El lobo herido se aleja de la manada.
Se echa a correr como puede y se esconde, no quiere que lo vean así porque sería un síntoma de debilidad y podrían matarlo; además también podría ser alimento para depredadores más grandes.
Está herido y le duele, llora por las noches, se lame las heridas, espera a que amanezca para ver si encuentra algo de comer y así poder llegar a sanarse con los días.
Pero el lobo no tiene capacidad de razonamiento, así que su instinto es el que le dice la mejor manera de cuidarse, dónde esconderse, cómo comportarse.
Lo bueno es que el lobo no habla, entonces mastica su dolor y cuando está curado sale al mundo como nuevo.
Y la herida queda atrás, pero inevitablemente ya ha dejado una marca.
Aunque el lobo ni la recuerde.
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