13 de abril de 2016

Entre caníbales.

Una vez me dijeron que coger está sobrevalorado.
Creo que no podría estar más de acuerdo.

Ojo, que no se malinterprete: me encanta coger.

Adoro llegar a ese nivel de intimidad en el que te fundís con el otro y te olvidás hasta de tus propios límites. Es hermoso explorar el cuerpo humano y las cosas que somos capaces de sentir y experimentar terrenalmente hablando.
Soy muy calentona, muy. Sobretodo cuando existe alguien que puede excitarme con demasiada intensidad, como si tuviera algún tipo de clave secreta hacia mi interior y supiera encenderme aún cuando me encuentro en situaciones donde no me debería estar calentando. Y eso incluso hace que me suba la temperatura más.

Pero sí, volviendo al tema, coger no sólo está sobrevalorado, sino que la sociedad ha hecho de ello un culto ridículo al que le añaden mucho condimento. Como si fuera lo más importante de la vida, como si ponerla sumara puntos en algún tipo de juego en el que gana el que más acaba, o el que tiene la lista de compañeros sexuales más larga. O el que la tiene más larga. Como si importara, decía.
Todo parece una competencia carnal donde el más experimentado se lleva el título, el ridículo título de campeón. ¿Campeón de qué? ¿De relaciones sin contenido?

La libertad que experimenta la sociedad en esta era - siempre tan confundida con libertinaje - me parece de lo mejor que nos pasó como humanos, y el sentimiento de verdadero libre albedrío sin duda es lo más pleno que podemos experimentar, pero sentirme libre no incluye, para mí, andar abriendo mis piernas ante cualquiera.

Nunca fui de esas personas que gustan de revolcarse y "Si te he visto -o desvestido- no me acuerdo", simplemente porque no es algo que me llene, que me satisfaga del todo.
He cogido con personas con las cuales no tenía tema de conversación, y con personas que antes de cogerme el cuerpo, me cogieron la mente. Me acosté con fulanos que duraban un polvo o que me desarmaban durante siete. Me desperté al lado de personas con quienes no quería despertar. Me dejé abrazar pretendiendo comodidad, por hombres que seguramente tampoco querían hacerlo.

Nunca viví la desesperación que parece experimentar la sociedad ante la posibilidad de revolcarse con alguien nuevo, o de lamer un cuerpo solamente porque resulta agradable a la vista, tentador. Llámenme aburrida: la idea me atrae un montón, pero me cuesta llevarla a cabo. Me puedo imaginar revolcándome con todas las personas del mundo que me parecen hermosas, pero de ahí a hacerlo realidad...quizás haya falta de verdadero interés.
Tal vez porque me aburre coger por coger, o encontrarme cara a cara con alguien con quien no compartiría nada más que fluídos.
Y no, no le encuentro sentido a esos encuentros, que muchas veces terminan tornándose incómodos, forzados.

El vacío que se experimenta al ponerla por ponerla, al estar con alguien distinto porque sí, nunca fue mi fuerte. Soy una intensa bárbara y necesito algún contacto más profundo que el de las ganas, que el meramente visual.

Por otro lado, no creo que coger esté sobrevalorado cuando realmente querés a alguien, cuando sentirlo acabar te da ganas de que se meta aún más adentro de tu carne, de que te toque íntegra, de que te conozca en cada momento de debilidad, en esa pequeña muerte. No está sobrevalorado cuando podés sacar toda tu intensidad, desenvolver tu verdadero yo, dejarte enloquecer, ser transparente y turbia, al mismo tiempo. Celebrar tu lado oscuro, compartirlo. Pertenecerle al otro un rato, entregarte, olvidarte del mundo y de cualquier límite. Transformarte, darlo vuelta, dejar que te de vuelta, en todo sentido. Reconocer tu capacidad de darle placer simplemente porque querés, se siente como el paraíso.

El plus del cariño o el amor siempre hace más placenteras las relaciones. Algunos dirán que lo que las hace mejor es la libertad de no sentir nada. Todos están en lo cierto, la subjetividad no se puede discutir, y cada relación, del tipo que sea, es un mundo. Cada polvo es un territorio distinto.

Pero de todos modos, concluyo coincidiendo de nuevo en que sí, coger está sobrevalorado.
Sino fíjense la cantidad de veces que perdieron la dignidad con tal de acabar.
Se van a sorprender.

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