En Alejo Ledesma hay paz.
Los nenes van caminando solos a la escuela, los locales tienen las puertas abiertas a cualquier hora, la gente te saluda por la calle, todos tienen una sonrisa para el otro, se escuchan los pájaros, hay muchas bicicletas y pocos autos.
Es un pueblo de 3000 habitantes. Hay mucho silencio, del lindo, también.
No necesito aclarar que no hay inseguridad, quizás la sorpresa me asombró como no debería haberlo hecho.
Veo una nena que está yendo a la escuela, en bici, con la mochila a cuestas.
Frena la bici al lado del bicicletero de la Parroquia, ni siquiera dentro del mismo. Pone la patita, se acomoda la mochila, se va a la escuela que está al lado.
Pasan casi tres horas y yo me tengo que volver.
La bici, inmutable.
Y seguramente la nena haya salido a las cinco de la tarde, y se haya vuelto a su casa en la bici, porque vive en un pueblo educado.
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