2 de diciembre de 2013

"Las mujeres esto, las mujeres lo otro" y otras consideraciones de superioridad masculina.

1)-Las mujeres son exageradas.

Y los hombres no.
Mentira.

Las mujeres les damos a las cosas, la dimensión e importancia que tienen en nuestras vidas, que, claramente, no es la misma que le dan los hombres.

A una discusión de pareja, nosotras le damos la importancia directamente proporcional que la relación tiene para nosotras. Y aunque nos enfocamos en la discusión, así y todo, no podemos evitar relacionarla con libros, estadísticas, análisis psicológicos, y las otras veces que se habló de lo mismo.

Una mala reacción por algo que nos resulta una simpleza, nos pone mal al extremo de pensar porqué esa cosa altera tanto al otro "-¿Acaso pasa algo más que yo no sé?" nos preguntamos. Porque no podemos creer que del otro lado haya habido cierta agresividad cuando el problema era una bo-lu-dez para nosotras.

Y nos perseguimos y preocupamos por el otro, pero cuando estamos ahí, tratando de saber qué pasa ZAS!.
"-Calmate exagerada."

Y repasamos todo hasta el momento en que nos dijeron eso, y a veces nos la terminamos creyendo.
Pero NO.

Ahora, ser exagerada por tratar de entender las reacciones de los hombres ante problemas mundanos o que nos resultan simples, eso sí, es una exageración.

2)-Las mujeres son dramáticas.

En relación directa al punto uno, las mujeres somos las que hacemos un mar de una gotera.
No.

Queremos que entiendan, de mil y una maneras, que no podemos hacer todo lo que queremos hacer, cumplir con todo lo que se nos exige cumplir y encima estar atentas de no pifiarla nunca.
Porque además, si cargamos con la mochila de la autoexigencia y nos cuesta relajarnos, un error remarcado es el apocalipsis.

Estamos constantemente bajo presión, y, si no tenemos a nadie que nos baje un cambio o que sea nuestro cable a tierra, una estupidez que salga mal nos va a hacer estallar los ojos en cisternas y el carácter en hombre lobo.

Y ésa es nuestra manera de actuar: las mujeres pasionales o con vida interior, nunca NUNCA nos quedamos calladas o de brazos cruzados. Le vamos a dar vuelta a la cuestión hasta desenterrar el último huesito y sacarnos la última duda del porqué.
Aunque nos cueste una semana de lágrimas en la almohada.

Porque si nos equivocamos, nos lastimamos mucho. Pero si encima de equivocarnos, los hombres nos señalan el error con el dedo en la llaga, nos hiere mucho, pero mucho más.

3)-A las mujeres no les podés decir nada que ya se enojan.

Nos enojamos cuando las cosas no se dicen, más que con las que sí.

Y si las que se dicen, se dicen:
a) De mala manera;
b) Sin tener en cuenta que también tenemos sentimientos;
c) Remarcando algo que estamos en proceso de cambiar, porque es algo que nos molesta de nosotras mismas;
d) Comparándonos con otras mujeres;
e) Cuando estamos con SPM;

todo, todo lo que digan puede ser usado en su contra.
Notar que los puntos del a al d son los mismos que a los hombres también les gustaría que tengamos en cuenta nosotras.

4) -Las mujeres son complicadas.

Una sola mujer, tiene más de otras 10 mujeres en su interior.
Si pretendés decirle algo a la mujer profesional o a la mujer madre, cuando en realidad se lo debés decir a la mujer-novia/esposa, tratá de bancarte la caca un toque. Esperá el momento adecuado cuando deje de hablar por teléfono con un cliente importante, cuando ya haya dormido al nene o cuando ella ya se haya despertado, por lo menos.

Nos enroscamos, además, porque los hombres no dicen las cosas que los afectan de una, como si mostrarse vulnerable fuera algún tipo de debilidad social. Se callan y prefieren decirlas sólo con el tirabuzón entre los ojos. ( O esperar a que la veamos en nuestra bola mágica)

No sólo dan vueltas para hablar, sino que también procesan todo lo que les resulta importante, tanto como nosotras.
La diferencia es que, las cosas importantes para ellos, se resumen en:
-Su entorno familiar en general
-Su trabajo
-Fútbol
-Organizar el asado/recital con los amigos

Sin embargo para nosotras, si tenemos hijos están primero, pero sino, a los hombres les damos la importancia que creemos que se merecen en nuestras vidas, osea, bastante prioritaria. Si, acá las equivocadas claramente somos nosotras, no?

Y éso nos hace complicadas: darles bola a ellos con cosas que a nosotras nos dejan dando vueltas toda una noche, mientras que los hombres no sólo la olvidaron, sino que si queremos hablar más tarde, el tema "ya fue", aunque nunca se haya cerrado una charla.
Simplemente "pasó el momento", cuando en realidad nosotras preferimos solucionarlo tarde o temprano, por eso volvemos a sacar el tema.

