Quizás lo más loco del mundo, es cuando dos personas se atrajetean y cumplen con lo exquisito del parapernófilo de la ridiculancia masóvica del amor.
Se miran, jogorrean, atrascatan sin prudencia.
Compliquitrolan la vinivilancia de un mundo catórrico y truscado, como si no importara nada más que su disirricoidea emicostal.
De repente, una yugulosca sale de la nada. Parece que los frugalea pero no, les sirve para quintiguarse, para acercarse al opulentizamiento irigorte de la madrugada.
Pero hay amor, y eso es lo único que importa.
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