Margarita se estaba por ir a trabajar y dejó al pichón en el patio.
La escucho echar a la gata, sacándola a escobazos. Me enojo y salgo a su encuentro, a traerme la gata, a ver porqué tanto escándalo.
Me enseña el pichoncito, me cuenta que lo tenía en la casa pero ahora se va. (-¿Entonces por qué no lo dejás adentro?- pensé)
Me lo traigo a casa, le trato de dar de comer pero aún es muy bebé y no come solo.
Está asustado. Lo abrazo con mis manos haciendo huequito y empiezo a practicarle la Técnica del Arca, que aprendí hace poco. Se queda quieto y mientras tanto pido asistencia, porque ni idea tengo de qué hacer cuando un pájaro no sabe comer solo.
Abre la boca casi por instinto, y empieza a tomar de las gotas de agua que le estoy dando.
-Vaya a saber de dónde salió este pequeñín- me digo a mí misma, como tantas otras cosas que me hablo.
Deduje que era una nena y la bauticé Luz.
Tengo que salir.
Ya no pide más agua, se está durmiendo.
Aprovecho y salgo en la bici hasta lo de mamá y a la librería.
Tardo una hora, hora y media.
Cuando vuelvo está de costado, asumo que agotado por el calor y la lucha de querer salirse de la cajita en la que lo dejé. Hizo caca una, dos, tres veces, y encima se sentía solo.
Me siento muy culpable, muy mucho.
Intento nuevamente darle de comer, pero no hay caso.
Me traje un gotero de casa, pero el agua la traga a duras penas.
Es inevitable, yo ya sé que se va a morir, lo sé y empiezo a llorar con el pichoncito en las manos, entregándolo al cielo como para que se lo lleve cuanto antes y el pobrecito deje de sufrir.
Salgo al patio, miro al cielo, solicito asistencia de nuevo.
Le hago Reiki, está muy tranquilo, pero no para de abrir el pico como cuando quiere comer.
De todos modos, le hace caso omiso al agua.
-Quizás sólo quiera respirar- y dejo de ahogarlo a gotazas.
Ya lo sé, ya sé el final y es algo que no puedo permitir, me siento culpable y a la vez tan estúpida...cómo no voy a poder mantener un pajarito?? Y el día que quiera tener un hijo? Qué voy a hacer?
Hago una tragedia y un mar de mocos, no puedo parar de llorar.
Exagero? Probablemente.
Pero para mí un pajarito y un ser humano tienen la misma importancia, el tamaño no me modifica los sentimientos.
Me puse muy triste, hasta que trataron de hacerme entender.
-No podés responsabilizarte por los destinos ajenos, hay cosas que no podés manejar en la vida. Tenés que aprender a dejar ir.
Prendí las velas del Sanctum y cuando volví se había muerto.
Estaba de costado, acostado como un angelito, después de intentar sobrevivir, como todos.
Y sí, deberé aceptar que no me pertenece ningún destino más que el mío, y que probablemente ese pichón se fue porque ya cumplió su misión: venir a enseñarme a mí las cosas que más me cuestan.
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