Algún día hagamos un picnic. Un sábado. Me gustan mucho los sábados.
Llevemos canasta de mimbre y mantelito a cuadros. Y mucho repelente de mosquitos.
Me pongo un vestido de esos cincuentones que me encantan.
Vos llevá tu presencia, yo te preparo helado de jazmín.
Cantemos y toquemos la guitarra, esas canciones que probablemente nos gustan a los dos.
Escuchemos a los pájaros.
Hablemos de cosas profundas y tengamos discusiones filósoficas, de esas en las que uno se va por las ramas y descubre cosas impensadas.
Eso, charlemos un buen rato. De cómo sos vos, de cómo soy yo. De las cosas que nos gustan, de la vida en general.
Comamos con la mano. Me gusta comer cualquier cosa con las manos, creo que alude a esa cosa primitiva que todos llevamos dentro. Seamos un poco salvajes.
Acariciemos a los perros, cómo amo a los perros...
Vamos a reírnos un buen rato. Yo no paro de decir estupideces, tenés diversión asegurada. Seguro que vos también sos divertido, se me hace que podemos llevarnos bien.
Si se hace tarde, miremos las estrellas. Me atrapa mucho mirar al cielo de noche.
Después te puedo cocinar. Lo que se te ocurra, no hay límites si de placer culinario se trata.
Sólo eso. Nada más.
No nos abruma tanto, no?
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