No nos gustan las cosas colgadas en el aire, sin solución.

5)-Las mujeres son gatafloras y no saben lo que quieren.

Acá no hay nada más erróneo.
Y no hablo de adolescentes ni de veinteañeras que ni saben qué quieren estudiar.

La mujer con todas las letras ya sabe todo lo que quiere de su vida. Y sabe de antemano, antes de conocer a un hombre, todo lo que necesita en caso de desarrollarse una relación.
Sabe que el hombre que la hará felíz no tiene importantes rasgos físicos, sino que la manera en la que es con ella es todo lo necesario: que la ame y se lo haga saber, no hay ningún otro misterio.
Allá él cómo se desenvuelve para hacérselo saber a ella, aunque esté implícito, la mujer siempre necesita demostraciones de afecto. Porque reafirman su femineidad, su amor por el susodicho y por la vida misma, por haberle brindado la posibilidad de ser y sentirse amada.

Por otro lado, la mujer sabe bien de qué quiere vivir, qué quiere de acá a 2 años, de acá a 10 y lo que quiere con su entorno.
Sabe qué camino tomar, qué elecciones son las mejores, y hasta qué comer para sentirse bien físicamente.

Sin embargo, a veces cae en trampas de las que no es fácil desenredarse.

Las trampas se burlan de nuestra autoestima.
Si la trampa es muy brava, probablemente nos sintamos decepcionadas, queramos cambiar de rumbo. Si antes no nos gustaban las cirugías, desde que el hombre se babea con esa mina tetona, queremos ponernos 100cc en cada teta, y si tuviéramos lugar para una tercera, también.

Y nos sorprende pensar eso, porque no somos así. Pasa que ahora estamos atrapadas, enredadas en cosas que no somos, que creemos que nos harán sentir más seguras, que superficialmente nos ayudarían, pero sabemos en el fondo que no es así.

Creemos que una pequeña discusión es una muerte segura, y no nos damos cuenta que todos los tipos de relaciones están llenas de momentos de vida y de muerte, de renacimientos.

Nos aferramos a personas y situaciones que nos reaniman, aún cuando ya volvimos a estar de pie. Estamos inseguras y creemos que las palabras de amor o demostraciones de afecto son la solución (y si, en gran parte nos ayudan, y ayudan a que no les "rompamos las bolas", anótenlo por ahí), cuando en realidad el problema siempre es más profundo: nos perdimos. Estamos abombadas, desanimadas, pero ya nos vamos a volver a encontrar, TENGAN PACIENCIA! Que esperar, cuando hay amor, no es ninguna tragedia.

Finalmente, cuando la mujer se da cuenta de que no tiene que estar aferrada a nada ni a nadie, y se suelta, ahí somos gatafloras, somos las cambiantes, las que no saben lo que quieren.

Si antes estábamos muy apegadas a alguien, siendo cariñosas todo el tiempo, y ahora estamos más cómodas sin ser tan inútiles, eso les resulta extraño.

Si dimos mucho amor y nunca nos fue devuelto de la misma manera, o fue ignorado, cuando nos soltamos nos damos cuenta de que es en vano dar algo que al otro no le importa, es casi inconsciente.

Y así con todo, vamos mutando continuamente porque subimos y bajamos la escalerita de la autoestima con mucha facilidad.

Así, cuando más arriba estamos, sin ir al extremo de lo egoico, y estamos bien, equilibradas...ahí somos las que los atraemos, las hermosas, las que ellos aman.

Porque si estamos débiles y necesitadas de afecto, "-Juira bicho!" y casi que nos corren con la escoba para no estar tan melosas, pegotas y exigentes.

El hombre pretende que, si algo le molesta de nosotras, lo hagamos desaparecer de un día para el otro. Como si lo bruja en nosotras pudiera trasmutar todos "nuestros defectos" en virtudes en un santiamén. Igualmente, a medida que lo hacemos, ellos, no tan detallistas, ni cuenta se dan de los cambios graduales.

Dicen perder la fe en que cambiemos, dicen no creer en que vayamos a mejorar.
Yo sólo me pregunto si es que no creen en nosotras, o no creen en ellos mismos. Porque algo tan profundo como un cambio, no puede basarse en el conocimiento de una mujer, sobretodo cuando ella ni siquiera se conoce tanto, aunque lo intente.

Porque nosotras cuando queremos algo, sabemos qué hacer y cómo para conseguirlo/cambiarlo, y también sabemos que todo lleva tiempo, que todas las cosas, animadas o inanimadas, llevan un proceso. Y desde que nacemos vamos cultivando la paciencia.
No sólo para tenerla con nosotras mismas, sino porque estamos preparadas para tenerla con los hombres.

A menos que se haga demasiado tarde, porque tampoco nos gusta esperar toda la vida.

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