En el libro de Elizabeth Gilbert, "Comer, Rezar, Amar" ella cuenta que cada persona o lugar tiene una palabra que la caracteriza. Pone de ejemplo la palabra que caracteriza a Roma, que es Sexo. (todas nos queremos ir a Roma, eh? Putitas....)
Personalmente creo que no hay una sola palabra que nos defina de por vida. Pero sí por etapas.
Hoy me dí cuenta que hay una palabra que define perfectamente mi manera de vivir desde noviembre, y que no sé cuándo cambiará: Vértigo.
Estoy viviendo vertiginosa, acelerada y compulsivamente. Sin paciencia, sin parar, sin recapacitar.
Me estoy llevando todo todo por delante.
Por un lado me encanta, está buenísimo. Pero por el otro necesito bajar un cambio, alguien que me ayude a calmar estas ansias por vivir todo de golpe (como si no hubiera vivido antes!) o esta cabeza que no para ni de día ni de noche.
Necesito que alguien me pegue un sopapo y me diga que me calme, porque si bien sé cuánto necesito bajar un cambio, se me complica llevarlo a cabo.
Y necesito respuestas, tengo ansia de respuestas.
Porque me han llenado de preguntas, hay personas que me generaron miles de preguntas en mi interior y desaparecen sin responderlas. Y no sé por qué se van de repente, no lo entiendo.
Eso me pone mal.
No me gusta que cuando empiezo a apreciar a alguien (hombre o mujer) desaparezca de mi vida de la misma manera sorpresiva en la que apareció.
Y también eso forma parte de mi vértigo: quiero a las personas muy rápidamente, y a veces ni siquiera las conozco en profundidad. Eso puede asustar a muchos, confundir a otros y llenarle la boca de idioteces a otro tanto.
Pero soy así: tengo buena vibra con vos, y te adoro; me caés mal, y te elimino de cualquiera de mis caminos.
Soy apasionada con todo, y a todo le pongo tanta pasión que termino incendiándolo, y arruinando las cosas que deberían cocinarse a fuego lento.
Necesito, ya lo vengo diciendo hace rato, bajar un cambio.
Dejarme llevar sin hacer tantas preguntas.
Porque la impaciencia me quema la cabeza.
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