Y escribo todo el santo día.
Si hoy hubiera tenido a mi alrededor algo un poco más vivo que la compu, probablemente le hubiera quemado la cabeza. Estaba mi perro, pero él nunca me da bola. Hasta creo que me odia. Yo lo amo igual.
Pero estuve sola todo el día. Con un poquitín de resaca. Viviendo de larva, en malla, ingiriendo líquido desde que me levanté. (Ana, menos mal que vivimos a dos cuadras- y un Parque Urbano mediante-, sino se me hubiera hecho eterno si tenía que caminar una mísera cuadra más).
Entonces para variar, como la tele me aburre y no tengo peliculas nuevas para ver, pelotudeo y pienso. Todo el día pienso. (ya sé, lo digo siempre)
Esto no quiere decir que todo lo que piense sea lógico, racional e interesante.
Nací dotada de una imaginación desbordante, y no lo digo como algo maravilloso. Porque deliro. Deliro mucho.
En lugar de ponerme a terminar de leer el libro que dejé abandonado culpa del calor, (y acá ustedes dirán: y esto qué carajo tiene que ver? Es simple: yo no estoy en casa cuando hace calor. Y si estoy, es en la súper híper mega gigante (?) Pelopincho que tenemos en el jardín. O bueno, laburando, me había olvidado que de algo hay que vivir) me dejo llevar por la imaginación. Y siempre viajo. A veces sola, a veces acompañada.
Me veo veraneando en la Polinesia, trago y hamaca mediante. Relax.
O tomando algo en The Temple Bar, en Irlanda. Descontrol.
O por ahí, tomándome un simple Buquebús. Soltería.
Señales inconfundibles de que necesito vacaciones. Necesito despejar toda esta sarta de estupideces, justamente, y por ahí volver de vez en cuando a la realidad.
Realidad, que me dice, por ejemplo: este año estás muy cerca de no tener vacaciones. O de irte con tus viejos, que es peor.
Y yo me quiero tirar de la terraza.
Que seguramente es el lugar más cercano a algún viaje que puedo tener.
(no necesito explicarles qué tipo de viaje en la terraza, no?)
En fin, como termino traumada por exceso de imaginación, me pongo a escribir. Porque mientras voy escribiendo, es como que voy hablando conmigo misma, y así de paso no me miran tan raro en casa, como si realmente algo fallara en mi cabeza (que de hecho es así).
Así que me acomodo un poco las ideas, pongo a cargar otro capítulo de Wilfred en Cuevana (por dios, si se bancan leer este blog enfermito, entonces esa serie les va a gustar!) y acá estoy, para variar, escribiendo incoherencias de nuevo.
Escribir es un vicio? Quizás, pero me salva de hacer muchas estupideces.
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