Y tengo miedo de reconocer que me gustaría un poco, por cursilería nomás, ya que no creo en ninguna institución que lleve a cabo el matrimonio. En el matrimonio mismo, tampoco. O sea, que si pudiera llevar a cabo mi casamiento un rastafari o un hippie cualunque, en una playa paradisíaca, sólo teniendo como símbolos los anillos, sin meter a Dios ni a la ley en esto, quizás lo haría.
De chiquitas todas soñamos la gran “Susanita”, hasta que, algunas, de grandes, nos damos cuenta de lo patética y controladora que es la Iglesia, lo inmundas e irrespetadas que están las leyes en este país, y lo poco duraderas que están las relaciones.
Es tipo “Juego de la Vida”, sólo que ganás y perdés, pero posta.
Veamos las diferentes posibilidades de futuro:
Te casás por Civil: sólo para darte cuenta que si hubieras seguido en concubinato, todo sería exactamente lo mismo, papel menos, papel más, con la diferencia de que ahora una discusión grosa te hace cagar en las patas, por miedo a perderlo todo, o incluso tu propia vida, si tu amorcito en un arranque de Hulk transformara un fin de semana romántico al mejor estilo “Guerra de los Roses”. No creo que firmando un papel la gente crea más en que realmente amo al hombre que tengo al lado, y que quiero una familia y un futuro ( y el resto de mi vida) con él.
Inclusive, los certificados de concubinato cumplen la misma función (en lo que a papelería respecta) que el certificado de matrimonio.
Te casás por Iglesia: para las más tímidas, un parto el camino hacia el altar. Ni hablar de todas las tías solteronas y las abuelas a punto de espichar, que lloran desconsoladamente como si te hubieras muerto en lugar de casarte. (será una paradoja?)
Todo para llegar al lado de tu amorcito, comenzar a contestar las preguntas de memoria que te hace el cura, y, si tenés mala suerte, que te toque uno que arranca a preguntarle a los invitados si el matrimonio es correcto entre personas del mismo sexo, (y los chupasirios que se saben las cancioncitas de misa de memoria, le contesten al unísono que “Nooo!”, prácticamente horrorizados) y luego prosiga tu matrimonio no sin antes extender la charla homofóbica unos 15 minutos.
Ni hablar de las que se ocupan de organizar su propio civil, fiesta, souvenirs, comida, etc....
Te casás en Las Vegas: Ese debe ser buenísimo. Vale aclarar que acá no es válido (si no me equivoco) y recordá los innumerables actos de descontrol que podés llevar a cabo.
Te casás a la gran Mollo-Oreiro: La hicieron re bien, en el medio del mar, anillos de "mentirita" mediante...Por lo menos no se los pueden sacar para piratear, y la pasás bomba en un lugar paradisíaco.
Te quedás tranquilita en concubinato: Estás exenta de todas las anteriores, pero tenés el reproche de tus viejos, tus suegros, y tus amigas, que, interesados o no en el aspecto “legal” del asunto, tienen ganas de tener una joda terrible. (y se olvidan que zafan de hacer regalos u aportar una suma interesante, no?) Mmmm…pensándolo bien, está bueno lo de los regalos….
No te casás nunca ni concubinateás: Miti-miti. Pasás el resto de tu vida sin que nadie te rompa las pelotas, hacés lo que se te cante, con quien se te cante.
No le rendís cuentas a nadie, y si no tenés invitados a tu casa, ni siquiera estás obligada a cocinar o limpiar.
Pero no olvides que sos mujer, y más allá de la edad, vas a anhelar tener ocupado el otro lado de la cama, que te abracen, te digan “te amo” y tengas con quien compartir tu vejez y el crecimiento de tus hijos y nietos. Y algún que otro juego de mesa.
La mayoría de estos casos, incluye, obviamente, el riesgo de separación y quilombo de haberes implícito, haya ley de por medio o no.
Pero bueno, hay que tener fe en algo y sobretodo, no dudar de lo que queremos, y mucho menos de la persona con la que lo queremos, sino vamos muertas.
Opto por el concubinato, ya que detesto los papeleríos hipócritas de la sociedad, no me gustan las leyes, y no tolero a la Iglesia Católica.
