en el cielo, cuando tiene aspectos con otros planetas o comienza/termina su retrogradación, lo sentimos. Nunca lo podemos ignorar porque si investigamos, todas esas cosas repentinas que nos cambiaron la vida de un día para el otro, se dieron cuando Urano andaba en su salsa.

No es cuestión de echarle la culpa: todas esas noticias inesperadas, en el fondo las estabas deseando pero no te animabas a hacerlas. Aún si parecen “malas” a primera vista, no lo son. Estabas tan sumergido en tus miedos que el cambio con el que fantaseabas te llegó como una cachetada sin que seas consciente de que iba a pasar. O quizás simplemente sea algo por lo que debas pasar para poder continuar con más fuerza, para apreciar tu vida, etc...
Este planeta te puede cambiar la vida con un jaque mate. Te mueve de lugar con una persona, con una situación, con un mensaje de texto. Te implanta la semilla y te agarra de los pelos para que salgas de las dudas. Es extraño, como cuando decidís empezar a moverte y algo más se mueve al compás. Algo hace click, primero adentro, luego resuena afuera, se manifiesta. Es como si el universo le respondiera a tu desbloqueo interno con un eco. Es verdad que hay que tener cuidado con lo que deseamos y en tal caso saber pedirlo tal cual lo queremos.
El Universo tiene misteriosas formas de responderte y a veces se pasa de gracioso.

Un ejercicio que tuve que hacer hoy, se trataba de estar en el momento presente para hacerme consciente de las cosas y crear mis propias señales a seguir. Debía buscar mi propio Conejo Blanco, que me hiciera abrir los ojos de verdad, que me dijera algo así como “Es hora de tomar una gran decisión”. Elegí, básicamente, el concepto del conejo blanco de Alicia. No fue casual: había estado escuchando White Rabbit de Jefferson Airplane y al escuchar el audio con el ejercicio, la mujer nombró al conejo blanco también, de hecho el audio se llamaba así y por eso captó rápidamente mi atención. Desde mi infancia ese concepto me fascina, porque siempre amé las señales: coincidencias, causalidades, flechas, todo lo que me guiara hacia algún lado me atrapaba y de hecho me han marcado mucho la vida.
Así que decidí que si "encontraba" -durante el día- otro conejo blanco (de la manera que fuera) era el momento. Pero me olvidé del tema. Horas después puse la radio y como no podía ser de otra manera, nombran la canción de Jefferson Airplane que estuve escuchando hoy. Fue mucho más chocante notar que el que la nombró es alguien con quien las coincidencias son algo prácticamente normal y, aunque lejos estaba de conocer este ejercicio, me dió una respuesta.
Paso seguido, ignoro la señal porque me chocó lo suficiente, y abro Pinterest para buscar algo. ¿Qué había en el inicio? Una imagen explicativa de toda la historia científica de Alice in Wonderland, donde el conejo está en primer plano. Ok, entendido.
Urano me pegó otro sopapo por estar haciéndome la que lo iba a poder ignorar, la que "todo está bien, dejo las cosas para más adelante." No. Es ahora.
Es un ejemplo simple pero perfecto de cómo Urano y nuestra atención trabajan juntos para que aprendamos solos a darnos las respuestas y nos animemos al cambio, para que dejemos de temer salir de lo familiar. Aunque es hermoso, a veces se torna aburrido, monotemático, y ahí es cuando dejamos de crecer. Hay que moverse, siempre. Evolucionar.
No me crean, y sé que muchos no lo harán. No importa. Yo no pretendo evangelizar a nadie: simplemente me gusta describir qué es lo que pueden llegar a experimentar en estas semanas.

Escuchen a su intuición, déjense sorprender con las causalidades.
Nos resulta extraña la magia, todavía.

Deseen. Deseen mucho y deseen fuerte, deseen el techo del techo del techo. Porque no hay tal techo.
Deseen y déjenselo al cielo o a lo que quieran, pero salgan de su propio camino. No se entrometan, no se pongan piedras mentales en el camino hacia lo que quieren.
Los deseos no se cumplen como cuando soplás las velitas. Se hacen realidad cuando trabajás en ellos, cuando creés que podés y te moviste para lograrlos.
No tengan miedos de dar el primer paso con lo que desean, con eso que les mueve el alma y los hace vibrar. No duden en que pueden alcanzar ese sueño por más difícil o lejano que parezca.
Porque la vida puede cambiar en un instante y de repente te encontrás ahí. O puede no darte tiempo a vivir lo suficiente.
Disfruten donde están parados, con quien estén. No vale andar después por ahí lamentando lo que no hicieron, llorando por las cosas que no se animaron a enfrentar, porque perdieron oportunidades de absorber todo el placer que da la vida, porque no se arriesgaron o no se animaron a más.
No vale, bajo ningún punto de vista, ser un cobarde. Sean valientes, arriésguense, digan más seguido “Te amo”, vivan sus emociones y sentimientos, pierdan los miedos, sacúdanse el temor a no ser suficientes y a salir lastimados, y por favor dejen de guardar esa botella de vino para una ocasión especial. La ocasión especial es estar vivo.
Quiéranse más porque lo merecen todo. Créanselo. Háganse conscientes de que todo lo pueden, como superhéroes. Duerman con la persona que aman, déjenla entrar en sus sueños, abrácenla todo lo que puedan. No piensen de más, permítanse sentir. Vivan eso que tanto les gusta. Alcáncenlo.
Siempre van a extrañar. Al pasado, a la infancia, momentos, lugares, situaciones. A alguien que está en la misma ciudad, a alguien que se fue para siempre, a alguien que está del otro lado del mundo. Es inevitable.
Pero al mismo tiempo, trabajen el desapego. Lo único constante es el cambio y ni la persona más controladora del Sistema Solar puede contra eso.
No tengan miedo de estar solos o de encontrarse sin apoyo: el mundo es un granito de arena en el Universo, pero es enorme cuando te das cuenta de la cantidad de personas que están ahí para vos, como ángeles guardianes de tu camino, como una especie de familia.
De nuevo, vivan. Vivan hoy y así van a vivir para siempre.

La vida es demasiado corta como para decir que no.
Y demasiado larga como para creer que nada va a cambiar.

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