30 de noviembre de 2011

Navidad, qué linda la Navidad...

20:30hs.:
Los más puntuales llegan solos, antes del horario convenido. Ya vienen cargados de entrada, postre y doscientos litros de bebida. No les impacientan las doce, les impacienta todo el alcohol que pueden ingerir.


Siempre alguien llega cuando están todos comiendo. No saluda uno por uno porque está cagado de hambre y se sienta de una a morfarse todo. Es el que seguro se mancha la camisa cuando se estira sobre toda la mesa tratando de alcanzar alguna ensalada.
  
Tipo 23hs.: 

Ya se comieron todo como bestias. No llegan ni al postre, porque están que revientan.
Ya se está por acabar el vino, la cerveza que quedó se calienta en los vasos que esperan champagne o sidra.

Los nenes empiezan a romper las pelotas, ya no pueden estar sentados en la mesa, ni esperar hasta las doce. Arranca la ronda quemacabeza de cuetes y todas esas miserias pirotécnicas que dañan a los animales, pero al hombre lo hacen sentir superior porque cree tener un poder idiota de hacer ruido con pelotudeces.


Las viejas lloran discretamente, secándose la lagrimita con el pañuelo blanco con puntilla. 


Los pendejitos empiezan a delirar con que ven a Papá Noel en el cielo. Si es que no aparece alguien disfrazado y transpirado hasta los huevos con ese traje digno del Polo Norte, que no supimos importar correctamente adaptándolo a nuestra humedad.

00:00 hs.:
Los niños corren desesperados bajo el árbol, a buscar los regalos. 

Las mujeres en edad adulta, sin niños y probablemente con un grado importante de alcohol en sangre, los miramos obnubiladas, esperando que el paquete más grande sea para nosotras. Nos vamos con el ego destrozado, por supuesto.

Los padres de los niños empiezan a lagrimear, pero porque el nene está destrozando el "SuperMegaAutoRobotFantásticoqueseconvierteenguitarraycocinafideos" archiconocido e híper caro.

Y lo dejan de lado y agarran bengalas. 

Probablemente algún tío mayorcito y borracho que se las prende salga con un ojo herido. Y las tías cuidadosas les dan estrellitas, y el nene se aburre con estupideces así y pela el cuete más grande del mundo que se lo regaló el tío soltero e infelíz que ya está buscando el encendedor, porque es lo más loco que va a hacer esa noche.

Las personas frescas -mujeres madres usualmente- , comienzan a juntar la mesa. La ensalada de frutas sale en diferentes potes de repartija. El lechón, el vittel toné, la lengua a la vinagreta, la copa de camarones, las ensaladas...todo se divide para que nuestras gozosas familias pasen dos semanas comiendo lo mismo. Y todavía falta Año Nuevo. 
Vómito en puerta. 

Salen a escena el Ananá Fizz, sidra, champagne, etc... sumados a las calorías de los turrones y chocolates varios, tortas y otras dulzuras que generan nada más que panza y placer efímero. (pero cómo me gustan!)


Ya está el más gordito de la familia atacando, antes de que terminen de traer todos los dulces.


Y ya los "familiares" extras entran en acción: la señora que cuidaba a mi bisabuela, por ejemplo, terminó una Navidad pasada de rosca (y tinto) jugando con la nariz del lechón, como si fuera propia. Y después lloró el resto de la velada.

Seguramente este año, a esta altura, yo llore porque tengo menos regalos que mis sobrinitos. Y estoy soltera.
Y me junto con alguna/s amiga/s -vaya Dios a saber quién/es- para terminar de confirmar mi soltería en público.

Y estoy en pedo, claro.

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