Peeeeeeeeeeeeero, reconozco que a veces, sigo anhelando los juegos de mi infancia, cuando el Príncipe Azul se arrodillaba y me pedía matrimonio mientras me mostraba el anillo en la cajita, con todo el amor del mundo en la mirada.
No es re Susanita???
De chiquitas todas soñamos la gran “Susanita”, hasta que, algunas, de grandes, nos damos cuenta de lo patética y controladora que es la Iglesia, lo inmundas e irrespetadas que están las leyes en este país, y lo poco duraderas que están las relaciones.
Es tipo “Juego de la Vida”, sólo que ganás y perdés, pero posta.
Veamos las diferentes posibilidades de futuro:
Te casás por Civil: sólo para darte cuenta que si hubieras seguido en concubinato, todo sería exactamente lo mismo, papel menos, papel más, con la diferencia de que ahora una discusión grosa te hace cagar en las patas, por miedo a perderlo todo, o incluso tu propia vida, si tu amorcito en un arranque de Hulk transformara un fin de semana romántico al mejor estilo “Guerra de los Roses”. No creo que firmando un papel la gente crea más en que realmente amo al hombre que tengo al lado, y que quiero una familia y un futuro ( y el resto de mi vida) con él.
Inclusive, los certificados de concubinato cumplen la misma función (en lo que a papelería respecta) que el certificado de matrimonio.
Te casás por Iglesia: para las más tímidas, un parto el camino hacia el altar. Ni hablar de todas las tías solteronas y las abuelas a punto de espichar, que lloran desconsoladamente como si te hubieras muerto en lugar de casarte. (será una paradoja?)
Todo para llegar al lado de tu amorcito, comenzar a contestar las preguntas de memoria que te hace el cura, y, si tenés mala suerte, que te toque uno que arranca a preguntarle a los invitados si el matrimonio es correcto entre personas del mismo sexo, (y los chupasirios que se saben las cancioncitas de misa de memoria, le contesten al unísono que “Nooo!”, prácticamente horrorizados) y luego prosiga tu matrimonio no sin antes extender la charla homofóbica unos 15 minutos.
Ni hablar de las que se ocupan de organizar su propio civil, fiesta, souvenirs, comida, etc....
Te casás en Las Vegas: Ese debe ser buenísimo. Vale aclarar que acá no es válido (si no me equivoco) y recordá los innumerables actos de descontrol que podés llevar a cabo.
Te casás a la gran Mollo-Oreiro: La hicieron re bien, en el medio del mar, anillos de "mentirita" mediante...Por lo menos no se los pueden sacar para piratear, y la pasás bomba en un lugar paradisíaco.
Te quedás tranquilita en concubinato: Estás exenta de todas las anteriores, pero tenés el reproche de tus viejos, tus suegros, y tus amigas, que, interesados o no en el aspecto “legal” del asunto, tienen ganas de tener una joda terrible. (y se olvidan que zafan de hacer regalos u aportar una suma interesante, no?) Mmmm…pensándolo bien, está bueno lo de los regalos….
No te casás nunca ni concubinateás: Miti-miti. Pasás el resto de tu vida sin que nadie te rompa las pelotas, hacés lo que se te cante, con quien se te cante.
No le rendís cuentas a nadie, y si no tenés invitados a tu casa, ni siquiera estás obligada a cocinar o limpiar.
Pero no olvides que sos mujer, y más allá de la edad, vas a anhelar tener ocupado el otro lado de la cama, que te abracen, te digan “te amo” y tengas con quien compartir tu vejez y el crecimiento de tus hijos y nietos. Y algún que otro juego de mesa.
La mayoría de estos casos, incluye, obviamente, el riesgo de separación y quilombo de haberes implícito, haya ley de por medio o no.
Pero bueno, hay que tener fe en algo y sobretodo, no dudar de lo que queremos, y mucho menos de la persona con la que lo queremos, sino vamos muertas.
Opto por el concubinato, ya que detesto los papeleríos hipócritas de la sociedad, no me gustan las leyes, y no tolero a la Iglesia Católica.
Peeeeeeeeeeeeero, reconozco que a veces, sigo anhelando los juegos de mi infancia, cuando el Príncipe Azul se arrodillaba y me pedía matrimonio mientras me mostraba el anillo en la cajita, con todo el amor del mundo en la mirada.
No es re Susanita???
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